La verdad inventada

by Francisco Suárez Montaño

Francisco Suárez Montaño

A estas alturas, y a mis años, aún sigo preguntándome cual fue el   verdadero motivo por el que los gitanos tuvimos que abandonar nuestro lugar de origen: un lugar que según dicen, es un país donde el sol sale detrás de una oscura montaña, que allí, vivíamos felices bajo la tienda azul del cielo cuidando de nuestra familia y de nuestros caballos, pero que una noche, los malvados jinetes blancos del Norte quemaron nuestras casas y pasaron a cuchillo a viejos, mujeres y niños, y que desde entonces, no nos atrevemos a permanecer mucho tiempo en un mismo lugar.

Historiadores e investigadores de reconocido prestigio nos sitúan en el Punjab, una de las regiones más hermosas y ricas de la India. Nos informan que nuestro idioma es nieto del sánscrito, que nuestra cultura pertenece a la de Harappa y Daro, una de las más antiguas que se conocen, y que salimos de allí alrededor del año 1000 de nuestra era, y que errantes, no hemos parado de buscar ese lugar que nos recordara la dicha que perdimos. Y aún, a estas alturas, y a mi edad, sigo preguntándome por qué durante ese largo período de itinerancia no decidimos volver a ese lugar perdido y añorado. ¿Por qué? Alguna razón de peso tiene que haber. Parece ser que se trató de constantes invasiones y atroces guerras fronterizas y religiosas. Siempre las guerras haciendo de las suyas enviando al exilio y a la muerte a millones de inocentes.

Las naciones no existen si no tienen su propia historia. Por eso, a estas alturas, y a mi edad, sigo preguntándome: ¿Cuál es la nuestra? Y siempre, aunque no quiera reconocerlo, me respondo. Nuestra historia es la Historia universal de la infamia. 

Sabemos que la historia de cada país, etnia o grupo social está condicionada por puntos de vista, interpretaciones interesadas o verdades inventadas, y que la palabra historia carece de significado y contenido si no está relacionada con lo otro, con los otros y la otredad.

Cuenta el escritor alemán Bertold Brecht, que un día, paseando por una calle del centro de Berlín, un coche chocó contra una farola. Los testigos que presenciaron el accidente le contaron a la policía lo que cada uno de ellos había visto. Una mujer joven, bastante alterada, declaró que al coche le habían fallado los frenos. Un hombre mayor dijo con aplomo que el conductor iba bebido: había hecho unas eses arriesgadas antes de invadir la acera, y finalmente, una viejecita encantadora, con gafas de cristales culovaso, declaró que no había farola.

Quedó claro que el coche había chocado. Fue un hecho constatado. Pero las versiones de los testigos crearon otras verdades tan diversas como opiniones y puntos de vista subjetivos y dispares.

Si esto lo aplicamos a lo que conocemos como verdad oficial nos encontramos con una verdad compartida y aceptada aunque sujeta siempre a múltiples y a divergentes interpretaciones. Y si además lo aplicamos a la Historia de España, podemos comprobar que, su historia está sustentada en muchos casos en la construcción de verdades alternativas o inventadas con la finalidad de crear el antecedente de una identidad nacional.

Muchos de los hechos documentados en las crónicas de cada época, están basados o inspirados en verdades enfrentadas casi siempre, tras contiendas bélicas e ideológicas, por los vencedores.

La historia la escriben siempre los vencedores.

Pongo un ejemplo que todos conocemos.

Se nos presenta al famoso personaje del Cid, uno de los héroes primigenios más admirados de la historia de España, como el libertador que, con su valor discutible de gran estratega, venció y expulsó a quienes, por entonces, tras ocho siglos de convivencia, no eran considerados españoles. La conclusión a la que han llegado algunos historiadores es que ese figurón, no existió. Una verdad inventada basada en un hermoso poema anónimo. Sin embargo, su figura se convirtió -para muchos, no para todos-, en un héroe que logró acabar con el dominio político de una cultura que en verdad fue la que determinó su identidad. Su alargada sombra aún campea en la mente y en el corazón de tantos que siguen creyendo que las naciones se levantan, se forman y legitiman con el perverso objetivo de la limpieza étnica.

Sin embargo, si estas consideraciones las aplicamos a la historia oficial de nuestra etnia, nos encontramos solamente, y digo solamente, con hechos refrendados en documentos oficiales donde no caben versiones, puntos de vista o interpretaciones de ningún tipo.

Estos son los hechos oficiales:

El primer documento que se conoce de nuestra presencia en la Península ibérica es el salvoconducto otorgado por el rey Alfonso V de Aragón, a Juan de Egipto Menor, el 12 de enero de 1425.

Dice:

“Yo, Alfonso V, a todos y cada uno de mis nobles, amados y fieles nuestros y sendos gobernadores, justicias, alcaldes, tenientes de alcalde y otros oficiales y súbditos nuestros, e incluso a cualquier guarda de puertos y cosas vedadas en cualquier parte de nuestros reinos y tierras: ¡Salud y dilección! Como nuestro amado y devoto don Juan de Egipto Menor, cuenta con nuestro permiso de ir a di- versas partes, y que debiendo pasar por algunos de nuestros reinos y tierras, queremos que sea bien tratado y acogido, así que a todos y a cada uno de vosotros os decimos y mandamos expresamente, bajo pena de nuestra ira e indignación, que el mencionado Juan de Egipto Menor y los que con él fueren y lo acompañaren con todas sus ropas, cabalgaduras, bienes, oro, plata, alforjas y cualesquiera otras cosas que lleven consigo, sean dejados ir, estar y pasar por cualquier ciudad, villa, lugar y otras partes de nuestro señorío y queden a salvo y seguridad, proveyendo y dando a estos, pasajes seguros y siendo conducidos cuando el mencionado don Juan lo re- quiera a través del presente salvoconducto nuestro.

Firmado en Zaragoza con nuestro sello, el día doce de enero del año del nacimiento de nuestro Señor: 1425. Alfonso, rey.”

Este bendito salvoconducto nos permitió vivir uno de los períodos más pacíficos de nuestra itinerancia y de nuestra historia. Fueron años de convivencia y que según las anales de la época supuso el reconocimiento de la diversidad de las culturas musulmana, judía, cristiana y gitana. Pero esta fortuna duró apenas un siglo, ya que en 1499, bajo el reinado de los mal llamados Reyes católicos, se promulgó y firmó, sin que les temblara la mano, la primera pragmática antigitana. Esos años de tolerancia mudaron en una de las pesadillas más cruentas que los gitanos podemos recordar.

Dice la Pragmática de 1499.

“Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reinos y señoríos con sus mujeres e hijos, que del día en que esta ley fuera notificada y pregonada en villas, lugares y ciudades, salgan de nuestros Reinos y no vuelvan a ellos en manera alguna so pena que si fueren hallados o tomados, le den a cada uno cien azotes por primera vez y los destierren perpetuamente de estos Reinos, y por segunda vez que les corten las orejas y estén sesenta días en cadena y los tornen a desterrar. Y por la tercera vez, que sean cautivos por toda la vida.”

Desde entonces, nuestra larga presencia en este país se apreció en pocos casos, pues siempre se tomó como una invasión de indeseables. Por ello, no nos quedó más remedio que iniciar una constante dispersión y ocultamiento de nuestra identidad, propiciados por reiteradas persecuciones y premeditados, genocidios.

Durante tres siglos consecutivos, y también, sin que les temblara la mano, se firmaron 28 pragmáticas por los absolutistas Austrias y Borbones. Un acoso permanente que terminó promulgando la más adversa de todas ellas: La Gran Redada contra los gitanos en 1749.

La Gran Redada, conocida oficialmente como Prisión general de gitanos, fue el intento de exterminio de los gitanos que vivían en España. El proyecto, ideado y dirigido por el marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI, consistía en recluir separadamente a los hombres de las mujeres para que no pudieran reproducirse y conseguir así su extinción. Se inició en la madrugada del 31 de julio de 1749 y prosiguió durante los días siguientes. Manuel Ángel del Río Ruiz, de la Universidad de Sevilla, lo ha calificado como un proyecto de disolución y de exterminio cultural, mientras que José Luis Gómez Urdáñez, de la Universidad de la Rioja, lo ha considerado como un proyecto genocida. Antonio Domínguez Ortiz ya había afirmado en 1976 que Ensenada planeó un verdadero genocidio.

Durante el criminalísimo siglo XX ocurrió uno de los sucesos más abominables que una mente humana puede llegar a concebir. Para ello, tomo el testimonio de un hombre bueno y un gran poeta al que tuve el privilegio de tenerlo como amigo.

Cuenta Félix Grande cuando visitó Auschwitz.

“La decisión de exterminar a los gitanos fue tomada a mediados de 1942, tras la conferencia de Wansee, una de las reuniones más inmundas, si no la más inmunda de la historia de nuestra especie. A finales de ese año, miles de gitanos fueron asfixiados con monóxido de carbono, dentro de furgones herméticos. También eran usados como ratas para saciar la curiosidad científica que los nazis llamaban, experimentos. Además de inyectarle agua salada en el hígado para reventárselo, le inyectaban virus del tifus y para acabar con ellos le hacían aspirar gas mostaza.

Josef Mengele, médico alemán y oficial de las SS fue el que determinó la Solución final enviando a las cámaras de gas a más de cuatrocientos mil gitanos. Mengele sentía particular fascinación por probar el éxito de sus experimentos para demostrar la superioridad de la raza aria.

Cuenta Sara Nomberg, una escritora judía que presenció uno de los hechos más siniestros que una mente humana ha llegado a realizar. ‘Nos levantamos de un salto y nos pusimos firmes cuando entró Mengele en el Barracón con un niño de la mano, de unos cinco años de edad. Puso una silla en el centro y se sentó en ella con el gitanillo en sus rodillas. Le mandó que cantara canciones de su familia, canciones de una inolvidable melodía. El niño era una belleza. Vestido con un vistoso uniforme blanco, pantalones largos y una chaqueta con botones dorados, y una corbata roja. Hechizados, mirábamos fijamente a aquel precioso pequeño. Mengele disfrutaba tanto que lo besaba y abrazaba. Ha sido muy bonito. Dijo. Al final de la actuación le regaló una caja de bombones. Por la noche, el gitanillo murió envenenado. Aquello fue espantoso’.

En 1943, ya no se desperdiciaba gas, ni balas ni bombones… A los niños los agarraban por los tobillos y le machacaban la cabeza contra los troncos de los árboles.

Concluyo con un dato extraordinariamente triste. Entré en el Barracón número 13 hacia las dos de la tarde. Al contrario que en otros barracones, casi todos muy visitados, al Barracón de la memoria del genocidio gitano aquel día no entró nadie a visitarlo.

Durante varias horas estuve solo sin que nadie entrara. Cansado de tanta espera salí huyendo de aquella terrible soledad, de aquel asombro, de aquel suceso fuera de la razón. Por la noche, el insomnio se apoderó de mí y no fui capaz de llorar ni de blasfemar contra Dios por haber permitido esta injusta masacre. Y pensé: muy pocos ciudadanos del mundo han venido a honrar a más de medio millón de gitanos asesinados.

Oscuro racismo de una sociedad que no acaba de entender todavía que el dolor nos pertenece a todos por igual. Que nadie entrara a visitar el Barracón número 13 supone y confirma claramente que el antigitanismo sigue estando presente.”

Estos hechos cometidos en diferentes etapas contra nuestra vivencia no son sino la aplicación de unas leyes creadas exprofeso para controlar, procesar y acabar con nosotros. Esto supuso y supone todavía, la legitimación del poder político contra nuestra libertaria conducta. En estas leyes queda establecida y conformada nuestra identidad y nuestra historia. Y si echamos mano de documentos, informes, estudios y libros que sobre nosotros se dictaron y excribieron, podemos asegurar que casi todos ellos no son sino libelos que contienen y expresan de modo rotundo la más aviesa ideología racista.

Leo los artículos cuarto, quinto y sexto del Reglamento de la Guardia civil firmado por Franco en 1942. Otro al que no le tembló la mano.

Artículo 4º)

Se vigilará escrupulosamente a los gitanos, cuidando mucho de reconocer todos los documentos que tengan, confrontar sus señas particulares, observar sus trajes, averiguar su modo de vivir y cuanto conduzca a formar una idea exacta de sus movimientos y ocupaciones, indagando el punto al que se dirigen en sus viajes y el objeto de ellos.

Artículo 5º)

Como esta clase de gente no tiene por lo general residencia fija y se traslada con frecuencia de un punto a otro, conviene tomar de ellos todas las noticias necesarias para impedir que cometan robos de caballerías o de otra especie.

Artículo 6º)

Está mandado que los gitanos lleven, además de cédula personal, la patente de Hacienda que los autorice para ejercer la industria de tratantes en caballerías. Los que no vayan provistos de este documento serán detenidos y puestos a disposición de la autoridad competente como infractores de la ley.

Ciertamente no hemos tenido demasiadas ocasiones para poder contar nuestra historia porque nuestra visión personal del mundo y de las cosas del mundo siempre fue y sigue siendo mutilada y sometida al silencio. Ha sido el otro y los otros los que hablaron y hablan sobre nosotros sin apenas conocernos, y siempre, con una verdad sesgada y secuestrada por puntos de vista interesados. De nosotros se ha dicho y se continúa diciendo lo más espantoso que se puede decir: un discurso donde se nos atribuyen cualidades negativas por el mero hecho de ser gitanos. Se nos expulsó, se nos condenó y se nos intentó erradicar del mapa, y a día de hoy, seguimos arrimados y vinculados a los márgenes de una sociedad que aún nos sigue concibiendo y tratando como perpetuos inmigrantes y no como ciudadanos de pleno derecho. Estos son los hechos oficiales y nadie puede rebatirlos. Ahí están. Hechos, que a estas alturas, y a mi edad, solo pueden calificarse, como la Historia universal de la infamia.

Sin embargo, existen otros documentos no oficiales que han permitido el reconocimiento vivo de nuestra supervivencia. Estos documentos son y significan nada más y nada menos que la Historia universal de la resistencia.

Decía Gabriel García Márquez, que solo el arte nos salva y nos hace iguales. Bastaría recordar el fascinante personaje de Melquíades en Cien años de soledad. Un sabio gitano que consigue curar a todo un pueblo de la enfermedad del olvido. O como tantos otros que desde lo meramente artístico crearon otra realidad favorecedora: Shakespeare, Víctor Hugo, Pushkin, Tolstoi, Pessoa, Kusturica, Petrovic, Durik, o como Lorca que en su Romancero gitano nos convirtió en unos héroes admirables venciendo a las sombras negras de la aversión y la muerte. Sus poemas nos alivian de tanta crueldad y nos colocan en ese lugar donde el mito revela otra realidad.

Decía Lorca de nosotros.

“El gitano es lo más elevado, lo más profundo y lo más aristocrático de mi país, lo más representativo de su modo y el que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad universal.”

Cuando Federico publicó el poema del Romance de la Guardia civil española en 1928, no pudo imaginar que ese poema se convertiría en uno de los cargos que le imputaron para su posterior asesinato.

Los caballos negros son.
Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.
¡Oh, ciudad de los gitanos!
En las esquinas banderas.
Ciudad de dolor y almizcle,
con las torres de canela.
Cuando llegaba la noche,

noche que noche nochera,
los gitanos en sus fraguas
forjaban soles y flechas.
Un caballo malherido,
llamaba a todas las puertas.
Gallos de vidrio cantaban
por Jerez de la Frontera.
El viento, vuelve desnudo
la esquina de la sorpresa.
¡Oh, ciudad de los gitanos!
En las esquinas banderas.
Apaga tus verdes luces
que viene la Benemérita.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Avanzan de dos en fondo
a la ciudad de la fiesta.
Un rumor de siemprevivas
invade las cartucheras.
Avanzan de dos en fondo.
Doble nocturno de tela.
El cielo, se les antoja,
una vitrina de espuelas.
La ciudad libre de miedo,
multiplicaba sus puertas.
Cuarenta guardias civiles
entran a saco por ellas.
Los relojes se pararon,
y el coñac de las botellas
se disfrazó de noviembre
para no infundir sospechas.
Un vuelo de gritos largos
se levantó en las veletas.
Los sables cortan las brisas
que los cascos atropellan.
Por las calles de penumbra
huyen las gitanas viejas
con los caballos dormidos
y las orzas de monedas.
Por las calles empinadas
suben las capas siniestras,
dejando detrás fugaces
remolinos de tijeras.
Tercos fusiles agudos
por toda la noche suenan.
¡Oh, ciudad de los gitanos!

La Guardia Civil se aleja
por un túnel de silencio
mientras las llamas te cercan.
¡Oh, ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
juego de luna y arena.

Entre los años 1850 y 1950, a pesar de todas las fatigas que tuvimos que soportar, los gitanos tratantes crearon una economía mercantil y competitiva con el trato de las bestias. Con el saber hacer del superviviente, concertaron con los agricultores y ganaderos de cada región y comarca una cadena de relación, no solo provechosa para ambos, sino un estimulante servicio comunal. Durante esa etapa, las familias gitanas se incorporaron de forma natural a una sociedad necesitada de recursos, y así los gitanos, con su reconocida y excepcional sapiencia del trato, consiguieron ser dueños de su propio destino. Esto les valió el prestigio y respeto que hoy, hijos y nietos, recordamos con orgullo como la centuria dorada de los gitanos. Pero todo cambia. Solo la mudanza es firme: los ciclos de la historia lo confirman. La irresistible ascensión de los caballos acabó con la implantación de la maquinaria agrícola. Ello, sin esperarlo, los sumió en una incertidumbre económica que los llevó a la marginación, a la pobreza, al rechazo y por supuesto al antigitanismo. Esta ruina económica nos colocó en ese otro lado donde la sociedad mayoritaria nos quiere invisibles.

Pero lo más paradójico de todo esto es que mientras la sociedad española aún nos mantiene en ese injustificable letargo, en esa pretendida invisibilidad, los gitanos, por aquello de la ley natural de la compensación utilitaria, hemos devuelto a esa sociedad, sin que nos tiemble la voz, una de las cumbres literarias y musicales más consoladoras que existen. El flamenco. El arte gitano es el arte del consuelo. Este contrasentido del destino nos convierte en los consoladores de aquellos que nos desprecian.

Dice Caballero Bonald al respecto.

“Los gitanos son los verdaderos creadores del arte flamenco. Sin su tensión racial, su disposición natural para el ritmo heredado de las ragas hindúes, y sin el alcance del consuelo de sus letras, de su memoria individual y colectiva, el cante gitano, no sería una de las músicas más hermosas del mundo.”

Si a Bob Dylan le concedieron el Nobel de Literatura por las letras de sus canciones, a las letras del cante gitano, Patrimonio inmaterial de la Humanidad, había que concedérselo también, y por qué no, como se lo han concedido al admirado Serrat con sus maravillosas letras, el premio princesa de Asturias a las letras gitanas.

No tenemos una historiografía documentada, un libro al que podamos calificar de verdadero relato. Todos sabemos por qué. En cambio, sí tenemos la memoria de lo vivido establecida en las letras de esos cantes que hablan y definen nuestra historia. Esa es nuestra gran aportación al acervo cultural español y universal. Esas letras expresan el dolor y la alegría de unos seres humanos que, a pesar de todo, solo quieren vivir en paz. Tenemos poetas, pintoras, cantaores, escritores, músicos, ensayistas y filósofos de la vida que nos han dejado la obra de su experiencia, gitanos y gitanas que han contado la historia de este país mediante sus creaciones: una fuente caudalosa de información servirá para asentar las bases de la Historia general de los gitanos españoles. Reunamos ese legado y creemos un fondo real de nuestro paso por el mundo, en las voces de quienes nos dejaron escrita la memoria de nuestro pueblo.

Aprovecho la ocasión que se me brinda para alentar y pedir a los gitanos y gitanas que han tenido la oportunidad de acceder, por sus estudios, preparación y vivencias, a dar testimonio de nuestra historia. La historia, todos lo sabemos, se reescribe. Tenemos en nuestras manos el poder y la voluntad de hacerlo. Decía antes que las historias oficiales, muchas de ellas y no pocas, están basadas en verdades inventadas y en hechos convenientes. Hagámoslo también nosotros, del mismo modo y con el mismo derecho que ellos. Contribuyamos, con sabiduría y aliento, a poner en el mapa de la historia nuestra verdad. Solo se necesitan dos sencillas cosas: crear un fondo, un archivo de ese legado para darnos cuenta de que la interculturalidad necesita de nuestro tributo para que se reconozca de una puñetera vez quienes fuimos y quienes somos. Creo que es el momento. Después de 600 años de siembra en este país, tenemos derecho de recoger la cosecha.

Por lo tanto, apelo a las nuevas generaciones de músicos, poetas, historiadores, sociólogos, pintores y a todos los creadores y creadoras gitanas a dar testimonio de nuestra identidad. La cultura de un pueblo es su mayor herencia. Preservarla es redimir la historia. Los pueblos sin historia no existen.

El poder nos quiere tristes, necesita de la tristeza porque puede dominarla. La alegría, sin embargo, fue y continúa siendo la expresión colectiva de nuestra permanente resistencia. Contra dolor, alegría. Estamos aquí para celebrar la vida y poner voz al silencio.

Como hizo José Heredia Maya, nuestro gran poeta gitano.

Aunque sea reciente mi carné
yo nací hace milenios:
cuando despacio al paso de la bestia
el horizonte se horadaba.

Cuando la muerte
era un signo de Dios omnipotente
y no un signo de Dios exterminando
(es posible que no existiera Dios
todavía en la mente de los hombres).

Cuando los niños
jugaban con la luna
y todos con la misma se acostaban.

Cuando decir yo, espiga
o Federico era lo mismo.

Cuando el mar y su canto era la miel
de todo oído y paladar bien hechos.

Cuando Ulises y Sancho no existían.

Cuando la Tierra era una estrella
y no un soporte
de mendigos de muertos
de famélicas madres de animales terribles
y no un soporte digo
de negros de amarillos y de blancos
y dentro de los blancos
moros indios y gitanos entre otros.

Cuando las cosas eran más de Dios
y más de todos.

Cuando nací ya hace milenios
aunque sea reciente mi carné
todo era mucho más hermoso
pero aquello duró
lo que un relámpago
o tal vez menos.

O como dice Günter Grass, premio Nobel de Literatura.

“A la etnia gitana, la más pródiga y antigua afincada en Europa, imbuida por una envidiable aspiración de libertad y alforja de la más exquisita cultura, la seguimos dando por contraria por no acatar nuestras leyes y rebelarse con pericia a nuestras normas. Oriundos del Indo, de la primera luz de nuestra civilización, lucen con honra en la frente la flor de su estirpe. Saben cómo nadie que la vida es un guiño del sol y proclaman a los cuatro vientos que para ser verdaderamente libres no hay que poseer ni tumba ni casa y vivir el presente intensamente para disfrutar del hermoso regalo de la vida.”

Quiero concluir leyendo el discurso de un gitano universal al que todos conocemos y admiramos.

Las palabras de Charles Chaplin nos siguen conmoviendo, y aquí, donde es posible, a estas alturas, y a mi edad, quiero hacerlas mías.

“Los seres humanos tenemos el deber de ayudarnos los unos a los otros. De hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados. No debemos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos: la Tierra es rica y puede alimentarnos a todos. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero la codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio y nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas de inocentes.

Hemos progresado muy   mal. El conocimiento nos ha hecho cínicos y la inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Necesitamos de la bondad para reconocer que todos los hombres somos iguales. Sin esta cualidad, la vida será violenta. Mi voz quiere llegar a los marginados que luchan por su libertad, a mujeres y niños víctimas de un sistema criminal que quiere acabar con la inocencia. El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le devolverá al pueblo, y, así, mientras el hombre exista, la libertad no perecerá.

No os entreguéis a los que os desprecian. No os entreguéis a estos individuos inhumanos sin corazón. Somos hombres y mujeres que llevamos dentro de cada uno el amor, no el odio. Tenemos el poder de crear felicidad, de hacer que esta vida sea libre para convertirla en una hermosa aventura.

En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo digno y noble que garantice a todos los hombres y a todas las mujeres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad.”

Decía el gitano.

Desde el arte y la cultura podemos derribar las barreras del odio y eliminar la intolerancia.

Casi todas las noches, a estas alturas, y a mi edad, sigo soñando con volver a ese país donde dicen que el sol sale detrás de una oscura montaña y donde dicen que vivíamos felices bajo la tienda azul del cielo…

¡Vivan los buenos gitanos y los payos buenos!

 

Gracias.

Barcelona, 9 de diciembre de 2024.

Palau Macaya.