La de al lado es compañera, no competencia

por Esther Fernández y Noemí Fernández

La de al lado es compañera, no competencia

Para analizar las desigualdades sociales hay que mirar con las gafas lilas decoloniales, como diría mi amiga Jey de la universidad, que como nosotras, comparte una historia de persecución y resistencia, y a la que por ser negra, igual que nosotras gitanas, ha sufrido los efectos del racismo de primera mano. Pues bien estas magnificas gafas lilas nos ayudan a ir más allá de la falsa creencia en la meritocracia, que presupone que con suficiente esfuerzo y dedicación laboral se puede alcanzar la tan deseada zanahoria.

“La ascensión en la pirámide social”, esa creencia que forma parte de la filosofía capitalista puede confundirnos y hacernos pensar que no hemos hecho lo suficiente, que nos hemos acomodado, o ¿es que tal vez no somos lo suficientemente válidas? o ¿será que nos gusta vivir así? Pero nada más lejos de la realidad, sólo hay que ver los datos sobre la feminización de la pobreza que persiste en el pleno siglo XXI, “en nuestra querida sociedad occidental donde estamos tan avanzados” sigue persistiendo la brecha de género, es decir, solo por ser mujer la media de ingresos por rendas de trabajo es un 18% menor que la de los hombres, el paro estructural afecta de una forma más severa a las mujeres respecto a los hombres. También hay más mujeres trabajando sin contrato, situación que conlleva la no cotización y por tanto la pérdida de derechos a cobrar la prestación por desempleo. Además a largo plazo afecta negativamente a las retribuciones de las pensiones por jubilación, con lo cual, las condiciones que llevan a la pobreza persisten hasta la vejez. Vemos como en la práctica hombres y mujeres no disfrutan de los mismos derechos, son las mujeres las que soportan mayor precariedad laboral, peores condiciones y menores ingresos, situación que mantiene a las mujeres solo por el hecho de ser mujeres, en una situación de subordinación y desventaja tanto social como económica respecto a los hombres. [i]

Pero no solo el género es un factor de desventaja en un mundo androcéntrico, sino que se lo pregunten a las mujeres racializadas. Hay que ir a la raíz para desentrañar los mecanismos de distribución de la riqueza. Es importante observar con atención como los procesos de construcción de las categorías de raza y etnicidad  han definido desde la edad moderna hasta la actualidad, una jerarquía social que legitima, en base a las diferencias étnico-raciales, la distribución desigual del acceso a los recursos y a roles sociales distinguidos. [ii]

Así, etiquetas como inmigrante, mora, gitana, negra, etc. tienen asociadas connotaciones negativas como vagas, criminales, ladronas, sucias, etc. generando imágenes estereotipadas y discursos sobre la otredad, “lo diferente, lo ajeno”, en base a la dicotomía civilización/ barbarie/ progreso/ atraso, donde la sociedad occidental siempre victoriosa, evidencia su supremacía subordinando al resto de culturas.

Las consecuencias para el Pueblo Gitano de este proceso de construcción exógena en el imaginario social, entre muchos otros, ha sido la invisibilización de la realidad que vivimos las gitanas y gitanos, nuestra historia de resistencia y supervivencia en una sociedad mercantilizada al servicio del capital que antepone la producción por encima del bienestar familiar. Una clara evidencia la encontramos en el “Estudio comparado sobre la situación de la población gitana en España en relación al empleo y la pobreza 2018”[iii] donde advierte que solo el 16% de las mujeres gitanas se encuentran activas laboralmente, en contraposición de las mujeres no gitanas que representan un 44%. Pero no es de extrañar en una sociedad que solo por el hecho de ser mujer tienes más posibilidades de estar en una economía sumergida, pues cuanto más por ser mujer y gitana!!

Para las mujeres gitanas es difícil acceder a un mercado laboral “no gitanizado” cuando en las entrevistas de trabajo hacen referencia a tu etnicidad para descartarte del proceso selectivo, caso que he vivido en mis propias carnes, cuando en una entrevista de trabajo de una gran cadena de supermercados, el entrevistador –hombre, blanco y bien situado económicamente–, sin cortarse un pelo, me dijo que las mujeres de mi etnia no trabajan ¿Que no trabajan? Me quede estupefacta, ¿Pero señor usted ha mirado mi CV? ¡Larga trayectoria laboral y estudios superiores!, o como me preguntó un profesor de la universidad, que como lo tenía para llegar a clase a las 8, puesto que a los gitanos nos cuesta madrugar, ¿pero señor, usted sabe a qué hora se levantan las gitanas y gitanos para ir a trabajar al mercao?  El mercao y la venta ambulante ha sido por excelencia el espacio laboral donde las gitanas y gitanos han podido ganarse la vida de forma más o menos normalizada, pues solo mediante el autoempleo hemos podido ejercer actividades laborales normalizadas debido al persistente antigitanismo histórico.

A pesar de los estereotipos y prejuicios de la sociedad mayoritaria, las mujeres gitanas siempre han trabajado dentro y fuera de su hogar, por más obstáculos que hayan encontrado, como se ha demostrado a lo largo de la historia.

Tras la diáspora del Pueblo Gitano, en su llegada a España, las condiciones de las mujeres gitanas estaban muy lejos de la realidad de sus nuevas vecinas españolas, llevaban a sus espaldas siglos de persecución y rechazo que las había fortalecido y preparado para poder buscar el sustento de su familia día a día en condiciones adversas.

A ello hay que sumarle que, mediante la primera pragmática de los Reyes Católicos dictada en Medina del Campo en 1499, se les prohíbe el ejercicio de oficios históricamente gitanos, con los que la mayoría se ganaba el sustento. A partir de entonces debían pasar a ejercer oficios “conocidos” como si arreglar ollas no fuera un oficio conocido…

En 1763 el ayuntamiento de Orihuela dictó una providencia que limitaba la participación en la vida pública y el empleo de las mujeres gitanas «… las mujeres doncellas, casadas o viudas,  con el pretexto de vender topas ni otras cosas no anden divagando por las calles de esta ciudad ni otros puestos, sino que se mantengan recogidas en sus casas y habitaciones haciendo las labores y ministerio de su sexo como lo hacen todas las demás mujeres honestas, bajo pena de un mes de Cárcel a la contraventora».[iv]

¿Qué se esperaba de una España católica y estamental que les otorgaba nula capacidad a las mujeres en el ámbito laboral más allá del cuidado de la familia y el hogar?  En el caso de las mujeres gitanas su trabajo se invisibilizó hasta tal punto que en un censo de Guadix en 1785 únicamente aparece una gitana que trabajaba en el negocio familiar.

Poca visibilidad tenían esas gitanas que para poder aportar ingresos a la economía familiar trabajaban como vendedoras de ropa y joyas, artesanas haciendo cestos y canastas, lavanderas, costureras, vendedoras de buñuelos, hiladoras, vendedoras ambulantes, practicaban la venta de productos alimenticios, vendedoras a crédito (diteras[v]), eran también panaderas, tratantes de animales, trabajaban en el servicio doméstico, algunas se dedicaban al corretaje de joyas y por ultimo ejercían como comadronas y parteras.

Durante el franquismo, se prohibió la venta ambulante, hecho que les imposibilitaba poder ganarse el pan, además de sufrir la limitación impuesta de no poder entrar en determinados lugares y la persecución constante de la Benemérita. Algunas de ellas se dedicaron al estraperlo para poder sustentar a sus familias.[vi]

A pesar de ello hoy estamos orgullosas de mostrar ejemplos de mujeres gitanas que han destacado por su oficio, entre ellas:

Sofia Kovalésvskaya fue una matemática rusa, se la conoce por ser la primera mujer que logró una plaza de profesora universitaria en Europa, en Suecia en 1881. Su trascendencia fue tal que actualmente un cráter lunar y un asteroide llevan su nombre.

Bronislawa Wajs es una poeta gitana polaca, superviviente del Holocausto. Su vida se ha llevado al cine. Papusza significa muñeca y su nombre forma parte de una larga lista de voces femeninas históricamente invisibilizadas.

Carmen Amaya ha sido la bailaora más universal que ha dado el flamenco.  Criada en Barcelona, en una de las barracas de la playa del Somorrostro, un espacio donde ahora está la playa Nova Icària y el Bogatell.

Eszma Rezdepova fue una cantante, compositora, humanitarista de Macedonia. Durante su trayectoria profesional actuó en más de 9000 conciertos en 30 países y, junto a su marido, acogió a cuarenta y siete niños, recibiendo varios reconocimientos por su labor humanitaria, entre ellos una nominación al Nobel de la Paz.

Helen Mirren es una actriz británica. Es una de las pocas actrices que han ganado los cuatro premios principales dentro del cine por una sola película: el Óscar, el BAFTA, el Globo de Oro y el Premio del Sindicato de Actores.

Lita Cabellut es una artista multidisciplinar española que trabaja con óleo sobre lienzo, dibujos en papel, escultura, fotografía, poesía, poemas visuales y vídeos.

Soledad Miranda fue una actriz y cantante que destacó durante la década de los sesenta y más especialmente en los inicios de los setenta.

Finalmente agradecemos a nuestras compañeras feministas que tienen la potestad de generar narrativa social, que hayan puesto el acento en el reconocimiento del trabajo reproductivo como venimos haciendo las gitanas desde hace siglos, aunque no de forma teórica sino luchando en el día a día desde la base.

OPRE ROMNJA!

 

[i] Estratègia contra la feminització de pobresa i la precarietat a Barcelona. 2016-2024

[ii] Colonialidad del poder y clasificación social. Quijano, Aníbal. 2014

[iii] Fundación Secretariado Gitano; elaborado por, Fundación ISEAK ; Equipo, Sara de la Rica. 2019

[iv] Angéla Kóczé, Violetta Zentai, Jelena Jovanović, Enikő Vincze. (2019). TThe Romani Women’s Movement: Struggles and Debates in Central and Eastern. New York, Oxon.: Rotledge.

[v] JUAN FRANCISCO GAMELLA MORA. (2006). Oficios gitanos tradicionales en Andalucía (1837-1959). Pensamiento y cultura Gitanos, 32-33, 73.

[vi] María Serrano. (2018). La doble tragedia de ser mujer y gitana durante el franquismo. Público, 11.