Gaza mon amour

by Juan José Suárez Laso

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Su cabecita cae para atrás, su cuellecito tronchado.

Una mujer, madre, sostiene en su regazo el cuerpo sin vida de su niño, de su criatura, de su vida. Matado por una ráfaga del fuego militar israelí. Sangrante todavía el cadáver, envuelto en un sudario blanco empapado en su propia sangre.

Cuando das besos a tu hijo, te huele a animal vivo, sabe a vida entera, intacta, robusta, inalterable. Una mujer, hija y nieta de la casta pobre de la miseria, con su niño asesinado en el regazo siente en sus entrañas un dolor que no tiene nombre. No se puede explicar. Queda muda, y cada nervio de su cuerpo ha renunciado, ha cedido, se ha sometido al dolor más profundo que la vida puede imponer. El llanto ya no es llanto, brota de otro lugar más tierno y tiene otro nombre, es otra cosa. Ese dolor es incomprensible para mí.

De lo que no se puede hablar, mejor guardar silencio.

Esta imagen no es una querencia retorcida por el suceso escabroso. Esta realidad me la encuentro en fotografías, imágenes que llegan desde Gaza y Rafah en estos odiosos días imposibles ya de olvidar. Nos llegan diariamente noticias de lo que ocurre en Palestina. Pero es que este conflicto ya lleva demasiados años abierto. Hay un problema en esa tierra desde principios del siglo veinte cuando el pueblo judío comenzó a migrar allí para defenderse del odio en Europa. Fue en 1947 cuando hubo un gran éxodo tras la segunda guerra mundial. La ONU quiso organizar aquella huida/refugio dando un territorio/paraíso al pueblo judío para que se recompusiera después del infierno sufrido. Pero la voluntad más férrea del ser humano, la de la procreación, se ha impuesto severamente y los judíos y árabes crecen y crecen en número en un espacio limitado. Queremos vivir en paz, dicen todos. Pero para vivir, se necesita tierra donde construir casas, plazas, avenidas, hospitales y colegios… Para vivir se necesita de agua, gas y de petróleo. Y luego, las abominables religiones que todo lo trastocan imponiendo el infierno en la tierra, infierno necesario para construir el ideal paradisíaco del más allá, imprescindible para su existencia. “La infelicidad del hombre y de la mujer será eterna”, esa es la máxima de cualquier religión que se precie. Y la lucha por un pedazo de tierra, de espacio para crecer, se convirtió en el germen de lo que a hoy asistimos desvelados.

El moderno fusil de asalto TAP-21, o simplemente Tavor, es un moderno fusil de calibre 5,56 mm fabricado por Israel, considerado como una de las mejores armas de su categoría por su fiabilidad en condiciones adversas. Utilizado por los militares del Estado israelí junto a otras armas y bombardeos continuados ha dejado ya sesenta y dos mil muertos civiles, diecisiete mil cuatrocientos noventa y dos de ellos niños y niñas, todos civiles indefensos. Cerca de quince mil desaparecidos que no aparecerán nunca (cantidad a fecha de uno de junio del veinticinco. Hoy, después de escuchar las noticias, sumamos 407 asesinatos. ¡¡Serán muchos más…!!) Cada ráfaga de fuego militar contra la población civil desarmada es el acto criminal de un Estado en pie de guerra contra su propia historia.

Dos militares israelíes están sentados en una piedra del camino, descansando.

_MILITAR ISRAELÍ 1: ¡Qué bonita tarde Efraím!

_MILITAR ISRAELÍ 2: Preciosa…

Un pajarillo ridículo, con un plumaje ridículo se posa al lado de la piedra donde están sentados los dos compañeros, brazos asesinos, ejecutores del odio enquistado y hediondo del Estado israelí. Sus queridas armas entre las piernas. Toman un descanso de la última guardia antes de continuar con la orden de vigilar el paso de Rafah.

_MILITAR ISRAELÍ 1: ¡¡Cuánto sufrieron nuestros abuelos en los campos de exterminio europeos!! Ahora somos un país libre y debemos defendernos de nuestros enemigos. No volveremos a pasar por aquel infierno. Fue un abismo que no podemos olvidar. Hamás y Hezbolá son, ahora, nuestros enemigos. El Estado de Palestina, nuestro objetivo militar a destruir.

_MILITAR ISRAELÍ 2: ¿Cuándo has estudiado tú ciencias políticas?? Joder con la chapa. ¡¡ Pilla a Lolita !! se refiere al fusil ¡¡ Y vamos a cazar bichos!! Ríe a carcajadas.

El pajarillo los mira como si entendiera lo que hablan.

_MILITAR ISRAELÍ 1: Me duele.

_MILITAR ISRAELÍ 2: ¿Qué te duele ahora? Cabreado.

_MILITAR ISRAELÍ 1: La sangre.

_MILITAR ISRAELÍ 2: ¡Madre mía! Resopla y se lleva las manos a la cabeza. Pues aprieta el gatillo coño!! Alivia!! Mano de santo!!

El Estado israelí lleva en su constitución la memoria de un genocidio bestial sufrido en propias carnes. De un salvaje exterminio como sólo puede hacerlo el ser humano. Al humano le llega la palabra, el pensamiento, para organizar y anticiparse al sufrimiento futuro. A lo que vendrá y puede ser remediado. “Logos”, concepto que marca el inicio de la “civilización filosófica” en Europa, proviene de la acción “Legein”, que es urdir con estrategia para protegerse de acontecimientos negativos futuros. El ser humano desarrolla la palabra para defenderse de su entorno y de la inseguridad esencial de la propia vida. Conocer al astuto Ulises para comprenderlo. Los judíos sufrieron en Europa.  En la segunda guerra mundial fueron exterminados millones de ellos. Cuántas películas hay de esto, cuántos documentales hay de estos hechos, cuánta memoria e información hay de lo que ocurrió: La Shoá, la catástrofe en hebreo. Es como si social y culturalmente nos hubieran metido esta información brutal en la cabeza con la alta intención de que aquello no vuelva a ocurrir nunca; pero que en realidad ha servido para anestesiarnos la conciencia y la acción cuando estamos viendo que está ocurriendo lo mismo en territorio palestino y no hacemos nada, los propios judíos callan algunos, otros están de acuerdo con este genocidio, exultantes y alegres vibran de emoción ante la venganza, el odio y el asesinato. Y seguro que racionalmente lo pueden explicar y justificar ¡¡Y es lo mismo, es lo mismo, pero con más gasto militar!! Los países productores de armas están haciendo caja, haciendo el agosto de sus economías; entre ellas España y sus armas de pequeño calibre, que parece que maten menos. Ahora, la razón de un Estado sionista, el sentido colonialista del pueblo judío de origen europeo que se impuso en Palestina, desde el principio de la ocupación, a través de conceptos como la “superioridad moral” o “el pueblo elegido”, su sed de venganza clavada en el alma, y la economía estadounidense, les ha dado el poder del abuso.

Cuando vuestros nietos matan inmisericordemente a niños y a niñas han perdido totalmente la razón, se han vuelto locas vuestras nietas que se apoyan en vuestra terrible experiencia para cometer estos asesinatos sin piedad. La memoria a veces hace perder toda compasión, la humanidad se pierde en la memoria retorcida, tortuosa, que transforma el dolor en odio y en venganza.

Mi recuerdo y mi respeto a todos y a todas las judías que sufrieron odio y venganza. Mi amor por ellos es infinito.

_MILITAR ISRAELÍ 1: ¿A cuántos has cazado?

_MILITAR ISRAELÍ 2: No llevo la cuenta… Estás jodiéndome con tanta pregunta de mierda, eh!! Cabreado y angustiado.

_MILITAR ISRAELÍ 1: Hay que hacerlo, cazar a todos nuestros salvajes enemigos que desde pequeños llevan en la sangre el odio por nosotros metido hasta el tuétano.

­_MILITAR ISRAELÍ 2: ¡Joder con el filósofo de mierda! ¡¡Me cargas!! Llevamos la razón y punto. Netanyahu lo dice bien clarito. ¡¡Somos unos soldados de la hostia!! Levantándose.

El pajarillo se posa en la boca del fusil, el soldado Efraím sacude su arma y ésta se dispara.

_MILITAR ISRAELÍ 1: Joder!!! Que es un puto pájaro …

_MILITAR ISRAELÍ 2: ¡¡ Pues eso, a matar pájaros Emanuel!!

Niño_palestino_y_judío_abrazados

Ya nunca será posible la reconciliación. Y quien la sostenga nos vende humo. La cosa no tiene vuelta atrás. Todos los niños mutilados, todas las niñas huérfanas darán en herencia a su prole el odio y la rabia. Y el amor, el remedio de todo, el único amparo que es digno de llamarse así, está desajustado y roto en ese territorio para siempre. El mestizaje, la única solución posible: “Cuando mis nietos tengan la sangre de mis enemigos en sus venas se arreglará todo, mi alma descansará”. Entonces, irremediablemente y como un riguroso y preciso resorte, aprenderemos a ser enemigos de otra sangre… Es un bucle canalla del que es imposible zafarse.

¿Y quién dará alivio al dolor de una madre que sostiene en sus brazos a su criatura desangrada?, el peso leve del amor de su vida. El cuerpo de un niño de apenas siete años asesinado por un militar judío, adulto, en plenas facultades de lo que hace, con órdenes estrictas de lo que debe matar, y asesinar con la firme convicción de hacerlo. ¿Cómo se alivia ese dolor, ese tormento ya para el resto de su vida? ¿qué hay que hacer para aliviarlo? Maldigo el Dios nacido del odio y de la envidia del ser humano, maldigo las religiones, maldigo a esos políticos y militares que han llegado a esto. Pero el alivio de esa mujer, de esa madre, no la olvidemos, ya no puede proporcionarse. Queda rota de por vida. Muerta en vida. Mejor morir que recordar cada día el leve peso de su criatura muerta en sus propios brazos. Es un recuerdo que se te queda en cada músculo. No se puede desunir ese recuerdo del dolor físico. Los brazos de esas madres recuerdan el peso exacto de su criatura muerta, para siempre.

Testigos del terror. Una madre palestina habla sola en un pasillo estrecho y miserable. Espejos rotos por todo el espacio: un trozo colgado aún de la pared, otro pedazo desmoronado por el suelo… Se va manchando la cara con la mezcla de agua y ceniza que va amasando con sus propias manos en un capazo que tiene delante de sus rodillas. La mezcla le va poniendo blanco su rostro, blanco como la cal.

MADRE PALESTINA: A mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba, ciega. Salvaje selva, áspera y fuerte, que me devuelve el terror al pensamiento. Amargo como la muerte fue mi paso por esa senda de infierno y horror. Nadie acudió a nosotras para salvarnos. Estaba como dormida, sumida en un sueño irreal, en una profunda pesadilla. Era un valle donde el corazón aterrado se paraliza. Porque era de noche y no amanecía, una noche eterna que está escondida y llena de maldad. Con tanta angustia y aliento anhelante vi a las mujeres que allí aparecían. Traspasaban la vida, aquí en la muerte. Entonces, vi a una niña sola y perdida que sin su madre miraba como una loca la aguja del agua roja y podrida. Se puso delante mía y no me dejaba paso. Quería algo, pero su voz no le salía de su pequeño cuerpo, no vibraban sus cuerdas vocales. Abría su boca a punto de desencajarse, desfigurada no salía ningún sonido de ella. Quise dar la vuelta y no pude. Entonces comenzaba un nuevo día, y el sol se alzaba al par de las estrellas, que junto a él, el gran amor divino.

Para unos segundos su relato. Se da golpes por toda la cara con sus manos.

Me pareció que contra mí venía un león de piel manchada, con la cabeza erguida y hambre fiera, y hasta temerle parecía el aire. Y una loba de desgracias preñada puso su hocico en mi lengua hasta rasparla con la suya. Tantos pesares ésta me produjo, con el pavor de verla me causaba, que perdí la esperanza de salir de allí. Tal la bestia sin tregua me olfateaba, viniendo hacia mí muy lentamente me empujaba hacia allí donde el sol calla. Mientras que yo bajaba por la cuesta, se me mostró delante de los ojos alguien que en su silencio creí mudo. ¡¡Apiádate de mí!! Sombra u hombre vivo, seas quien seas, yo le grité. Hombre no soy, dijo él, hijo no he nacido, de vientre no broto. Del infierno soy el dueño y del horror la cabeza. Entonces, se reclinó sobre mis piernas y puso su cara en mis blancas rodillas heridas de tanto arrastrarme. Mala bestia, otra más, se hizo dueña de mi voluntad y supo poner el cielo a la altura de un horizonte vago y oscuro. ¡Qué no me dejaba respirar profundo ni una sola vez! Alterada así estaba, con honda ansiedad supe que allí las unas morían, y las otras desaparecen en un amasijo de pulsos y venas. Gaza, Rafah, Palestina. Pues esta bestia, que gritar te hace, no deja a nadie andar por su camino, mas tanto se lo impide que las mata. Y es su instinto tan cruel y perverso que nunca sacia su ansia codiciosa, y después de comer más hambre aún tiene. Ésta arrojará a pueblos enteros al abismo y pronto os olvidaréis de su pasión y enfermedad y por ello, por vuestro olvido nada inocente, daréis paso a otros engendros, seres aún más enfermos, que piden rabiosos y codiciosos. Que exigen la leche tibia y la sangre caliente como su alimento.

La madre palestina calla, mira a una pared del apestoso pasillo, aterrada se ve reflejada en un fragmento de espejo. Cierra los ojos con mucha fuerza. Suena el viento y un reloj. Se queda dormida, abatida de tanta ansia.

“Y de lo que no se puede hablar, mejor guardar silencio.

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Su cabecita cae para atrás, su cuellecito tronchado.

De la resistencia a la revolución

by Ramón Flores

Resistnècia_Romaní

No fue Auschwitz. Fue la dignidad.

El 16 de mayo de 1944, cientos de gitanos presos en el campo de exterminio se rebelaron. No tenían armas. Tenían rabia. Y mucha dignidad.

Ochenta años después, seguimos recordándolo como un acto heroico. Y sí, lo fue. Pero si solo lo convertimos en ceremonia y discurso, lo estamos convirtiendo en activismo de museo. En un monumento que solo mira al pasado.

El mito de la resistencia es una trampa con incienso: parece sagrado, pero huele a jaula. Porque si solo sabes resistir, estás jugando a perder. Como si ser gitano fuera una suscripción vitalicia al modo supervivencia. Y no. No hemos venido a aguantar. Hemos venido a vivir. Y no, ser gitano también es tener derecho a liderar, a transformar, a construir. A jugar el partido sin empezar perdiendo.

Nos han repetido tantas veces el mantra que casi cuela: que hay que resistir, que hay que inspirarse en los «gitanos que lo lograron», en los «referentes». Como si la única forma legítima de existir fuera triunfar en prime time.

Error de sistema: Ser digno no es un privilegio reservado a los referentes. Ser libre no es que la sociedad mayoritaria te dé una palmadita y te diga lo buen ciudadano que eres. Cambiar las cosas no pide perfección, solo decisión, porque el cambio no empieza por salir en la portada de El País.

La revolución está en una chica que levanta la mano para decir lo que tiene que decir, aunque el miedo le esté mordiendo el estómago. Con un chaval que se mete en el consejo estudiantil como quien se cuela en Hogwarts siendo muggle: sin permiso, pero con un par.

En esa familia que no acepta que la traten como sospechosa en la consulta médica. Y no hacen discursos. Hacen vida.

La revolución gitana no tiene final feliz ni banda sonora épica. No hay desfiles ni discursos motivacionales. Es un grupo de chavales que decide organizarse, formarse y ocupar espacios sin tener que justificarse por existir.

Y ahí está el punto: no se trata solo de participar como gitanos. Se trata de ser parte activa de lo común. Ecologismo. Feminismo. Derechos digitales. Justicia social. Nos han querido encerrar en el activismo étnico como si fuera un corralito con buenas intenciones.

Pues no.

No tenemos que elegir entre ser gitanos o ser ciudadanos. Somos ambas cosas y, además, podemos reventar el sistema, desde dentro. Porque el presente no se escribe desde los márgenes.

No es necesario pasar por el aro de la asimilación. No se trata de encajar en una silla ajena, sino de ampliar la mesa. De cambiar las reglas sin pedir permiso para estar.

Porque nos hemos creído el cuento de la «vulnerabilidad». Nos hemos puesto la etiqueta de «personas racializadas» como si fuera una medalla, como si ser pobres o marginados fuera una identidad digna de aplauso. Nos hemos vendido sin darnos cuenta. Hemos aprendido a hablar de nuestra opresión como si fuera el único relato que nos define, como si el dolor fuera un pasaporte a la legitimidad.

Y lo peor: nos ha gustado. Porque es más fácil dominar el lenguaje de la lástima que el de la revolución. Nos hemos puesto la corona de víctimas perpetuas. Nos hemos acomodado en el papel de los oprimidos que inspiran lástima, los que siempre «superan adversidades» pero nunca las dinamitan. Para que nos den like en sus paneles de diversidad.

Pero basta.

Somos resistentes, sí, pero obstinados, feroces e insumisos. Y, sobre todo, no necesitamos que nadie nos dé permiso para dejar de llorar y empezar a romper cosas.

Este 16 de mayo conmemoramos. Por supuesto. A quienes resistieron cuando no quedaba otra. Pero también nos toca decir, alto y claro, que resistir ya no debería ser nuestra estrategia ni nuestra razón de ser.

La memoria de nuestros antepasados no es una lápida para cargar, sino un fuego para iluminar caminos que ellos no pudieron recorrer.

Ahora toca transformar. Crear. Participar. Liderar. Sin clichés. Sin tutelas.

No más héroes solitarios. Queremos enjambres. Movimiento. Estrategia. Barrios que no pidan perdón. Juventud sin miedo.

Porque la memoria sin acción es nostalgia. Y nosotros no hemos venido a llorar.

No hemos sobrevivido siglos de persecución para convertirnos en una nota al pie en la historia de otros. Hemos resistido para reescribir la historia. Con tinta propia. Y sin pedir permiso.

No necesitamos más «referentes». Queremos que dejes de necesitarlos.

Genealogía del antigitanismo: la buena fe y la mala sangre

by Ismael Cortés Gómez

Condenado por la Inquisición _ Lucas Velázquez, Eugenio

*Condenado por la Inquisición. Lucas Velázquez, Eugenio. 1860. Museo Nacional El Prado

 

“Cristianos viejos sin raza de judío ni de moro ni de herejes.”

“No es posible que el árbol malo dé buen fruto; la sangre infectada mancha la pureza de la fe.”

“Para mantener la paz del reino, es necesario que todos sus súbditos compartan la misma fe.”

 

Estas frases, atribuidas a Tomás de Torquemada, resumen con claridad aterradora el imaginario que vertebró la construcción de la unidad de los reinos de España entre los siglos XV y XVI: una nación que no se definía tanto por fronteras geográficas, cuanto por fronteras de sangre y de fe unificada, de genealogía depurada y de obediencia al Rey.

Este 8 de abril de 2025, el rey Felipe VI preside un acto institucional en el Congreso de los Diputados con motivo de los 600 años de la llegada del pueblo gitano a España. Este aniversario, más allá del gesto simbólico, nos obliga a repensar la historia desde una mirada crítica. ¿Cómo se ha construido un Estado que durante siglos ha excluido sistemáticamente al pueblo Gitano?

La construcción del Estado no es el resultado de un proceso democrático reciente, sino de una ingeniería político-religiosa cuidadosamente diseñada desde el siglo XV. En 1479, con la unión dinástica de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, se sentaron las bases de un proyecto de monarquía común que, sin borrar del todo las autonomías de cada reino, los subordinó a un ideal compartido: una sola fe, un solo rey, una sola lengua.

La incorporación de Navarra entre 1512 y 1515, bajo la presión militar de Fernando el Católico, completó el mapa político peninsular. Bajo Carlos I y Felipe II, este proyecto tomó forma imperial, con una administración cada vez más centralizada, una Inquisición poderosa, una lengua dominante (el castellano) y la imposición de la fe católica tanto dentro como fuera del continente. La unidad no se construyó solo desde el poder político. Se impuso desde la religión como forma ideológica de poder. La fundación del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición (1478), la expulsión de los judíos (1492), las conversiones forzadas de musulmanes (1499) y la posterior expulsión de los moriscos (1609–1614) fueron los pilares de una política de homogeneización espiritual que pretendía convertir al reino en un cuerpo moral único.

La Inquisición tuvo un alcance político, racial y social: se centró en la «limpieza de sangre» y no solo en cuestiones doctrinales. Se convirtió en un aparato del Estado, usado para disciplinar no solo la fe, sino el comportamiento y el linaje de los súbditos. En este contexto emergió el ideal del “cristiano viejo” como modelo excluyente de ciudadanía. No bastaba con adoptar la fe católica: había que serlo desde la sangre, sin “manchas” de ascendencia judía, musulmana o herética. A través de los estatutos de limpieza de sangre, se exigía probar, con genealogías que se remontaran hasta los bisabuelos, que uno no descendía de conversos. Los bautismos, los testamentos, las partidas parroquiales se transformaron en instrumentos de vigilancia. El bautismo perdió así su función espiritual y fue convertido en un acto burocrático. La fe ya no se vivía: se rastreaba. La ortodoxia era hereditaria. Como expresó Torquemada: “La sangre infectada mancha la pureza de la fe.”

El Edicto de Granada de 1492, que obligó a todos los judíos no conversos a abandonar el reino, fue el primer gran acto de limpieza étnica-religiosa. En 1499, el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros —arzobispo de Toledo y sucesor de Torquemada como confesor real— rompió los acuerdos de tolerancia con la población musulmana de Granada, quemó ejemplares del Corán en la plaza Bib-Rambla y forzó su conversión bajo amenaza de expulsión. En ese mismo año de 1499, en medio de esta atmósfera de fervor inquisitorial, los Reyes Católicos firmaron en Madrid la primera Pragmática contra los gitanos -redactada por el cardenal Cisneros-. Aunque los gitanos no eran herejes ni representaban una amenaza doctrinal, su estilo de vida —nómada, sin gremio, sin señor, sin adscripción a territorio alguno— los convirtió en enemigos del orden político y religioso. La ley les prohibía el nomadismo, les exigía asentarse, adoptar oficios reglados y vivir bajo vigilancia fija. Si no lo hacían, serían castigados con azotes, trabajos forzados o la expulsión.

Durante más de dos siglos, el pueblo gitano fue sometido a una legislación que alternaba entre la asimilación forzada y la persecución violenta. Desde nuevas leyes en el siglo XVI hasta la Gran Redada de 1749, su persecución fue constante. A los ojos del Estado, los gitanos eran irredentos, indómitos, imposibles de integrar, portadores de una rebeldía esencial.

En 1631, el jurista Juan de Quiñones de Benavente escribió el Discurso contra los gitanos, una pieza brutal que sintetiza la ideología estatal del momento: “Por su misma naturaleza son enemigos de la policía y del gobierno, y no se puede esperar fruto alguno de su enmienda.” Esta afirmación va más allá del campo de la teología y entra en el campo del discurso racial: establece que hay grupos humanos cuya naturaleza los hace enemigos de la sociedad. Ya no se trata de castigar conductas, sino de eliminar esencias. No hay redención posible. Es el paso decisivo hacia un racismo institucional, anterior a las teorías biológicas del siglo XIX, pero ya perfectamente articulado: con sus archivos, sus leyes, y su aparato burocrático de vigilancia y castigo.

La unidad de los reinos de Castilla, Aragón y Navarra no fue solo un proyecto territorial: fue un sistema ideológico que impuso una forma de ciudadanía vinculada al linaje de la sangre y a la uniformidad cultural. En esa España, judíos, moriscos y gitanos fueron los “otros internos”: tolerados a veces, perseguidos a menudo, siempre convertidos en los chivos expiatorios de los pecados de la patria.

El acto del 8 de abril de 2025, presidido por el rey Felipe VI, no debe convertirse solo en un ritual simbólico. Si queremos honrar los 600 años de presencia del pueblo Gitano en España, debemos mirar con seriedad la historia de la marginación y la violencia institucionalizada, de estigmatización persistente y de exclusión normalizada por el Estado.

Por lo tanto, conmemorar sin estudiar, recordar sin comprender, celebrar sin reparar, equivale a repetir los errores del pasado. La historia de España necesita recuperar la memoria no desde la épica, sino desde el análisis de las estructuras que sostuvieron el racismo, el clasismo y la exclusión. La genealogía del antigitanismo no debe permanecer en los márgenes de la historia nacional. Debe ocupar un lugar central en los planes educativos de nuestro sistema escolar obligatorio.

El papel de los confesores reales —Torquemada y Cisneros en particular— fue central en esta maquinaria. No solo guiaban la conciencia espiritual de los monarcas, sino que definían el bien y el mal a escala de razón de Estado. Eran guardianes de la fe monárquica, pero también ingenieros del alma colectiva, moldeadores de un cuerpo social que debía ser homogéneo. Lo inquietante es que este pensamiento teológico-político no desapareció; con el paso de los siglos reapareció, se transformó, persistió en otras formas. Cada régimen pasado (o proyecto presente) que ha soñado (o sueña) con una nación purificada, se ha inspirado en esta herencia inquisitorial. Y en el centro, persiste una idea: que el orden solo puede nacer de la uniformidad. Y que todo lo que se desvíe —en fe, en origen, o en costumbre— debe ser corregido o eliminado.

 

Ismael Cortés, Profesor Asociado en la Catedra UNESCO de Filosofía para la Paz, Universitat Jaume I.

Investigador Postdoctoral – Departamento de Historia Europea y Estudios Culturales, Universidad de Heidelberg

X: @Ismael_CortesG

 

 

 

La discriminación detrás del algoritmo

by Ramón Flores

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Mientras navegamos entre la tradición de las comunidades gitanas y nuestra relación con la tecnología, observamos un fenómeno perturbador: la discriminación que este pueblo ha enfrentado durante siglos no ha desaparecido en la era digital—simplemente se ha transformado, ocultándose en los algoritmos que gobiernan nuestras vidas.

En el Día Internacional contra el Racismo, el mundo reflexiona sobre las manifestaciones evidentes de discriminación, pero existe una nueva frontera del prejuicio que permanece casi invisible: el racismo integrado en los sistemas de inteligencia artificial que ahora toman decisiones cruciales sobre nuestras vidas, desde la concesión de préstamos hasta la selección de candidatos para empleos.

Cuando buscamos términos como «gitano» o «romaní» en Google, las sugerencias automáticas revelan inmediatamente el problema: estos términos aparecen persistentemente asociados con «robos», «estafas» o «problemas». Esto no es una casualidad tecnológica, sino el resultado directo de sistemas entrenados con datos históricos impregnados de prejuicios.

Ya la investigación de Safiya Noble en Algorithms of Oppression (2018) nos daba una pista sobre lo que se avecinaba. Este estudio documenta lo que experimentan muchas personas diariamente: al buscar términos racializados como «chicas negras», los resultados son predominantemente sexualizados y degradantes, mientras que las búsquedas de «chicas blancas» ofrecen representaciones mucho más dignas y diversas. Este mismo patrón discriminatorio afecta a la comunidad gitana en el ecosistema digital.

La discriminación perpetuada por la inteligencia artificial va mucho más allá de los motores de búsqueda. Los grandes modelos de lenguaje y los sistemas de IA generativa, cada vez más presentes en procesos de selección laboral, concesión de créditos y asignación de recursos públicos, crean barreras invisibles pero infranqueables para la comunidad gitana, reproduciendo sesgos históricos con una nueva capa de aparente objetividad tecnológica.

En las redes sociales, experimentamos lo que llamo «moderación selectiva». Expresiones culturales gitanas son frecuentemente marcadas como «inapropiadas», mientras que el contenido antigitano permanece accesible bajo el amparo de la «libertad de expresión». Incluso las tecnologías de vigilancia presentan tasas de error significativamente más altas cuando analizan rostros de personas gitanas, exponiendo a la comunidad a riesgos adicionales en contextos de seguridad donde ya sufren una vigilancia desproporcionada.

La crueldad de esta discriminación digital reside en su paradoja: mientras la imagen estereotipada es hipervisible en el ecosistema digital, las voces auténticas permanecen sistemáticamente silenciadas.

Los sistemas de IA que controlan qué contenido se vuelve viral y cuál permanece invisible raramente promueven voces gitanas auténticas. Estos modelos de inteligencia artificial, entrenados con corpus de datos que infrarrepresentan nuestras experiencias, sistemáticamente suprimen nuestras narrativas mientras amplifican contenidos estereotipados sobre nuestra comunidad.

Las bases de datos que alimentan los sistemas de IA contienen, predominantemente, imágenes estereotipadas o folclóricas de gitanos, con escasa representación de nuestra diversidad profesional, académica y social actual.

Cuando una niña gitana busca imágenes de «médicos», «científicos» o «empresarios» y no puede verse representada, el mensaje implícito sobre su potencial futuro resulta devastador. Me pregunto cuántos talentos de la comunidad nunca alcanzarán su pleno desarrollo porque un algoritmo les sugirió, sutil pero persistentemente, que ciertos caminos no estaban destinados a ellos.

Sin embargo, existe esperanza. En esta fase temprana, aún estamos a tiempo de desarrollar formas innovadoras de resistencia digital. Desde la creación de conjuntos de datos más representativos hasta auditorías ciudadanas de algoritmos; debe surgir un movimiento para descolonizar el espacio digital y reclamar una narrativa propia. El Consejo de Europa ha comenzado a reconocer la necesidad de evaluaciones de impacto étnico en el desarrollo tecnológico, aunque estas medidas resultan insuficientes sin la participación directa de las comunidades afectadas.

Necesitamos un enfoque integral que incluya auditorías independientes específicas para modelos de IA, con métricas claras sobre su impacto en comunidades marginadas como la gitana, mayor diversidad en los equipos que desarrollan y entrenan estos sistemas de inteligencia artificial, acceso prioritario a educación en IA para nuestras comunidades, y marcos regulatorios que exijan no solo transparencia sino responsabilidad por el daño que estos sistemas pueden causar cuando reproducen sesgos históricos.

La tecnología no es inherentemente discriminatoria, pero tampoco es naturalmente justa. Los modelos de IA amplifican y perpetúan los sesgos presentes en sus datos de entrenamiento, y cuando estos datos reflejan siglos de marginación del pueblo gitano, el resultado es una discriminación automatizada y a escala sin precedentes, ahora legitimada por una falsa aura de objetividad matemática.

El código se ha convertido en el nuevo lenguaje del poder y debe ser sometido al mismo escrutinio crítico que aplicamos a otras estructuras sociales. La justicia social en el siglo XXI debe incluir también la justicia algorítmica. Solo así podremos asegurar que la revolución digital no reproduzca las mismas jerarquías étnicas que han marcado nuestra historia colectiva.

Ya en Cataluña, entidades como Rromane Siklovne están explorando activamente esta problemática, investigando los sesgos algorítmicos que afectan a nuestra comunidad y explorando cómo desarrollar metodologías para documentar y contrarrestar la discriminación digital, marcando un camino prometedor hacia la justicia algorítmica desde nuestra propia perspectiva.

La identidad gitana y nuestra educación tecnológica nos sitúan en una posición única para observar esta discriminación evolutiva. Vivir esta dualidad nos debe enseñar que los prejuicios más peligrosos son aquellos que se ocultan tras una fachada de objetividad. Y en el día de hoy, dedicado a confrontar el racismo en todas sus formas, es imprescindible recordar que la lucha por la igualdad debe extenderse también a los algoritmos que, silenciosamente, están dando forma a nuestro futuro común.

 

Empoderamiento y Fe: El Rol de la Mujer Gitana en la Transformación Social

by Aaron Giménez Cortés

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A lo largo de la historia, las mujeres han desempeñado un papel clave en la transformación social, a menudo desde posiciones invisibilizadas. En el caso del pueblo gitano, marcado por siglos de discriminación y lucha por la dignidad, las mujeres han sido agentes fundamentales de cambio. Este artículo explora cómo, a través de la Iglesia Evangélica de Filadelfia, las mujeres gitanas han impulsado transformaciones profundas en la comunidad de Manresa, desafiando prejuicios y promoviendo nuevas dinámicas sociales y espirituales.

El pueblo gitano ha sido históricamente perseguido y estigmatizado en España, enfrentando más de 250 pragmáticas de exclusión, desde 1499 hasta 1749, destacando en este periodo el intento de exterminio del pueblo gitano llamado La Gran Redada. En este contexto de exclusión, la comunidad ha desarrollado estrategias de resistencia, entre las que se encuentra la adhesión al cristianismo evangélico, un movimiento que ha crecido de forma exponencial en las últimas décadas y que ha tenido un impacto significativo en la estructura social de las comunidades gitanas.

La Iglesia Evangélica de Filadelfia ha jugado un papel central en la identidad gitana contemporánea, promoviendo valores de unidad, transformación personal y social. Esta iglesia ha sabido adaptar su estructura y mensaje a la cultura gitana, permitiendo que sus miembros encuentren en ella un espacio de pertenencia y empoderamiento. La integración del evangelismo en la vida gitana ha llevado a la adopción de principios que favorecen la convivencia, la erradicación de la marginalidad y la educación como herramienta clave para el desarrollo de la comunidad.

La Tía Teresina fue una figura clave en las transformaciones de la comunidad gitana de Manresa

La Tía Teresina fue una figura clave en las transformaciones de la comunidad gitana de Manresa

En Manresa, la llegada del evangelismo en los años 70 marcó el inicio de una transformación social liderada por mujeres. Uno de los nombres clave en este proceso fue el de Teresa Hernández Pubill, conocida como la Tía Teresina, quien se convirtió en una figura de autoridad moral dentro de la comunidad a través del impulso de la Iglesia Evangélica de Filadelfia en Manresa.

La Tía Teresina fue una de las primeras mujeres en adoptar el evangelismo y, a través de su liderazgo, promovió la consolidación de la Iglesia Evangélica de Filadelfia en Manresa. Su perseverancia y compromiso fueron esenciales para mantener viva la congregación en sus primeros años, asegurando su sostenibilidad económica y su expansión entre la comunidad gitana local. Además de su influencia religiosa, su labor social ayudó a cohesionar a la comunidad, promoviendo la resolución de conflictos internos y el fortalecimiento de los lazos familiares bajo principios cristianos.

El impacto de esta transformación no solo se limitó al ámbito religioso, sino que también afectó áreas fundamentales como la educación y la igualdad de género. Las mujeres gitanas, al encontrar en la iglesia un espacio de liderazgo y reconocimiento, comenzaron a asumir roles de mayor responsabilidad en la comunidad, rompiendo estereotipos que las vinculaban exclusivamente al ámbito doméstico. Este liderazgo femenino contribuyó a generar conciencia sobre la importancia del acceso a la educación y al empleo, factores clave en la lucha contra la exclusión social.

La figura de la Tía Teresina es un claro ejemplo de cómo las mujeres gitanas han sido agentes de cambio. Su papel trascendió la esfera religiosa y se convirtió en un modelo de empoderamiento dentro de la comunidad. Su liderazgo no solo fortaleció la iglesia, sino que también promovió valores de educación, respeto y superación personal entre los gitanos de Manresa. Gracias a su incansable labor, muchas mujeres se sintieron inspiradas a involucrarse en la iglesia y en iniciativas comunitarias que promovían el bienestar y la cohesión social.

A través del evangelismo, muchas mujeres gitanas han encontrado herramientas para transformar sus vidas y las de sus familias. La comunidad evangélica ha fomentado la formación académica de los jóvenes, contribuyendo a la presencia de gitanos en la educación secundaria y universitaria, algo poco común en décadas pasadas. Además, ha sido un espacio donde la mujer ha podido ejercer su liderazgo sin los límites impuestos por otras estructuras tradicionales. En este sentido, la iglesia se ha convertido en un motor para la movilidad social, ofreciendo a las mujeres oportunidades que antes les estaban negadas.

Otro aspecto clave ha sido el papel de la iglesia en la erradicación de hábitos perjudiciales dentro de la comunidad. El evangelismo promovió cambios significativos en la vida cotidiana de los gitanos, fomentando el abandono del consumo de drogas y alcohol, así como la reducción de prácticas violentas. Este proceso ha sido liderado principalmente por mujeres, quienes han servido de ejemplo y guía dentro de la comunidad.

El caso de la Iglesia Evangélica de Filadelfia en Manresa demuestra que el cambio social dentro de la comunidad gitana ha estado, en gran medida, impulsado por mujeres. A través de su compromiso y liderazgo, han logrado transformar estructuras y valores, rompiendo con estigmas y promoviendo nuevas oportunidades para las futuras generaciones.

Las mujeres gitanas han sabido utilizar los espacios disponibles para generar transformaciones desde dentro, como lo hizo la Tía Teresina en Manresa. Su historia es testimonio del poder de la mujer gitana como agente de cambio, y un ejemplo inspirador de resistencia y transformación social. A través del evangelismo, lograron redefinir su papel dentro de la comunidad, fomentando el desarrollo y la igualdad, y sentando las bases para un futuro en el que la educación y la inclusión sean pilares fundamentales para el pueblo gitano.

 

 

 

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