16 de mayo, Día de la Resistencia Romaní

por Pedro Casermeiro

16 de Mayo, Insurrección Romaní

El 16 de mayo nos trae siempre una pequeña brizna de esperanza, la esperanza de que en algún momento seremos más fuertes que el racismo y podremos ser un pueblo libre del estigma y la opresión que nos persigue desde que Europa se empeñó en ser blanca para poder ser ella misma.

El dramático momento en el que vivimos inmersos está consiguiendo que aflore lo mejor y lo peor de la sociedad, la solidaridad, pero también el rechazo. Solidaridad con quien es visto desde la uniformidad y desde una aparente adecuación a las normas excepcionales del momento; y el rechazo con quien no se quiere que forme parte de esa homogeneidad. Nótese que no me refiero a quién realmente se adecúa a la norma y a quién no lo hace, el racismo y el rechazo son siempre irracionales, el sentimiento va muy por delante de la razón.

Desde el principio de esta pandemia el trato diferencial se hizo notar. Mientras que con unos ciudadanos se pide responsabilidad, con otros se exige control. Mientras que a los hinchas del Valencia CF que viajaron a Italia se pidió responsabilidad en el partido que en Italia han definido ya como el punto 0 de la pandemia en Lombardía, con unos jóvenes gitanos que celebraron un culto religioso en la calle se pidió la intervención del ejército. Mientras que con la mayoría se pide responsabilidad en el respeto a las normas para salir a la calle, para con otros ciudadanos, en este caso los gitanos de Santoña, se pide una ‘especial vigilancia’, recordando el antiguo código de la Guardia Civil por el que debía ‘vigilarse escrupulosamente a los gitanos’.

Podríamos seguir con más ejemplos pero mejor no alargar este escrito. Tampoco voy a enumerar aquí todos los agravios que la historia de este país ha presenciado y silenciado con el Pueblo Gitano, simplemente querría constatar que la dinámica ha sido siempre la misma: aniquilar la diferencia que representa el Pueblo Gitano, asimilándola y oprimiéndola. La respuesta mayoritaria de los medios de comunicación y de las instituciones públicas durante estos días respecto al Pueblo Gitano ha sido muy clara, señalar, controlar, oprimir, aunque las conductas fueran exactamente las mismas que las de muchas otras personas no gitanas.

En momentos de tensiones nacionales siempre resurge con fuerza la idea de que la solución al problema, fuere cual fuese, debe pasar por la homogeneización cultural, por culpar a los diferentes, a esos a los que se odia, aunque no tenga ningún sentido racional. Así estamos desde antes incluso que los gitanos pisasen la península ibérica. Ya a los judíos se les acusaba de todos los males económicos en el siglo XIV y no se dudaba en intentar aniquilarlos ante cualquier crisis.

El devenir de los siglos fue siempre el mismo. En el siglo XX tenemos el Holocausto y la guerra de los Balcanes como los grandes exponentes de que los problemas se solucionan con la ‘limpieza de sangre’, la misma idea que llevó a los reyes católicos a expulsar a árabes y judíos, y a iniciar el etnocidio del Pueblo Gitano. Ahora, en pleno siglo XXI, se acusa a los gitanos en toda Europa de no respetar el confinamiento, como si los centenares de miles de multas que se ponen en este país por no respetar el Estado de Alarma fueran a gitanos, pero esto no va de verdades, va de irracionalidades, de odios, de rechazos, los argumentos ya se inventarán después.

Hace justo un año, por esta misma fecha, defendía el 16 de mayo como un día en el que celebrar las pequeñas batallas que le hemos ganado al antigitanismo en los últimos tiempos, aunque la guerra la estemos perdiendo. Este año estamos perdiendo una batalla muy importante. Los medios de comunicación cada vez más tienden a inhumanizar a las personas gitanas, los políticos en general prefieren mirar hacia otro lado, puesto que lo importante ahora mismo no es el racismo, es la lucha contra la pandemia.

Para haber ganado esta batalla hubiéramos necesitado que no nos hubiesen tratado única y exclusivamente como un colectivo de personas marginadas y pobres; hubiéramos necesitado que el alcalde de Santoña fuera destituido, que su partido lo apartase y pidiese disculpas; hubiéramos necesitado que el gobierno retirase al Comisionado del Polígono Sur; hubiéramos necesitado que se abriese una investigación a la Ertzaintza por obstaculizar las denuncias de personas gitanas; hubiéramos necesitado un poco de ética, sólo un poco, por parte de los medios de comunicación; hubiéramos necesitado que este país no mirase hacia otro lado, que no buscase chivos expiatorios.

Lamentablemente esta batalla perdida ante el antigitanismo ha abierto las puertas de algo peor. El pasado 6 de mayo un hombre gitano perdía la vida a manos de un escopetero que pensaba que le estaban robando. La reacción en los medios de comunicación y de las redes sociales fue unívoca, “pobre campesino cuya vida ha sido arruinada por culpa de un gitano que le quería quitar una habas del campo”. Escuchando la reacción de los medios de comunicación parece que el gitano no era una persona, que era una alimaña y como tal había que tratarla. No había presenciado nada así en mi vida. Pronto aparecieron en las redes sociales los mensajes de apoyo al asesino, vitoreándolo, alzándolo a la categoría de héroe nacional y llamando incluso al exterminio del pueblo gitano. Comentarios así han sido inauditos en este país.

La maldita realidad racista que afrontan nuestros primos en otros países europeos, donde no pasa un año sin que se produzcan asesinatos o pogromos antigitanos, ya no es una realidad nada distinta a la nuestra. Ahora tenemos exactamente los mismos ingredientes que en esos países que vemos tan alejados: la extrema derecha cabalga a sus anchas, los discursos de odio aumentan en las redes –se hacen llamamientos a crear grupos paramilitares y a aniquilar al Pueblo Gitano–, los medios de comunicación deshumanizan a las personas gitanas –en el mejor de los casos nos tratan como monos de feria–, políticos que utilizan las instituciones de todos para ejercer su odio y opresión contra nosotros, y la ciudanía que mira hacia otro lado, probablemente porque no quiere escuchar a los que interpretan que no formamos parte de su uniformidad para afrontar los problemas del momento.

Salvo que haya una respuesta tajante y unánime de las principales instituciones de este país y se ponga fin al vilipendio de nuestro pueblo, es decir, salvo milagro, lo peor está por llegar.

16 de Mayo de 2020, Día de la Resistencia Romaní.