16 de Mayo, un día para seguir resistiendo al racismo

por Pedro Casermeiro

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El 16 de mayo se ha convertido en un día muy simbólico para el movimiento asociativo gitano de toda Europa, se conmemora la Insurrección Romaní que tuvo lugar en el Campo de Exterminio de Auschwitz-Birkenau, en el conocido como campamento de la familia gitana. El 16 de mayo de 1944 los gitanos y gitanas del campamento estaban esperando la llegada de las SS para trasladarlos –seguramente a las cámaras de gas–, y decidieron organizarse y defenderse hasta las últimas consecuencias. Montaron barricadas y utilizaron herramientas de trabajo como armas. Fue la única revuelta exitosa dentro de un campo de concentración nazi de la que se tiene constancia. Las SS tuvieron que abandonar el campamento gitano. Fue una pequeña batalla ganada, aunque la guerra se perdió. El 2 de agosto de ese mismo año, los 2.897 ancianos, mujeres y niños que seguían en ese mismo campamento fueron gaseados, previamente trasladaron a los hombres a otros campamentos.

No obstante, el 16 de mayo es una fecha para celebrar la resiliencia del Pueblo Gitano. No es una fecha para recordar exclusivamente a las víctimas romaníes de la barbarie –que también–, sino que es una fecha para celebrar la valentía y el espíritu combativo de los que allí estuvieron y de todo un Pueblo que, a pesar de más de cinco siglos de persecución institucional en toda Europa, aquí seguimos.

Nuestra historia es una historia de resistencia y de superación, una historia en la que nuestros predecesores decidieron seguir siendo gitanos aunque eso les costase demasiado caro. No obstante, hay que dejar bien claro que la voluntad de nuestro Pueblo nunca fue la de mantenernos al margen de la sociedad, todo lo contrario, nuestro acervo cultural demuestra que estuvimos abiertos a compartir y aprender de todos y cada uno de los pueblos con los que convivimos. A nadie se le escapa que varias de nuestras incomprendidas tradiciones son, en realidad, herencia del catolicismo, adquiridas una vez llegamos a la península.

Sin embargo, la historia de este país ha sido construida teniendo en cuenta una única narrativa, la de los que triunfalmente conquistaron el mundo y aniquilaron cualquier atisbo de diversificación cultural y religiosa. El relato construido sobre el Pueblo Gitano ha sido la de un colectivo mentiroso y delincuente, que desde hace siglos no hace más que intentar aprovecharse de  las ‘buenas gentes’ de este país.

Nuestra lucha histórica ha sido contra homogeneización cultural de este país desde su estado más embrionario, una lucha para que exista una narrativa colectiva que nos reúna a todos, también desde la gitaneidad, para que se nos tenga en cuenta como Pueblo en el presente y para que se haga justicia con nuestro pasado. Mientras el relato se base en identificarnos como un colectivo socioeconómicamente vulnerable y al que corregir culturalmente –porque nuestra cultura es la culpable de que no nos integremos, dicho con ironía–, seguiremos siendo los malos de la película.

Es necesario que recordemos que la batalla contra el racismo la estamos perdiendo. La situación de completa exclusión en la que actualmente nos encontramos no es únicamente fruto de los más de 500 años de persecución, sino que también es fruto de los hechos y actitudes actuales de nuestros representantes políticos.

No tenemos que ir a buscar ejemplos lejos de nuestras fronteras. Aquí cada año nos encontramos con casos clarísimos de racismo en los que las instituciones públicas son incapaces de actuar contundentemente contra los racistas. Hace muy poquito todos fuimos testigos de pogromos antigitanos en el barrio de Vallecas. ¿Han visto alguna vez que se intente quemar la casa y los vehículos de los familiares de un ‘presunto delincuente’ payo? Muy rara vez habrá pasado, pero con los gitanos es demasiado común –también sucedió en el barrio de Baró de Viver en Barcelona–. Los medios de comunicación y la administración dijeron que se trataba de ‘protestas vecinales’, nadie se atrevió a decir que se trataba de racismo en estado puro. La evidencia de que esas ‘protestas vecinales’ eran racistas es que eran violentas y estaban dirigidas por personas payas contra personas gitanas inocentes. Si eso no es racismo que baje Dios y cambie la definición de racismo.

El día que un gobierno llame racistas, sin apelativos, a quien cometa actos racistas contra los gitanos en su propio territorio, que dé el paso de reconocer que parte de sus vecinos son abiertamente racistas y que hay que actuar contra ello, entonces los demócratas podremos celebrar una victoria. De momento, de ese tipo de victorias, aquí no recuerdo ninguna.

El 16 de mayo es un día para reivindicar la lucha contra el racismo, haciendo un ejercicio de memoria, llamando la atención de lo que sucedió en el pasado y de lo que sucede en el presente, dentro y fuera de nuestras fronteras, apelando a la responsabilidad democrática de nuestros conciudadanos y nuestros representantes políticos.

Y como el 16 mayo va de victorias, permitidme acabar con las que representan, a mi juicio, dos de las últimas batallas más simbólicas ganadas contra el racismo (fuera de nuestras fronteras):

  1. Las manifestaciones organizadas por estudiantes franceses en París en septiembre de 2013 para protestar por la expulsión de Leonarda Dibrani, ordenada por el entonces ministro de interior francés, Manuel Valls. Las protestas duraron varios días y reunieron a millares de personas, principalmente no gitanas, para protestar por las políticas racistas de expulsión de gitanos y gitanas de Francia. Manuel Valls fue llamado al orden por el primer ministro de su partido y tuvo que admitir su error.
  2. La aprobación por parte del Parlamento Europeo, en octubre de 2017, de una resolución contra el antigitanismo orientada a iniciar un proceso de reconciliación entre la minoría gitana y los Estados de la UE, instando a la Comisión Europea a que “en aras de instaurar una confianza mutua que resulta fundamental, cree una comisión de la verdad y la reconciliación con objeto de reconocer la persecución, exclusión y repudio de los gitanos a lo largo de los siglos, a que documente esta situación en un libro blanco oficial, y a que cuente con la participación del Parlamento Europeo y de expertos romaníes en la realización de esta labor.”

Se trata de dos pequeñas victorias, de índole muy diferente, de las que nos debemos enorgullecer, pero sobre todo, sobre las que debemos seguir trabajando para ganarle terreno al racismo, porque una batalla ganada sin afianzarla día a día, sólo nos conduce al mismo lugar de siempre, a la derrota ante el racismo.