Mes: mayo, 2020

La lucha contra el antigitanismo. Una lucha sin tregua.

by Aaron Giménez Cortés

Actualmente estamos viviendo una crisis sin precedentes. La crisis generada por Covid-19, un tipo de coronavirus que se originó en diciembre de 2019 en la región china de Wuhan[1] y que actualmente es una pandemia que tiene consecuencias en muchos países del mundo. Desde el 31 de enero de este 2020, se confirmó el primer caso en España por parte del Ministerio de Sanidad[2]  en la Gomera, Canarias. Poco después, el 25 de febrero de este año, el Departamento de Salud confirmó el primer caso positivo de Covid-19 en Cataluña[3]. Desde entonces la situación sanitaria en el territorio catalán y en todo el Estado español es complicada. Tanto es así, que el 14 de marzo, el Gobierno decretó el Estado de Alarma[4] cobijado por el artículo 116 de la Constitución y éste tras diferentes prorrogas sigue activado, aunque ahora, en fase de «des-escalamiento». Las cifras de personas contagiadas y de muertes por esta pandemia son aterradoras. En el momento en que escribo este artículo, día 13 de mayo de 2020, se considera a nivel global que hay unos 4 millones de casos diagnosticados y casi 300.000 defunciones por Covid-19[5]; en España unos 228.600 diagnosticados y unas 27.000 defunciones; y, en Cataluña[6] unos 56.000 diagnosticados y unas 5.600 defunciones.

No hay duda de que esta situación es muy mala y esta crisis, que es de naturaleza sanitaria, tiene efectos o deriva en crisis política, económica y social. Es decir, la crisis del Covid-19 es una crisis sanitaria, política, económica y social. Sanitaria en tanto que afecta a la salud de las personas, y por tanto, al sistema sanitario de nuestro país que se ha visto desbordado en esta situación. Política porque el reto que tiene por delante la clase política es un reto con mayúsculas, ya que la gestión de toda esta situación no es nada fácil. Económica en tanto que la situación ha obligado a parar la actividad económica a fin de evitar en la medida de lo posible el aumento de contagios y esto está generando una cantidad ingente de ERTEs, de gente en paro, de empresas que no saben si abrirán de nuevo, etcétera. Y social, ya que lógicamente, esto afecta a las familias y a las personas en todo el territorio catalán generando nuevas formas de organización social que afectan a las relaciones familiares, relaciones con los amigos/as, etcétera. Así, pues, una crisis que es de carácter sanitario atraviesa todas las dimensiones de la sociedad, y por tanto no podemos sólo actuar en términos sanitarios en el marco de esta pandemia, sino que tenemos que actuar a todos los niveles dadas las consecuencias de esta situación.

Ahora bien, hay algo que existía antes de esta pandemia y que ahora sigue existiendo, es decir, la situación del Covid-19 no lo ha parado, esto es el antigitanismo. El antigitanismo es la discriminación específica que sufre la población gitana, y que es reconocida mundialmente por diversos organismos e instituciones en la actualidad. La Comisión Europea[7], por ejemplo, ratificada por el Consejo de la Unión Europea y el Consejo de Europa[8], afirma que millones de europeos de origen romaní son objeto de una discriminación persistente, tanto a nivel individual como institucional, así como de una exclusión social a gran escala. Es decir, tal y como indican varios académicos gitanos, el antigitanismo es un tipo específico de racismo que consiste en la hostilidad, el prejuicio, y las conductas racistas dirigidas hacia los gitanos de manera individual o colectiva, tanto ejercido de manera privada como institucional[9]. La situación actual sanitaria prácticamente ha parado la economía, ha trastornado la vida política, ha revolucionado la forma de relacionarnos socialmente, por ejemplo, ya no es raro ir a ver a los padres mediante video llamada en alguna aplicación, pero como se dice popularmente, hay cosas que no cambian. Y el antigitanismo no se ha confinado en casa ni ha parado su actividad.

Sólo necesitamos una vuelta por las redes para darnos cuenta de acusaciones discriminatorias hacia el pueblo gitano acusándolos de ser irresponsables con el confinamiento y, por tanto, de propagar el virus. Sólo a modo de ejemplo, en Twitter podemos encontrar comentarios y tweets del estilo: «Estoy cansado de ver grupos de gitanos de 20 por la calle juntos y a cualquier hora. Y no pasa nada«; «Los gitanos se ve que no les gusta cumplir las leyes de confinamiento«; «Si los gitanos no cumplen como los demás españoles, entonces habrá que hacerles cumplir por la fuerza«.

Además, en los últimos días ha sucedido un crimen espeluznante en Huelva, concretamente en Rociana, donde un hombre de 45 años que iba acompañado de uno de sus 4 hijos de sólo 7 años fue asesinado por otro hombre que estaba vigilando la su finca y «creía que iba a robarle» y le disparó 2 disparos, uno en la cabeza y otro en el pecho. El fallecido, era un hombre gitano y de la misma manera que he puesto de ejemplo antes, sólo necesitamos mirar de nuevo a las redes sociales y nos encontramos con comentarios como: «los gitanos os lo pensaréis dos veces antes de robar«; «gitanos gitaneando que se joda«; «muy grande este señor enseñándole a los gitanos la única ley que conocen, dos tiros bien dados«;  etcétera. Y, esto no hace más que refleja, que el antigitanismo no descansa ni se confina y que por lo tanto, esta es una lucha sin cuartel.

Por eso mismo, y en la línea del IV Plan Integral del Pueblo Gitano en Cataluña[10], en el que uno de los objetivos reza de la siguiente manera: «Mejorar la imagen social del pueblo gitano en Cataluña para luchar contra el antigitanismo» desde el Programa del Pueblo Gitano y la Innovación Social impulsa y propone el 2017 la creación de una ley contra el antigitanismo a fin de tener un marco legal que castigue los delitos de odio en contra de la población gitana. Una ley que se propuso desde el Plan Integral del Pueblo Gitano y fue ratificada por el Consejo del mismo y por diferentes entidades y activistas gitanos/as de toda Cataluña y que actualmente se encuentra en fase de elaboración. Esta ley, viendo los actos descritos arriba, es algo necesario para luchar contra el antigitanismo a fin de tener una sociedad más justa y equitativa.

Por lo tanto, hago un llamamiento a luchar contra esta pandemia global todos unidos, desde el respeto, la tolerancia y la justicia. Porque el antigitanismo es una lacra que no se detiene por nada, pero aquellos que trabajamos por un mundo más justo, en mi caso trabajando para el pueblo gitano, tampoco bajaremos los brazos y haremos todo lo posible para conseguir nuestros sueños. Así pues, emulando al mítico activista por los derechos civiles en EEUU, Martin Luther King, yo tengo un sueño, el sueño de una sociedad que lucha unida contra esta pandemia; el sueño que en la sociedad reine el respeto; el sueño de una sociedad donde no haya antigitanismo.

 

 

Bibliografía

Amador, J. (2016). La “Roma response” al modelo reproduccionista. La educación, nuestra escalera para la transformación social. International Journal of Sociology of Education, 5(2), 144–163.

Council of Europe. Declaration Decl-01.02.2012E of the Committee of Ministers on the Rise of Anti-Gypsyism and Racist Violence against Roma in Europe (2012). Strasbourg.

ECRI. European Commission against Racism and Intolerance, & Council of Europe. General Policy CRI(2011)37 Recommendation No. 13 on combating anti-Gypsyism and discrimination against Roma (2011). Strasbourg.

Jiménez-González, N. (2017). Guía de recursos contra el Antigitanismo. Alicante.

Macías-Aranda, F. (2017). Contributions of the Roma People to overcome Poverty and Antigypsyism through Successful Educational Actions. University of Barcelona.

Nicolae, V. (2006). Towards a Definition of Anti-Gypsyism. Beek-Ubbergen.

 

 

[1]Información extraída de: https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public/q-a-coronaviruses

[2]https://twitter.com/SaludPublicaEs/status/1223370043561598981

[3]https://www.lavanguardia.com/vida/20200225/473782485232/coronavirus-primer-caso-cataluna.html

[4]https://www.lamoncloa.gob.es/consejodeministros/resumenes/Paginas/2020/14032020_alarma.aspx

[5]Entre otros: https://www.bbc.com/mundo/noticias-51705060 y https://elpais.com/sociedad/2020/04/09/actualidad/1586437657_937910.html

[6]https://app.powerbi.com/view?r=eyJrIjoiMjg2NjBkYjQtNWMyZS00YWZlLWIxZWMtM2UyMDAyNDZiYTI2IiwidCI6IjNiOTQyN2RjLWQzMGUtNDNiYy04YzA2LWZmNzI1MzY3NmZlYyIsImMiOjh9

[7]https://rm.coe.int/ecri-general-policy-recommendation-no-13-on-combating-anti-gypsyism-an/16808b5aee

[8]https://www.europarl.europa.eu/doceo/document/A-8-2017-0294_EN.html

[9]Ver la bibliografía.

[10]https://treballiaferssocials.gencat.cat/web/.content/01departament/05plansactuacio/Poble_gitano/Pla_integral_poble_gitano_catalunya_2017_2020.pdf

16 de mayo, Día de la Resistencia Romaní

by Pedro Casermeiro

16 de Mayo, Insurrección Romaní

El 16 de mayo nos trae siempre una pequeña brizna de esperanza, la esperanza de que en algún momento seremos más fuertes que el racismo y podremos ser un pueblo libre del estigma y la opresión que nos persigue desde que Europa se empeñó en ser blanca para poder ser ella misma.

El dramático momento en el que vivimos inmersos está consiguiendo que aflore lo mejor y lo peor de la sociedad, la solidaridad, pero también el rechazo. Solidaridad con quien es visto desde la uniformidad y desde una aparente adecuación a las normas excepcionales del momento; y el rechazo con quien no se quiere que forme parte de esa homogeneidad. Nótese que no me refiero a quién realmente se adecúa a la norma y a quién no lo hace, el racismo y el rechazo son siempre irracionales, el sentimiento va muy por delante de la razón.

Desde el principio de esta pandemia el trato diferencial se hizo notar. Mientras que con unos ciudadanos se pide responsabilidad, con otros se exige control. Mientras que a los hinchas del Valencia CF que viajaron a Italia se pidió responsabilidad en el partido que en Italia han definido ya como el punto 0 de la pandemia en Lombardía, con unos jóvenes gitanos que celebraron un culto religioso en la calle se pidió la intervención del ejército. Mientras que con la mayoría se pide responsabilidad en el respeto a las normas para salir a la calle, para con otros ciudadanos, en este caso los gitanos de Santoña, se pide una ‘especial vigilancia’, recordando el antiguo código de la Guardia Civil por el que debía ‘vigilarse escrupulosamente a los gitanos’.

Podríamos seguir con más ejemplos pero mejor no alargar este escrito. Tampoco voy a enumerar aquí todos los agravios que la historia de este país ha presenciado y silenciado con el Pueblo Gitano, simplemente querría constatar que la dinámica ha sido siempre la misma: aniquilar la diferencia que representa el Pueblo Gitano, asimilándola y oprimiéndola. La respuesta mayoritaria de los medios de comunicación y de las instituciones públicas durante estos días respecto al Pueblo Gitano ha sido muy clara, señalar, controlar, oprimir, aunque las conductas fueran exactamente las mismas que las de muchas otras personas no gitanas.

En momentos de tensiones nacionales siempre resurge con fuerza la idea de que la solución al problema, fuere cual fuese, debe pasar por la homogeneización cultural, por culpar a los diferentes, a esos a los que se odia, aunque no tenga ningún sentido racional. Así estamos desde antes incluso que los gitanos pisasen la península ibérica. Ya a los judíos se les acusaba de todos los males económicos en el siglo XIV y no se dudaba en intentar aniquilarlos ante cualquier crisis.

El devenir de los siglos fue siempre el mismo. En el siglo XX tenemos el Holocausto y la guerra de los Balcanes como los grandes exponentes de que los problemas se solucionan con la ‘limpieza de sangre’, la misma idea que llevó a los reyes católicos a expulsar a árabes y judíos, y a iniciar el etnocidio del Pueblo Gitano. Ahora, en pleno siglo XXI, se acusa a los gitanos en toda Europa de no respetar el confinamiento, como si los centenares de miles de multas que se ponen en este país por no respetar el Estado de Alarma fueran a gitanos, pero esto no va de verdades, va de irracionalidades, de odios, de rechazos, los argumentos ya se inventarán después.

Hace justo un año, por esta misma fecha, defendía el 16 de mayo como un día en el que celebrar las pequeñas batallas que le hemos ganado al antigitanismo en los últimos tiempos, aunque la guerra la estemos perdiendo. Este año estamos perdiendo una batalla muy importante. Los medios de comunicación cada vez más tienden a inhumanizar a las personas gitanas, los políticos en general prefieren mirar hacia otro lado, puesto que lo importante ahora mismo no es el racismo, es la lucha contra la pandemia.

Para haber ganado esta batalla hubiéramos necesitado que no nos hubiesen tratado única y exclusivamente como un colectivo de personas marginadas y pobres; hubiéramos necesitado que el alcalde de Santoña fuera destituido, que su partido lo apartase y pidiese disculpas; hubiéramos necesitado que el gobierno retirase al Comisionado del Polígono Sur; hubiéramos necesitado que se abriese una investigación a la Ertzaintza por obstaculizar las denuncias de personas gitanas; hubiéramos necesitado un poco de ética, sólo un poco, por parte de los medios de comunicación; hubiéramos necesitado que este país no mirase hacia otro lado, que no buscase chivos expiatorios.

Lamentablemente esta batalla perdida ante el antigitanismo ha abierto las puertas de algo peor. El pasado 6 de mayo un hombre gitano perdía la vida a manos de un escopetero que pensaba que le estaban robando. La reacción en los medios de comunicación y de las redes sociales fue unívoca, “pobre campesino cuya vida ha sido arruinada por culpa de un gitano que le quería quitar una habas del campo”. Escuchando la reacción de los medios de comunicación parece que el gitano no era una persona, que era una alimaña y como tal había que tratarla. No había presenciado nada así en mi vida. Pronto aparecieron en las redes sociales los mensajes de apoyo al asesino, vitoreándolo, alzándolo a la categoría de héroe nacional y llamando incluso al exterminio del pueblo gitano. Comentarios así han sido inauditos en este país.

La maldita realidad racista que afrontan nuestros primos en otros países europeos, donde no pasa un año sin que se produzcan asesinatos o pogromos antigitanos, ya no es una realidad nada distinta a la nuestra. Ahora tenemos exactamente los mismos ingredientes que en esos países que vemos tan alejados: la extrema derecha cabalga a sus anchas, los discursos de odio aumentan en las redes –se hacen llamamientos a crear grupos paramilitares y a aniquilar al Pueblo Gitano–, los medios de comunicación deshumanizan a las personas gitanas –en el mejor de los casos nos tratan como monos de feria–, políticos que utilizan las instituciones de todos para ejercer su odio y opresión contra nosotros, y la ciudanía que mira hacia otro lado, probablemente porque no quiere escuchar a los que interpretan que no formamos parte de su uniformidad para afrontar los problemas del momento.

Salvo que haya una respuesta tajante y unánime de las principales instituciones de este país y se ponga fin al vilipendio de nuestro pueblo, es decir, salvo milagro, lo peor está por llegar.

16 de Mayo de 2020, Día de la Resistencia Romaní.

 

El virus se llama Antigitanismo

by Ramón Flores

Artist Bruno iyda Sagesse - Image source Facebook

Ya hemos visto esto antes. Una crisis –esta vez sanitaria– y el pánico, el miedo, la xenofobia y la intolerancia conducen a la sociedad a cometer actos deplorables. Por desgracia nada nuevo.

Siempre nos ha gustado pensar que estamos por encima del bien y del mal, por encima de la violencia, pero no somos más que una pieza de ese diabólico engranaje llamado racismo. Tenemos claros ejemplos de lo que sucede cuando permitimos que los miedos irracionales de grupos llenos de odio dirijan nuestros comportamientos y así intentamos buscar justificaciones a actos deplorables.

Con el número de casos de nuevos contagios por COVID-19, el mismo pánico al virus se ha transformado en algunos casos en actos de racismo contra las comunidades gitanas y también con personas de ascendencia asiática. De hecho, la extrema derecha española ya tuvo el «honor» de bautizar esta pandemia como el «virus chino».

Tampoco se salvan los gitanos en España. Cómo no. Nos hemos librado por los pelos que se llamase «el virus gitano», aunque por poco.

Hemos visto violencia contra la comunidad gitana en Bizkaia, con audios de WhatsApp regalando amenazas, o al alcalde de la localidad de Santoña afirmando que había que ser vigilantes con los gitanos porque se habían contagiado.

Pero la palma se la lleva Sevilla. El Comisionado para el Polígono Sur pedía que entrara el ejército en las Tres Mil Viviendas, donde el señor Jaime Bretón, que ostenta dicho cargo, afirmaba que «No podemos permitir que una minoría haga lo que le dé la gana». El señor Comisionado pedía la presencia del ejército porque algunos vecinos estaban celebrando en la calle un culto evangélico una vez decretado el Estado de Alarma.

Para quien no lo sepa, el Comisionado para el Polígono Sur de Sevilla es una figura política creada por el Ayuntamiento de Sevilla, la Junta de Andalucía y el Gobierno central, que pretende aunar la coordinación entre administraciones para mejorar, con la colaboración vecinal, las condiciones de vida de las miles de personas que viven en la zona sur de la capital de Andalucía.

Es decir, una figura pública que se supone debería estar cerca de las personas y conocerlas, pide una intervención militar. La desfachatez y el racismo de este señor aún no han recibido respuesta institucional y lamentablemente sigue en su puesto, poniendo en grave riesgo la seguridad y la integridad de ciudadanos españoles que son gitanos.

Pero el problema no termina ahí. Incluso otro racista confeso y orgulloso de serlo, el señor Alberto García Reyes, adjunto al director de ABC de Sevilla pedía el aislamiento de las Tres Mil, afirmando en un aberrante artículo que o «se aislaban de los gitanos o se contaminarían con su miseria».

Pero es curioso que estos adalides del orden y la ley lamentaran casi al mismo tiempo que la Policía Nacional desalojara la Catedral de Granada donde se estaba celebrando un culto católico durante el periodo de confinamiento, y que según algunos radicales de derecha se estaba vulnerando el derecho a la libertad religiosa. Vaya por delante que ambos casos, el de Sevilla y Granada son deplorables. Si no se puede salir y hay que estar en cuarentena, se está. Y punto. Todos.

Pero esto no es solo una crisis sanitaria. Es una crisis de humanidad.

A pesar de todo, oímos machaconamente eso de «todo va a salir bien». ¿Qué va a salir bien? ¿Exactamente qué? Cuando la pandemia remita, la sociedad volverá a su egoísmo natural, a su racismo disfrazado de humor, a mirar a otro lado cuando alguien tenga problemas. De hecho, cuando la cosa se calme, la publicidad vendrá a vendernos fórmulas para que recuperemos el «estado de bienestar» y volvamos a tener problemas del primer mundo. Si Netflix va a poner la serie que nos gusta o cómo van a ser las próximas parejas que se vayan a una isla a poner en juego su relación.

La única manera de protegernos del racismo es creando conocimiento continuamente, a todos los niveles. El problema ocurre cuando en medio de una pandemia el racismo y la xenofobia pasan a un segundo plano y no se hace lo suficiente. Podemos tener democracias sólidas en Europa, dotadas de mecanismos para afrontar delitos de odio, pero seguimos sin herramientas para prevenirlo y seguimos repitiendo los patrones de los últimos treinta años: movernos a impulsos y acuciados por la necesidad y la urgencia.

Un claro ejemplo lo vemos en un informe interno de la Comisión Europea donde recomienda retrasar una serie de iniciativas destinadas a estrategias para la igualdad LGBTI y de las comunidades Romaníes europeas previamente planificadas para finales de 2020, que pueden retrasarse hasta el próximo año, porque «se deben priorizar en primera instancia aquellas iniciativas que contribuirán directa y significativamente a superar la crisis COVID-19, mientras posponen otras hasta recuperar el funcionamiento normal y pueda reanudarse más adelante en 2021».

Como si durante la pandemia el racismo se pusiera en modo «pausa».

Ya hablamos en El Desván de  esto cuando afirmábamos que el problema surge cuando ignorar deliberadamente el racismo se convierte en una herramienta de aceptación social. Al negar la injusticia se hace innecesario enfrentarla, se convierte entonces en problema de «los otros».

Llama la atención lo que muchos piensan, que el racismo surge así, de repente, que aparece solo cuando se eleva un caso a noticia y sale en prensa y que el resto del tiempo nuestras sociedades son balsas de aceite con convivencias sanas y pacíficas. Esto que ocurre en mitad de una pandemia en Sevilla, Cantabria o Euskadi está anunciado desde hace décadas; se sabía que iba a ocurrir y ha ocurrido.

Esto es un síntoma más de una enfermedad mayor. Romantizamos la cuarentena y nos quedamos en casa porque otros están ahí fuera, pero nos importan muy poco. Unos tienen techo y comida. Otros no tienen ni siquiera acceso al agua corriente. Ya se les ayudará cuando se pueda…

El Covid-19 es simplemente un poco más de leña en un fuego que lleva mucho tiempo encendido, pero debería preocuparnos más que podamos interpretar estos hallazgos como algo temporal y que se acabará con la pandemia. Esto no será así. La pandemia actual proporciona una salida y hace que sea más fácil justificar la desigualdad.

Sabemos del potencial del racismo en las sociedades modernas porque anida en cada estrato de ellas. Pero una cosa es que podamos alertar a los gobiernos y a las sociedades que pueden surgir estos brotes de racismo y de falta de humanidad, y otra cosa es que éstos tengan los conocimientos (y la voluntad) necesarios para predecir y prevenir cuándo va a saltar un caso flagrante de abuso contra las comunidades gitanas. Es la profecía auto-cumplida hasta el infinito.

*Imagen de Bruno Iyda Sagesse. Fuente Facebook