Mes: julio, 2021

La noche de los grilletes

by David Cortés Cortés

Dibujo_LaNocheDeLosGrilletes_DanielDiaz_2*Dibujo de Daniel Diaz Heredia

 

Culpables de genocidio: Gaspar José Vázquez Tablada, Gobernador del Consejo de Castilla y obispo de Oviedo; Marqués de la Ensenada, “secretario de todo”; y Fernando VI, Rey de España.

Luego que se concluya la reducción de la caballería se dispondrá la extinción de los gitanos. Para ello es menester saber los pueblos en que están y en qué número. La prisión ha de ser en un mismo día y a una misma hora”. Real Orden para la prisión de gitanos y gitanas, 1749, Fernando VI.

A las doce de la noche del 30 de julio de 1749, la libertad de más de doce mil gitanas y gitanos en España fue violentada, los grilletes rodearon sus cuellos, sus muñecas, sus pies y caminaron hacia su  estardó.

Fue el primer intento de genocidio en la Europa Moderna y debe formar parte de la memoria histórica de nuestro país y de la humanidad entera. Debe ser reconocido, tanto por el mundo académico como por el Estado, y debe reconocerse y ponerse en marcha una hoja de ruta para la dignificación de las víctimas equiparable a las de otros genocidios y crímenes de lesa humanidad perpetrados en la modernidad.

¿Se imaginan un monumento a Adolf Hitler en un edificio oficial del Estado alemán? ¿Entonces porque razón se permite que en la Calle de la Vara del Rey, número 1, en el Palacio del Gobierno de La Rioja exista un busto del Marqués de la Ensenada? Debajo de este busto, se encuentra el Km 0 del Antigitanismo institucional en el Estado Español.

El Antigitanismo no es una cosa del pasado, sigue perviviendo en la estructura de la sociedad en forma de segregación geográfica, segregación escolar, pobreza, exclusión, marginación, prejuicios, desconfianzas, violencia policial, discursos de odio, … Y todo forma parte del mismo hilo conductor que llevó a los reyes católicos a firmar la primera pragmática antigitana en 1499 o a Fernando VI a intentar eliminar a los gitanos y gitanas de este país en 1749. Es el mismo odio.

Miguel Ángel Fernández, Pedro Antonio Calahorra Hernández, Daniel Jiménez, Eleazar García, Stanislav Tomás. Puede que a muchos no les suenen sus nombres. Son supuestas víctimas de la violencia de las personas que se suponen que están para garantizar nuestra seguridad. Los medios no se hacen nunca eco de sus nombres, y los que lo han hecho ha sido para trivializar, banalizar o justificar sus muertes. Dejémonos de eufemismos y llamemos a las cosas por su nombre, por derecho y honor a la verdad.

Manuel, delante de su hijo, habas manchadas de sangre .Su asesino fue alabado en las redes sociales y excusado en los medios de comunicación. Hoy se encuentra en libertad tras el pago de una fianza de 5.000€. Recordemos que el precio de una fianza debe servir para responder económicamente de manera subsidiaria por el agravio del que a uno se le acusa. En otras palabras, el precio de la vida de Manuel ha sido fijado por un juez en 5.000€. Felipe IV, 8 de marzo de 1633: 200 reales por gitano cazado y 50 reales por gitana cazada. Antigitanismo del pasado y antigitanismo del presente.

La justicia se alcanza con Justicia, con Leyes Contra el Antigitanismo, con Reconocimiento, con Reparación, con Acción.

El Baró Estardipen, además de ser un plan de extermino biológico y epistemológico, también generaría un legado de pensamiento violento anti-democrático, un legado que sigue vigente en nuestros días y que debe ser abordado por los poderes públicos.

El Antigitanismo se convierte en la auténtica prueba de fuego de una democracia. Si las instituciones de las que emanó ese odio hacia nosotros siguen existiendo, hay que exigirles responsabilidades. Los bienes confiscados durante el Baró Estadipen, el sudor en los arsenales, las lágrimas en las galeras, las vidas pérdidas en un proyecto de exterminio que además nos utilizó como mano de obra esclava para construir este Estado siguen esperando justicia, reconocimiento y reparación.

Un 30 de julio de hace 272 años, 10 generaciones atrás, 5.000 soldados del ejército entraron a caballo invistiendo las casas de los nuestros, destruyendo a golpes y alaridos los pórticos de sus casas, destruyendo su paz.  Esa noche sin estrellas, donde capturarían a más de 9.000 gitanos y gitanos,  separaron a los hijos de sus madres, a los hombres de las mujeres, encadenaron a nuestros niños y niñas, a nuestras mujeres, a nuestros hombres, a nuestras ancianas, a nuestros ancianos. Todos notaron el peso de las cadenas y los grilletes. Entre las órdenes firmadas por Fernando VI estaba acabar con la vida de todos los que intentasen huir. Su calvario fue más rápido. Otros debieron esperar a morir por enfermedad o por esclavitud. Pocos fueron los que llegaron vivos a ver la libertad decretada dieciséis años más tarde.

Sin contar con la ayuda de la Iglesia Católica, este genocidio no hubiera tenido el macabro éxito que consiguió. Todo plan de exterminio tiene una estrategia. Este genocidio no hubiera sido posible sin la represión y el control previo del Estado mediante leyes Antigitanas, la disposición total del Gobierno del Estado y su ejército y la colaboración necesaria de la iglesia católica -el Papa Benedicto XIV excluyó a los gitanos y gitanas la posibilidad de acogerse a sagrado.

Este genocidio premeditado en secreto por todos los estamentos de poder del Estado se acabó de gestar durante los meses de junio y julio de 1749 desde la Secretaría de Guerra y las capitanías Generales. Se privó de libertad entre 9.000 y 12.000 gitanos y gitanas. Los separaron por sexos para así hacer así posible la extinción biológica del Pueblo Romaní, del Pueblo Kalé.

Los hombres y niños a partir de 7 años serían enviados a trabajos forzados a los arsenales de Cádiz, Ferrol y Cartagena y las minas de mercurio de Almadén, donde la mortalidad era muy elevada.

A las mujeres, niñas, ancianas y menores de siete años se les encerrarían en casas de misericordia, fábricas y cárceles ubicadas en el Castillo de Santa Pola de Alicante, las Alcazabas de Almería, Málaga y Zaragoza, donde serían sometidas a  trabajos de esclavitud y muerte del ser, bajo el lema de la restitución cultural del saber, el ser y el poder Romaní.

A nuestros ancianos los condenarían a morir de sufrimiento, solos y de enfermedades que una vez aparecidas no se suministraban ningún tipo de medicamentos, ni de tratamientos. Condenados a vivir hasta la muerte en casas cuarteles y hospicios de cal de lamento y sufrimiento.

Desde ancianos y ancianas hasta niños y niñas, que a muchas y muchos no les daría ni tiempo aprender a caminar, murieron consecuencia del Baró Estardipen. Caminos de pétalos rojos del recuerdo por nuestras víctimas, heroínas y héroes de Nuestro Pueblo, de los que somos descendientes el Pueblo Kalé.

El Real Indulto de Carlos III, de 16 de junio de 1763, no se pondría en práctica hasta 1765, siendo el último Kalé liberado en 1783. Sin embargo, la liberación de nuestro pueblo estaría exenta de libertad, ya que para ser consideradas ciudadanas y ciudadanos al amparo de los derechos, deberían dejar en esas paredes de cal y sufrimiento su Rromanipen, su idioma, su memoria cultural, incluso el propio sustantivo ‘gitano’. Para ser libres debían dejar de ser ellos mismos, debían dejar de ser gitanos. Los gitanos nunca tuvieron derecho a la libertad. Primero Genocidio, luego Epistemicidio.

De la misma manera que nuestros ancestros, sometidos y sometidas al Baró Estardipen, enviaron cartas desde el lamento y el dolor para la liberación de su pueblo, hoy 30 de julio yo también escribo esta carta exigiendo a las instituciones públicas que pongan fin a lo que los Reyes Católicos inauguraron en 1499.

 

“Pupilas exacerbadas que escuchan con satisfacción
cadenas pesadas que se funden con los huesos.
Túnicas moradas que acarician mármoles,
que son sepulcros de almas sin alma.
Oro que rodean el pensamiento, rubíes en los pulgares,
muerte al golpe de un sello que destila semillas de odio,
de las que fluyen árboles del “bien común”
que establecen bosques de anti-biofilia
que dan oxígeno al Antigitanismo.
Trataron arrancarnos la sal de nuestro ser,
pero se olvidaron que somos los océanos infinitos.
Trataron de devorar nuestras semillas,
pero se olvidaron que nuestro latir del espíritu ilumina las estrellas del universo.
Trataron de hacer desvanecer nuestra mirada,
pero se olvidaron que la génesis de la vida reside en nuestra pupilas.
Mi alma es Kalé, mi alma es Romaní.”

¿Y a quién le importa Stanislav Tomáš?

by Ramón Flores

Protestas en Praga

La teoría del caos dice que el simple aleteo de una mariposa puede provocar un cataclismo en la otra punta del mundo. El 25 de mayo de 2020 en Minneapolis, George Floyd moría asesinado a manos de un agente de policía. Horas después, el mundo ardía.

Cuando el pasado el 19 de junio de 2021, un policía en la localidad de Teplice, en la región de Bohemia en la República Checa presionaba con su rodilla el cuello de Stanislav Tomáš hasta matarlo, las autoridades checas tardaron muy poco en afirmar que no había que apresurarse en tachar este hecho como un acto racista.

Pocas horas después, el primer ministro checo, Andrej Babiš, y el ministro del Interior, Jan Hamacek, mostraban su apoyo a los agentes y a la institución policial.

Babiš agradeció a los agentes de policía por su trabajo: «no lo tuvieron fácil», (gracias por matar a una persona, chicos, buen trabajo) y comentó que las personas agresivas no pueden esperar que las traten con guantes de seda. Babiš declaró que una autopsia judicial demostraba que Tomáš no murió a causa de la intervención policial, añadiendo además que: «Esto es triste, pero una persona normal y respetable tendría dificultades para meterse en una situación así».

El efecto mariposa al revés. El cataclismo destruyó a la mariposa.

En realidad, dudo de que alguien a estas alturas se siga sorprendiendo de esto. Lo sorprendente sería encontrar condena, apoyo y comprensión para la víctima y su familia. Pero se lo merecía, Tomáš era un gitano que por lo visto iba drogado (o no, quién sabe) y atentaba contra la seguridad de los agentes de la ley. ¿Qué podían hacer los pobres policías?

Muchos se siguen preguntando si esto del racismo sistémico está bien definido, porque, en circunstancias normales, un uso excesivo de la fuerza por parte de las autoridades policiales suele quedar impune y cuando se declara culpable a un policía o cualquier otro agente de la ley, los lobbies de sindicatos policiales, conexiones con las fiscalías y demás, reciben un respaldo político donde hallamos una relación simbiótica bastante palpable.

El problema de comparar el caso de Floyd con el de Stanislav es que las comunidades gitanas en Europa y el resto del mundo siguen siendo ciudadanos de cuarta, quinta o sexta categoría y la República Checa no es Estados Unidos.

La diferencia es que, a las pocas horas de morir Floyd, cientos de miles de personas en todas las ciudades de los Estados Unidos, salieron a la calle en un momento de dolor e indignación que rápidamente dio paso a un debate que traspasó las fronteras norteamericanas. En menos de un mes, el movimiento #BlackLivesMatter fue reivindicado por una nación entera y por el resto del planeta.

Apoyo de políticos de casi todos los signos (menos los de extrema derecha, claro), tanto en España como en el resto de Europa fueron claramente visibles. Debates en los parlamentos nacionales. Eurodiputados pidiendo la palabra para mostrar su apoyo a las comunidades afroamericanas y condenar explícitamente la violencia basada en motivos raciales.

Y es que, las cosas como son. Los norteamericanos en cuestión de marketing, no tienen rival y los europeos, como buenos actores secundarios, son los mejores compradores de cualquier cosa que salga del país de las barras y estrellas.

Porque sí, hay víctimas de primera y victimas de cuarta, pero eso no es culpa de las víctimas. Las víctimas, víctimas son, muertos se quedan.

Un año después de lo de Floyd, el policía fue declarado culpable y condenado a cárcel. Los activistas norteamericanos mostraron alivio, aunque pedían más, ya que las comunidades afroamericanas en aquel país siguen siendo las más castigadas por el racismo sistémico e institucional que impera en aquel suelo.

Y es que, como decía antes, a los norteamericanos no hay quien les gane haciendo marketing, porque la narrativa del discurso —casi retransmitido en directo por televisión, reportajes recogiendo testimonios de otras víctimas, protestas, juicios, declaraciones de famosos, deportistas clavando las rodillas al suelo— fue sencillamente perfecta. Por eso Hollywood está en California y no en Santa Coloma de Gramanet o a las afueras de Teplice.

También es justo decir que todo esto se debe a los innumerables aliados que tienen aquí en Europa. Cualquier colectivo, fuera cual fuera su radio de acción, no dudó en salir y apoyar a la familia de Floyd, a hacer comunicados oficiales y a levantar el puñito en señal de lucha. ¿Quiénes son los aliados de las comunidades gitanas?

El racismo sistémico sigue presente. En Estados Unidos y en Europa, y a pesar de que nadie es capaz de acabar con él, unos saben combatirlo y los otros no. Adivinen quién es quién.

El pueblo romaní sigue siendo torpe y lento a la hora de entender el activismo. Siempre dependiendo de un poder superior. Siempre a expensas de que el Consejo de Europa pida una investigación independiente, que una organización privada reaccione o que el partido político de turno haga alguna declaración a través de algún diputado raso (y a ser posible, racializado, que le da más empaque).

Siempre se necesita una tutela y alguien que nos lleve de la mano. Porque, además, los supuestos aliados que deberían tener las comunidades gitanas, no suelen tener la iniciativa por sí mismos para apoyar, reivindicar y protestar juntos.

Mientras escribo estas líneas, a duras penas se ha conseguido juntar a un centenar de personas en Madrid y en Barcelona para protestar frente al consulado checo.

Cuando ocurrió lo de Floyd, las comunidades gitanas sí estuvieron ahí. Cuando el estado de Israel estaba matando civiles en suelo palestino, las comunidades gitanas estuvieron ahí. Cuando las mujeres han sufrido la violencia machista, las comunidades gitanas estuvieron ahí. Cuando sucede un ataque homófobo, las comunidades están ahí.

Pero ahora las comunidades gitanas siguen estando solas, desamparadas, sin unión. Cometiendo la torpeza de comparar y pedir atención escribiendo en carteles #RomaLivesMatter, que, con todo el respeto, suena igual de ridículo que el #WhiteLivesMatter. Algunos incluso se sentirán satisfechos si algún periódico saca un titular ridículo diciendo que Stanislav es el nuevo George Floyd.

Será un grave error, uno más, el comparar víctimas y pretender hacer de Stanislav el Floyd gitano, porque ninguno de los dos son mártires. Son víctimas, murieron asesinados a manos de la policía. Cada una en un país distinto.

Las comunidades gitanas pueden caer fácilmente en esta narrativa copiada, porque no tenemos cultura en activismo. Tenemos cultura en asociacionismo. En proyectos para mi barrio, para mi asociación y para publicar fotos en redes sociales de las muchas cosas que hacemos con los chavales gitanos. No tenemos una visión global. No tenemos estrategias. No sabemos a dónde vamos porque no sabemos a dónde queremos ir. Oímos campanas y nos movemos hacia donde suenan, pero no sabemos por qué suenan. No sabemos hacerlas sonar.

En los últimos tiempos nos hemos centrado exclusivamente en debatir sobre lo simbólico (quién tiene privilegios, quién tiene poder, quién debe cambiarlo) y nos hemos olvidado totalmente de lo material: las desigualdades y la violencia. Ambas se cobran vidas.

Seguimos queriendo que los que ostentan las riquezas y el poder “se den cuenta” de sus privilegios y de su opresión mientras nosotros hablamos sobre simbolismo, centrados en la performance y olvidando el motivo.

Llevamos más de 40 años mirándonos el ombligo, creando ídolos más que líderes y alimentando egos. Aunque también es justo decir que el sistema europeo no es el sistema norteamericano. El poder de la sociedad civil en Europa sigue siendo escaso y confuso. Y el conocimiento de cómo ejercer poder desde la sociedad civil sigue siendo una quimera entre el asociacionismo romaní.

Stanislav Tomáš será un nombre más que unir a la lista donde se encuentran las víctimas húngaras que murieron a manos de grupos neonazis en 2008. Será una víctima más como Eleazar García en España. ¿Qué más da?

En España venderemos que tenemos un pacto contra el antigitanismo. En Europa se proclamará con orgullo que tenemos estrategias nacionales para la “integración” gitana. No se engañen, aquí no se están removiendo las conciencias. El resto de minorías están ocupadas en sus asuntos, los representantes políticos están repasando su narrativa parlamentaria y preparando tuits para dar “zascas” en España, y redactando cartas de protesta muy serias y muy concisas en los despachos de Bruselas. Humo.

Y aquí seguimos, con otra persona gitana muerta a manos de la policía, con el resto del mundo sin enterarse de qué ha pasado y ahí siguen las comunidades gitanas, sin saber hacia dónde moverse ni por qué hay que moverse.

 

*Fuente Imagen ‘The Sidney Morning Herald’