Mes: octubre, 2023

Ven, que te empodero

by Ramón Flores

pasodifu

A medida que avanzamos en el siglo XXI, nuestra sociedad se enfrenta a una creciente complejidad que ha dado lugar a un panorama desconcertante. En lugar de experimentar armonía y tranquilidad, nos encontramos inmersos en un mar de paradojas y extremos, en una era caracterizada por la polarización y los enfrentamientos. No puedo evitar recordar la antigua maldición china: «Ojalá vivas tiempos interesantes«.

Con respecto a este caos, busco explorar uno de los temas recurrentes en la esfera de las redes sociales: «la prueba del pañuelo», que surge cada cierto tiempo, como una tradición, en un debate que suscita una amplia gama de opiniones, especialmente entre los denominados «influencers».

Es indiscutible que cualquier lucha cultural desde una posición de desventaja, como la de las comunidades gitanas, es una batalla perdida antes de comenzar el juego, especialmente si se trata además de una comunidad minoritaria que no sigue la corriente de la ideología predominante de lo que está bien o mal, según los ojos de quien mire.

En el pasado, hemos examinado el fenómeno de este movimiento cuqui, que se camufla como progresista y se autoproclama defensor de los derechos humanos mientras perpetúa un paternalismo exacerbante.

En el contexto de las comunidades gitanas, observamos cómo este falso empoderamiento se manifiesta en las redes sociales, donde se brinda un apoyo incondicional a las personas pertenecientes a minorías étnicas, sobre todo mujeres, donde los «salvadores» blancos asumen roles de superhéroes en su supuesta «ayuda». Sin embargo, este tipo de empoderamiento no tiene como objetivo promover la igualdad, sino más bien preservar las posiciones de poder de los grupos dominantes, tratando a las mujeres gitanas como si fueran frágiles muñequitas que necesitan ser rescatadas.

El tema recurrente que sigue surgiendo en las redes sociales, y que resurge una vez al año, es el de la «prueba del pañuelo». A simple vista, se plantea como una manifestación patriarcal que afecta la integridad física y moral de las niñas y adolescentes que la experimentan. Desde esta perspectiva, y según los opinadores oficiales, la única opción política en un Estado que se autodenomina protector y defensor de los derechos de las mujeres parece ser la prohibición.

Dicho así, queda genial. Una proclama en defensa de los derechos de las mujeres.

­­­­- Pero, ¿y qué dicen las mujeres gitanas?
– Pues… ¿qué más da? Eso es una aberración y punto, porque eso es un puto atraso.
– Oye, pero, yo soy gitana y además, estoy en contra de esta práctica, pero, dado que vivo dentro de la comunidad, comprendo (aunque no la apruebe) el motivo detrás de esa práctica y conozco su historia y evolución.

– Da igual, no sois felices así. Estás alienada y denigran tu valía. Ojalá algún día te respetes a ti misma y te respeten.

Esto es un diálogo ficcionado, basado en uno totalmente real en Twitter.

El paternalismo se manifiesta en esta realidad. La sociedad dominante tiene una ideología paternalista, sobre todo cuando la mayoría son blancos y occidentales, y esto afecta a los símbolos e ideas culturales que difunde.

Recordemos, sin ir más lejos, las palabras de la directora de cine Arantxa Echevarría: «O cuenta una paya la situación de la mujer gitana o no la cuenta nadie. Y desgraciadamente tiene que ser una paya porque ellas no tienen voz». Este ejemplo ilustra cómo la autoridad se otorga a aquellos que no pertenecen al grupo en cuestión.

Ya Pierre Bourdieu acuñó el término “hegemonía cultural”, donde la clase dominante impone su visión del mundo a la sociedad, haciendo que parezca más natural y universal.

A esto, lo llamó violencia simbólica.

Es tan simple como transmitir valores, normas, creencias y prácticas que las clases dominantes consideran correctas, por tanto, tienen que ser aceptadas como legítimas y deseables por el resto de la sociedad. Minorías incluidas. Y esto, lo único que consigue es que la gente de a pie, sin saberlo, contribuya a que sólo unos pocos con poder de levantar la voz, mantenga su posición de privilegio y dominio.

Mucho antes, Antonio Gramsci ya instaba a los que estaban instalados en diferentes estratos sociales que crearan su propia cultura, principalmente en sociedades capitalistas, traducidas hoy como sociedades globales. Y proponía que lo hicieran precisamente para cuestionar y desafiar al poder, para construir una contra-hegemonía cultural.

Y esto es exactamente lo que llevan haciendo las comunidades gitanas desde hace siglos.

Con respecto al tema del «pañuelo», resulta curioso observar que la sociedad dominante muestra un nulo interés en el hecho de que esta práctica no es originaria de la cultura gitana, sino que nace en la cultura castellana, ya con la digna señora doña Isabel I la católica, reina de Castilla (que en gloria esté), siendo posteriormente adoptada por los grupos migrantes romaníes como una forma de adaptación cultural. Incluso a muchos les explotaría la cabeza descubrir que, en el noreste de Rusia, los gitanos no siguen esta tradición.

Más cabezas explotarían si supieran que el hecho de llevar oro encima (incluso en los dientes) no es una tradición, sino que se trataba de la forma más sencilla y segura de tener “efectivo” disponible cuando los gitanos viajaban por los caminos y cambiaban frecuentemente de lugar.
El problema es que la profecía auto-cumplida, que se refiere a la situación en la que una creencia o expectativa sobre una persona o grupo influye en su comportamiento, haciendo que se ajuste a lo que se espera de ellos, ha hecho que algunos individuos gitanos crean erróneamente que llevar un cordón gordo o un anillo gigante es una manera de ser “más gitano”, aunque eso ya es otra historia…

Volviendo al tema, es importante señalar que el empoderamiento aparente que se deriva de la participación en el activismo «cuqui» con estas proclamas supuestamente en favor de la libertad de las mujeres gitanas, también está influenciado por el sistema capitalista y, de manera paradójica, por el patriarcado histórico y predominante en Occidente. ¡Ay, las religiones!

Los defensores de estas causas, en su afán de reformar prácticas culturales, pasan por alto la realidad de que muchas de estas tradiciones representan mecanismos de autodefensa y estrategias de supervivencia. La preservación de la identidad cultural se ha convertido en un medio para resguardarse de la violencia, la hostilidad y la supremacía de las sociedades blancas que históricamente amenazaron con eliminar la existencia gitana.

Cuando se alude al «pañuelo», se insinúa que: este objeto es un indicador de la discriminación y subyugación que enfrentan las pobres gitanas, sirviendo como un emblema de la marginación y alienación arraigadas en su cultura maligna…

No obstante, y que quedo claro, no pretendo defender la práctica del «pañuelo» en este artículo. Por una razón muy simple: como individuo, que además no es mujer, carezco de poder de decisión o influencia sobre otros para decirles qué hacer, o juzgar su moralidad. Ni para definirme como juez y parte para establecer los límites del bien y del mal.

Pero, obviamente, nos encontramos ante un patrón que se repite en la historia. Se alza la voz en defensa de la mujer gitana con la intención de empoderarla, aunque lamentablemente, en la práctica, dicho esfuerzo es más una exhibición de virtuosismo moral que un compromiso genuino con su bienestar. Resulta imperativo reconocer que las mujeres gitanas enfrentan desafíos sustancialmente graves para acceder a oportunidades laborales y educación superior, por ejemplo. Además, debemos tener presente las condiciones precarias de vida que subsisten en algunas regiones de España, una nación que se percibe como un ejemplo de libertad y comodidad, pero donde algunas comunidades gitanas aún carecen de servicios básicos como electricidad y agua corriente.

Qué casualidad que este tema nunca se vuelva viral ni genere debate…

Es innegable que siempre prevalece la priorización de un discurso atractivo y morboso que genera una cantidad significativa de aprobación social y muchos “followers”. Esto recuerda a la experiencia de la mujer musulmana en occidente, cuya decisión de usar o no el hijab se ha convertido en un punto de debate y controversia. De manera similar, la mujer gitana se ha convertido en el nuevo objetivo de aquellos que desean ser salvadores de las minorías étnicas.

Es fundamental que se otorgue voz a las propias mujeres afectadas por estas cuestiones para que puedan debatir y decidir por sí mismas, si así lo desean. Sin embargo, asumir que deben hacerlo simplemente porque movimientos bienintencionados lo consideran correcto es reduccionista y contraproducente.

Y es racista.

Y etnocéntrico.

Esta perspectiva es injusta, ya que simplifica cuestiones complejas sin tener en cuenta la diversidad y la voz de las mujeres que experimentan estas realidades.

Es esencial comprender que no se trata de una defensa ciega o un rechazo absoluto de prácticas culturales específicas, sino de situarlas en su contexto histórico, cultural y político, respetando en todo momento la libertad y dignidad de las mujeres que eligen o rechazan dichas prácticas. Las mujeres gitanas no son meras marionetas ni víctimas pasivas de sus tradiciones, sino agentes activos que luchan por sus derechos y su identidad. En consecuencia, resulta imperativo escuchar sus voces y experiencias, sin imponerles un único modelo de feminismo o emancipación.

Y, sobre todo, es esencial recordar que no todos los que tienen una cuenta de Twitter están debidamente cualificados para opinar sobre todas las cuestiones…

El Romancero Gitano de Lorca (Parte I)

by Juan José Suárez Laso

Lorca800

Os hacemos llegar a partir de hoy, y en sucesivas publicaciones, un estudio del “Romancero gitano” de Lorca acomodándonos al formato de nuestra publicación “El Desván del Museo”. Un formato que impide escritos de larga extensión y que, en nuestro caso, vamos a repartiros en una serie de artículos. Un análisis, una exploración, un ensayo, también se le puede llamar así, para proponer acaso una mirada a una obra poética dedicada, obsesionada, alucinada y fascinada por los gitanos y gitanas con los que Lorca mantenía un vínculo más allá de lo espiritual. Sirva esta aclaración como propuesta de continuidad de siguientes entregas y una invitación a su seguimiento.

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Los poetas son titanes que se atreven a robar la llama de la luz para aliviar la oscuridad de los hombres.

 

El Romancero Gitano es mi obra más popular, la que indudablemente tiene más unidad y es donde mi rostro poético aparece con personalidad propia, y lo llamo gitano porque el gitano es lo más elevado, lo más profundo, más aristocrático de mi país, lo más representativo de su modo y el que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad andaluza y universal.

Federico García Lorca

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No existe otro documento tan explícito como el que escribió Federico entre 1924 y 1927 condenando la  historia de los gitanos en España que, desde el siglo XV hasta nuestros días, ha sido un tratado de intolerancia, incomprensiones, prejuicios y humillaciones -pragmáticas, leyes, decretos y órdenes- con el único fin de su exterminio o de su expulsión del territorio. Persecución y muerte, esa es parte de la memoria de este pueblo que ha logrado sobrevivir malviviendo.

Federico García Lorca amaba sobremanera a los trágicos griegos. Consideraba la tragedia como la gran creación mediterránea que Occidente legó al mundo. Su mundo poético era trágico también. Yerma, Bodas de sangre, su Romancero gitano… Sus héroes trágicos: Mariana Pineda, Adela, Soledad Montoya… El ámbito de su creación, una Andalucía trágica. Federico, al igual que Esquilo, decía que cuando el hombre pierde su relación íntima con la naturaleza deja de percibir lo sagrado que hay en él, y por lo tanto, su dimensión más humana.

Federico nos descubre y nos revela con la luz de su creación a unos seres relegados al olvido durante siglos, a unos gitanos de principios del siglo XX que son seres humanos lastrados por la incomprensión y la intolerancia, marginados, que representan a todas las víctimas inocentes.

Prometeo, con la llama divina del conocimiento, nos hizo hombres. Federico, con su poesía, convirtió a los gitanos en protagonistas de este Romancero. Al final, Prometeo el rebelde, el alborotador del pueblo, el ladrón del fuego, el compasivo, será castigado a morir en el confín del mundo. Los buitres negros, enviados por su padre, le arrancarán el corazón a pedazos.

Federico, el rebelde, el alborotador, el ladrón del fuego de la poesía, el poeta del amor, el compasivo, también será castigado por los buitres negros del odio por haber escrito el Romancero Gitano.

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ROMANCE DE LA LUNA, LUNA.

La relación con la naturaleza.

La luna vino a la fragua

con su polisón de nardos…”

Los pueblos primitivos narran sus historias con hermosas metáforas visuales y símbolos muy concentrados relacionados siempre con la intervención de la naturaleza en el destino del hombre y de la mujer.

La Luna viene a la fragua investida de encorsetados blancores. Bailarina mortal, madre yerma excitada por la belleza morena de un niño gitano. Ella, la diosa de las sombras, sabe que esta noche se va a cometer un crimen. Se sabe quienes fueron los asesinos: las sombras verdes negras y acharoladas, amparadas por la luz blanquecina de la Luna. Lorca se encontró un día a una gitana llorando desconsolada por la muerte de su pequeño porque, decía, “mi niño se ha ido de tanto mirar la luna”.

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SOLEDAD MONTOYA (ROMANCE DE LA PENA NEGRA)

El ejército encargado de hacer cumplir las leyes de separación forzosa de los gitanos y sus gitanas con la clara intención de exterminar al gitano.

El 31 de julio de 1749 se puso en marcha el proyecto de «exterminio» del pueblo gitano conocido como la “Gran Redada” —oficialmente, Prisión general de gitanos— que fue ideado y dirigido por el marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI, y que consistía en recluir separadamente a los hombres y a las mujeres gitanos para que no pudieran reproducirse y conseguir así su «extinción».

La pena del amor y el desamor.

“¡Qué pena tan grande! Corro

mi casa como una loca,

mis dos trenzas por el suelo

de la cocina a la alcoba.

¡Qué pena! Me estoy poniendo

de azabache carne y ropa.

¡Ay, mis camisas de hilo!

¡Ay, mis muslos de amapola..!”

 

La pena del desamor no puede estar callada. Imposible. Pena oculta encerrada en la cárcel del alma, amor imposible. Los amores imposibles son desgarradores porque acaban destrozando el corazón. Una pena solitaria recorre todo el Poema, una pena negra, insondable, trasegando el corazón de Soledad. La pena insufrible de la ausencia del amado. Es un infierno. Este poema deja abierta la puerta al Romance Sonámbulo. ¿No es acaso Soledad Montoya la gitana de la pena negra que muere de amor, la que se tira al aljibe desesperada de tanta espera sin fruto? Y su amado, el gitano sonámbulo, loco de no poder alcanzar la carne y la ropa de ella. Los dos amantes se encontrarán al final con la muerte, amparados por la luz blanquecina de la Luna. ¿Romeo y Julieta? Lorca escuchaba la voz del pueblo que se quejaba de antiguas heridas, la herida de una ley inhumana que llevaba el nombre de un inhumano aristócrata, mano derecha de un rey cruel. Una amante, gitana, alejada de su amante, gitano, contrae el desconsuelo y la angustia de la separación forzosa del amor.

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