El Romancero Gitano de Lorca (Parte II)
by Juan José Suárez Laso
Seguimos la serie de artículos centrados en el Romancero gitano de Lorca. Hacemos llegar una reflexión. Uno de los planos fundamentales de esta obra poética está en la intención de Federico en dar una crónica de muerte asentada en la contradicción entre la deshumanización y la inevitable fidelidad a la naturaleza. De ahí la violencia ejercida sobre el pueblo gitano, elegante y aristócrata, en palabras del poeta. Conectado a la naturaleza. Una de esas joyas culturales y antropológicas que deberían ser cuidadas y custodiadas. Y ese profundo odio metido hasta los huesos en culturas esquizoides que procuran una mirada sospechosa de la realidad hasta el desprecio. De cómo el miedo a la naturaleza, entendida como una amenaza, nos hace odiar a aquellos que tienen una relación abierta y sana con ella. Una unión incomprensible para los que han perdido el sentido del vínculo. Lorca coloca al gitano, en cada Romance, como esa flor sutil que es pisoteada por las botas sucias del desprecio. La Guardia Civil española de la época es el brazo ejecutor de esa contradicción humana y cultural. Un absurdo que nace del empoderamiento falso del hombre frente a la naturaleza y que le hace perder su humanidad desarrollando una cultura alienante y trastornada. Nuestro poeta reflexiona con prudencia en la relación del hombre con la naturaleza, de ahí que esta obra esté considerada por muchos expertos como en la que Lorca sintetiza, con mucha impronta, la conexión mítica del Gitano y la Luna, del Caló con las Sombras y la Noche, el Mar, los Ciclos y el Camino, de la Callí con el Universo Natural. Con todos los dioses antiguos. Y es así que a partir de esta obra se considera al Gitano como uno de los iconos de la relación del hombre con lo Mistérico, el misterio de lo Oculto. La unión con aquello que permaneciendo oculto se da al conocimiento de una forma más sutil, de aquello que mostrándose permanece oculto -Martin Heidegger hablaba del Ser-.
Os propongo que estos artículos sirvan de punto de encuentro entre vosotros y yo. Por eso os dejo una dirección de correo electrónico donde podremos tener contacto y dar opiniones sobre esta preciosa y delicada obra poética. Os espero.
juansuarezromanceroLorca@gmail.com
EL CONTRABANDISTA SONÁMBULO (ROMANCE SONÁMBULO)
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.
*
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde..?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
*
Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
*
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.
*
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
*
Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.
“En 1923 una pareja de la Guardia Civil detuvo a una cuerda de contrabandistas gitanos. Uno de ellos intentó escapar y certificaron su muerte con tres disparos en el pecho. Sin embargo, sus compañeros confesaron lo contrario; le habían disparado por la espalda, al huir.” (Tuñón de Lara. Historia de España, 1999)
La Luna se asoma soberbia por los altos barandales de Granada donde viven los gitanos. La Luna de agosto en Granada es una Luna a la que nadie puede mirar a la cara. Es terrible; como un puñal afilado. Luna carámbano reflejada en el aljibe… rostro de mujer muerta de amor… Un joven gitano contrabandista ha sido herido por la Guardia Civil y huye hasta la casa de su enamorada, la que espera, la que desesperada por su ausencia, ha invocado a la Luna, a la fachosa Luna granadina, para que se la lleve consigo… El joven atraído por el grito ahogado de su amor, corre hacia ella con trescientas rosas morenas en su espalda, dejando un reguero de sangre, camino que lo llevará a la muerte. Ya no le queda tiempo de cambiar de vida… Pero es que todos los héroes de Federico llegan tarde a su destino…
El orden militar establecido no tiene fisuras porque es un orden que estimula y ampara el desorden para justificar la imposición de su propia ley. El gitano está considerado socialmente peligroso porque desordena el mundo. A los gitanos, según Gómez Alfaro, la Guardia Civil debía mantenerlos separados durante largo tiempo de sus mujeres para que no procrearan, y como sistema, lograr extinguir a un pueblo: separar a un hombre de su mujer para desordenar el mundo, y así, propiciar su estricto orden.
PRECIOSA Y EL AIRE.
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene,
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.
El silencio sin estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y canta
su noche llena de peces.
En los picos de la sierra
los carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde viven los ingleses.
Y los gitanos del agua
levantan por distraerse,
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento que nunca duerme.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira la niña tocando
una dulce gaita ausente.
Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
la rosa azul de tu vientre.
Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente.
Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y el liso gong de la nieve.
¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.
Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.
Una violación. Memoria de un abuso. El desgarro.
“Algunas parejas de la Guardia Civil acosaban a las guapísimas gitanas que pasaban el contrabando de Gibraltar a Algeciras; chantajeándolas, conseguían en algunas ocasiones sus más impudorosos propósitos.” (Antonio Gómez Alfaro. La Gran Redada, 1993)
Cádiz. Un mar azul, blanco, verdoso. Una gitanilla baila sobre la espuma de las olas… como una ninfa enamorada… El viento levanta sus faldas… el sátiro de estrellas bajas la persigue… El deseo verde se vuelve irrespetuoso… La niña, incauta, no se da cuenta… La luz de la madrugada, aún la luna presente, oculta la fechoría del Aire Carabinero. Tres carabineros vienen, sus negras capas ceñidas y los gorros en las sienes. Es la Guardia Civil que vigila la playa donde Preciosa está. Van a por ella: “Niña, deja que levante tu vestido para verte. Abre en mis dedos antiguos la rosa azul de tu vientre.” Lascivos, furiosos, con lenguas húmedas y espadas calientes desean a la niña.
Federico conocía estas historias. Contadas por las víctimas. Las conocía porque en su círculo de amigos y conocidos tenía a gitanos y gitanas que le indicaban donde encontrar esas trágicas memorias que marcaron a sus protagonistas. La sensibilidad del poeta va mucho más allá de la información recibida. De lo que no se puede dudar es del apego de Federico García Lorca a todas las víctimas. Él que era gitano por un “costao”, buscad a la Rubia, a su abuela.