Sobre la memoria histórica del pueblo gitano

por Pedro Casermeiro

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Hace ya varios años que los gitanos empezamos a interesarnos por nuestra propia historia, y puede que para muchos el primer contacto fuera con el famoso disco de El Lebrijano “Persecución”. Y aunque antes de publicarse ese disco ya se conocían grandes investigaciones sobre historia, el disco del Lebrijano marcó un punto de inflexión, ya que fue el momento en que la historia gitana se hizo pública para la gran mayoría de gitanos.

A partir de los años 80 y 90 las asociaciones gitanas empezaron a difundir lo poco que se sabía de la historia gitana. El problema es que la historia que se explicaba no había sido interpretada por gitanos, sino que había sido interpretada por investigadores, que aunque tuvieran muy buena voluntad y quisieran ser imparciales, siempre analizaban unos hechos concretos y tangibles –hechos históricos– desde un posicionamiento que obviaba la cultura gitana, los pensamientos gitanos y los modos de actuar de los gitanos. Dicho de otra manera, la historia gitana siempre ha sido explicada desde el punto de vista gachó, y nunca desde un punto de vista gitano.

Podríamos aceptar todas las explicaciones que se dan sobre nuestra historia. Por ejemplo, podríamos aceptar que cuando entramos en la península ibérica a principios del siglo XV lo hicimos como peregrinos de manera engañosa para aprovecharnos de las buenas gentes que aquí vivían; o que más tarde no nos expulsaron los reyes católicos porque necesitaban mano de obra. Explicaciones que siempre han sido aceptadas, pero que parten de una interpretación claramente sesgada de unos hechos concretos: la entrada como pelegrinos y la no expulsión de los gitanos. En ambos casos se mira a los gitanos como mentirosos o como mano de obra barata, exactamente igual que ahora, y obviamente esto no es una casualidad, sino que la visión que los gachés tienen grabadas a fuego en lo más profundo del subconsciente acaban manifestándose en las interpretaciones que se dan de nuestra historia. Y ciertamente pueden darse interpretaciones diferentes a esos hechos históricos concretos que no nos posicionen ni como mentirosos ni como mano de obra barata.

Y llegado el siglo XXI creo que es de justicia que podamos ser nosotros quiénes expliquemos nuestra propia historia. Nos hace falta aún más información, necesitamos investigar muchísimo para conocer nuestra historia, y hace falta que esas investigaciones sean conducidas por mentes gitanas que puedan interpretar todos esos hechos desde un punto de vista gitano.

Un pueblo para ser un pueblo necesita una historia compartida, y nosotros los gitanos aún no la tenemos. Se nos ha tratado de explicar que ya desde el principio venimos a aprovecharnos de los pobres católicos, y que aun así nos perdonaron y nos dejaron quedarnos, eso sí, con una penitencia, dejar de ser gitanos. Nuestro pueblo ha sido invisibilizado desde el año de la primera pragmática contra los gitanos de 1499. Se nos dio el nombre de gitanos y se nos definió como un grupo de personas que viven del engaño, se nos negó el tener una cultura y unos valores diferentes, sólo podíamos ser cristianos y españoles, o aspirantes a ello. Más tarde incluso se quiso prohibir la utilización de la palabra gitano, si no existía un nombre con el que definirnos, entonces no existiríamos.

El construir la memoria histórica es un asunto mucho más complejo que estudiar historia y explicarla. El proceso de construcción de la memoria histórica gitana implica también un componente emocional y un componente identitario. Lo sucedido con los gitanos en la península ibérica es, a grandes rasgos, muy similar a lo ocurrido con los gitanos en toda Europa, y no sólo en lo referente a hace cinco siglos, sino también en la actualidad. Y lamentablemente lo que más nos une a gitanos de todo el mundo es la discriminación y la exclusión sufrida. La construcción de la memoria histórica tiene un claro objetivo de búsqueda de justicia, de una justicia histórica y cultural, una justicia que permita el camino para que seamos reconocidos, aceptados y valorados como pueblo.  Y quizás, cuando seamos capaces de otorgarle un sentido y una explicación a nuestro presente como gitanos y seamos capaces de reconocernos tanto en España, como en Suecia, como en Rusia, dejaremos de ser un pueblo para ser una nación.

En ese proceso de construcción de nuestra memoria como pueblo tenemos que recoger todo lo bueno y todo lo malo. Porque hasta la fecha sólo se nos han contado cosas malas, y se nos ha robado -invisibilizado- todo lo bueno que hemos hecho (léase el flamenco, entre otras cosas). Se ha invisibilizado que somos una cultura compuesta por valores y tradiciones que han viajado desde la India hasta América, que se han alimentado de todos y cada uno de los lugares por donde pasamos, que somos una cultura viva y en continuo mestizaje, pero manteniendo siempre una idiosincrasia propia. Tenemos que explicar que a pesar de cinco siglos de persecución cultural seguimos siendo gitanos contra todo pronóstico. Tenemos que explicar que nuestra cultura no es una cultura marginal, ser gitano no significa ser pobre, ni significa ser un excluido, ser gitano es otra cosa.

Lamentablemente la gran mayoría de políticas dirigidas a los gitanos tienen esa visión de pueblo marginal o pueblo excluido. Lo mismo sucede con las investigaciones que se llevan a cabo en las universidades, en las que generalmente se coloca a los gitanos en el foco de la investigación en tanto que grupo con dificultades sociales; y los gitanos somos mucho más que un grupo con problemas sociales (que ya se nos definió así en la pragmática de 1499) y tenemos que poder explicárselo con su mismo lenguaje, con investigaciones y con reivindicaciones políticas.

Construir nuestra memoria tiene también la función de explicarle al mundo quienes somos los gitanos, y no que se lo expliquen los gachés entre ellos, o nos lo cuenten ellos a nosotros, como ha pasado hasta ahora. La reconstrucción de nuestra imagen social pasa también por ahí. Si no somos capaces de explicar al mundo quiénes somos y cómo somos, la visión que se tiene de los gitanos permanecerá inmutable –mentirosos y mano de obra a la que explotar.

Lo que también podemos decir es que este proceso de reconstrucción de la memoria histórica de los gitanos ha comenzado. En los últimos años ha crecido mucho el interés entre las entidades gitanas por lo que sucedió en los campos de exterminio nazi con los gitanos, o lo sucedido aquí en la Gran Redada de 1749, y se ha empezado a pedirle de manera más contundente a los gobiernos el reconocimiento de lo sucedido y la reparación de los daños. También empieza a recogerse lo sucedido durante el franquismo, sin embargo el dolor de este episodio aún está demasiado cercano como para removerlo. Y esto no debe ser más que el principio. Como he dicho antes, debemos partir de lo malo y de lo bueno, de lo sucedido en la península ibérica y de lo sucedido en toda Europa. Y son las asociaciones gitanas quienes están en mejor posición para reivindicar y liderar ese proceso. Y aunque muchas personas gitanas recelen y no confíen en el mundo asociativo, la realidad es que de momento no existe una mejor herramienta. Y creo también que todos los que estamos interesados en este asunto debemos marcar una línea estratégica común y abordar el asunto de manera integral, sino difícilmente consigamos nuestros objetivos. De momento las entidades gitanas, en nuestra inmensa mayoría, hemos puesto el foco en la promoción laboral y educativa del pueblo gitano, que son cuestiones de vital importancia en nuestro presente, pero debemos empezar a abordar la causa de nuestros problemas con la sociedad, que no es otra que el racismo y el no reconocimiento de nuestra cultura como una más.

Espero que entendáis las reflexiones que he intentado plasmar en este artículo. En ningún momento he pretendido ser exhaustivo, por lo que quedan muchas cosas en el tintero, y prácticamente todo por matizar y clarificar. Sin embargo, sí que pretendo hacerme eco y sumarme a las reflexiones de otros muchos gitanos y poder hacerlas llegar al máximo de gente a través de este aliado (y enemigo) que tenemos en internet.