Historia de un aspierante gitano a profesor
por Daniel Campos
Empezaremos esta historia en un 15 de octubre de 2017, el personaje principal: yo mismo, Daniel Campos, un gitano del barrio de Buen Pastor, Barcelona. Entonces el personaje tenía 26 años, estaba casado y tenía dos hijos y trabajaba como barrendero. Lo único que tenía en mente, respecto a mi futuro, era firmar un contrato indefinido en la empresa donde trabajaba, nada más y nada menos.
Pero de repente, aquel 15 de octubre me encuentro en la calle con un viejo amigo del instituto a quien hacía mucho que no veía, Juan. Un gitano del barrio, compañero mío en la secundaria que, como yo, después de la ESO se desvinculó de los estudios, se casó y formó una familia. Recuerdo que me acerqué a saludarlo y me llamó la atención la mochila que llevaba. Juan me dijo que la llevaba porque estaba cursando el grado de trabajador social en la Universidad de Barcelona y la necesitaba para el portátil y las libretas.
Me impactó mucho, pero lo que más me sorprendió fueron sus últimas palabras: “Dani, tú también puedes, tienes la capacidad de lograr cualquier grado”. Recuerdo que aquellas palabras llegaron al fondo de mi corazón. Aquel amigo confiaba en mí más que todos los maestros que nunca he conocido y que todo el sistema educativo junto. Su mensaje positivo, convincente y esperanzador caló dentro de mí.
Antecedentes: De entrada, os hablaré un poquito de mi familia y mi entorno. Ninguno de mis familiares había llegado a graduarse en la ESO, ni habían logrado ninguna formación académica o profesional. El paso por la escuela de mis amigos tampoco tuvo un signo diferente al de mi familia, y la mayoría de ellos se dedican a la venta ambulante. Crecí sin ningún referente en el ámbito académico.
Mi paso por la primaria lo recuerdo con mucha alegría y nostalgia, lleno de recuerdos positivos y bonitos, rodeado de amigos y profesores entrañables. Sin embargo, en cuanto a la secundaria, mi recuerdo no es tan alegre, puesto que el centro nos ofrecía un nivel educativo muy bajo, el profesorado no esperaba gran cosa de la mayoría del alumnado y la motivación de los alumnos respecto a los estudios era más bien baja. La combinación resultaba en un cóctel perfecto para conseguir el fracaso escolar y el abandono prematuro de mis compañeros y mío. Aun así, aprobé la ESO.
Acabada la secundaría, me decido a cursar un Ciclo Formativo de electromecánica. Pero, como era de esperar, no tenía el nivel necesario para seguir el ritmo del curso. Mi graduado era equivalente al nivel de primero de la ESO de aquel centro. No tardé a decidir dejar el ciclo y ponerme a trabajar. Aquí acabó mi formación académica con tan solo 17 años.
Volvemos al 15 de octubre de 2017: Aquella conversación con mi amigo me impactó, a los pocos días me llevó al Plan Integral del Pueblo Gitano, donde él y otros gitanos y gitanas se preparaban para presentarse a la prueba de acceso a la universidad para mayores de 25 años.
Aquella misma semana ya era uno más de aquel grupo de estudiantes. Qué pasada, una clase donde todos los alumnos eran gitanos y gitanas que soñaban con cursar un grado universitario, y lo mejor de todo, yo era uno de ellos. Un año antes había nacido la primera red gitana universitaria, CampusRrom, y estaba allí para apoyarnos en todo. Me impactó que gran parte del profesorado eran gitanos y gitanas.
¡Quién lo habría pensado nunca, hacer comentario de texto con un profesor gitano! Recuerdo que el primer día de clase tocaba castellano, el profesor empezó a explicar el temario, oraciones subordinadas, perífrasis verbales… y yo, inocente, levanté la mano y dije: ¿Fernando, qué es una oración? Él, con una sonrisa en la cara me respondió; lo que haces para dirigirte a Dios… Reímos todos juntos. Y precisamente en aquel momento me di cuenta que estaba en el lugar idóneo para aprender.
Después de cinco meses, me examiné en las pruebas de acceso a la universidad y las aprobé con muy buena nota. No me lo podía creer, ¡fui capaz de superar una «selectividad»! Quién lo diría, Daniel, el gitano que en cuarto de la ESO hacía sumas y restas, tenía todo este potencial dentro. Unos meses más tarde tuve que superar otra prueba específica destinada a aquellos que quieren graduarse como profesores, las temibles PAP, las Pruebas de aptitud personal. Y por fin, aquel mismo septiembre, me matriculé en primero de educación primaria.
10 de octubre de 2021. Ya estoy en el segundo curso del grado de magisterio, y si soy capaz de continuar en la misma línea, dentro de dos años volveré a la escuela, pero ya será como profesor.
Sin embargo, me gustaría aclarar que durante este tiempo he tenido, y de hecho todavía tengo, mis dificultades, mis dudas y algún que otro fantasma que me visita en forma de desmotivación. No quiero engañar a nadie. No es fácil cursar un grado universitario siendo gitano, padre de familia numerosa y trabajar por la mañana a jornada completa. Pero, gracias a las personas que me rodean sigo todavía en este camino. Primeramente, por mi familia, ellos siempre me han animado a no abandonar. También, gracias a CampusRrom, nuestra red que nos ofrece todo el apoyo que necesitamos para conseguir nuestro sueño, y por último, el motor que realmente me impulsa a cursar el grado, la motivación para derribar las barreras que se levantan frente a nuestro Pueblo.
El propósito real de esta lucha educativa es allanar el camino a los gitanos y gitanas que vienen por detrás. Nosotros tenemos la obligación de ser sus referentes. Tenemos que luchar para que nuestro pueblo disfrute de una buena educación, sea cual sea su entorno, para formar ciudadanos competentes y libres. Y esta lucha pasa ahora mismo, entre otras cosas, porque nuestra generación sea capaz de conquistar la universidad. Y para que esto sea posible tenemos que confiar en nosotros mismos y transmitir esa confianza a los gitanos y gitanas que están cerca nuestro, hacer que sueñen en cosas que antes no podían soñar, como hizo conmigo mi gran amigo Juan.