¡Humor sobre gitanos sí, Antigitanismo no!
por Pedro Casermeiro
Permitidme que divague un poquito en este artículo que espero resulte breve y acabe dirigiéndose en la dirección que pretendo, de hecho estoy pensando en voz alta (o en voz teclado) y puede que sea un poco desordenado, incluso que acabe defendiendo el uso del humor contra los gitanos, aunque espero que no… Avanzo explicitando que no voy a repetir críticas a los chistes que ya han sido hechas por muchísimas personas y entidades, no se puede decir más de lo que ya ha sido dicho y con la claridad con la que se ha dicho. Pero pasados unos días quiero reflexionar sobre un asunto de trasfondo que afecta al mundo del humor y de las artes escénicas en general.
Intentemos empezar por el principio y luego ya nos perderemos: YO NO SOY ESCRITOR, pero como existe internet tengo la oportunidad de escribir y opinar de vez en cuando, como ahora mismo. También creo que hay personas que no son humoristas pero como existen mil cadenas de televisión, tienen la posibilidad de crear chistes para rellenar horas y horas con el contenido que esas cadenas necesitan. No pretendo ofender a ninguna persona, llámese Bodegas o llámese de otra manera, pero lo que delimitaría que yo fuera escritor y que Bodegas fuese humorista es la profesionalidad, el saber hacer bien tu trabajo. ¿Dónde radica una de las claves de la profesionalidad en cualquier actividad laboral? En la actitud, en tener un mínimo de conciencia sobre lo qué se hace, en los principios y valores que guían tu actividad laboral, la ética, lo que otros profesionales conocemos como “Código deontológico”. La ética en el trabajo, pasaría básicamente por no utilizar tus habilidades para causar un daño a otras personas de manera voluntaria o involuntaria. Causar un daño de manera voluntaria no es sólo de mal profesional, es de mala persona. Causar un daño de manera involuntaria, muchas veces es por falta de ética: por hacer cosas que no sabes hacer y para las que no estás preparado, por trabajar cansado, etc.
Acabo de buscar en Google y os invito a que lo hagáis también, puesto que yo estoy en el extranjero con una IP extranjera y me salen más resultados relacionados con el país donde estoy, pero ante la búsqueda “código deontológico humoristas”, no sale absolutamente nada. ¡Google no conoce el código deontológico de los humoristas!
Acabo también de buscar otro código deontológico, el de los artistas en general, y existe uno creado por el Instituto de Arte Contemporáneo hace muy poquitos años, lo he revisado por encima, y si entendemos que los humoristas son artistas, uno de sus principios es realmente esclarecedor, paso a transcribir textualmente y resaltar en negrita lo más interesante para nuestro caso:
“1.3 Libertad de expresión. Afirmamos la libertad de expresión de artistas, críticos, teóricos, docentes e investigadores, comisarios, galeristas, gestores, responsable de programación en museos y centros, editores y otros profesionales del sector. La independencia de pensamiento, la posibilidad de un debate abierto de las ideas, los contenidos y las formas de las obras de arte sólo pueden estar limitados por la legislación española y por la propia responsabilidad del autor ante los receptores de la obra. La cultura y el arte han de ser baluartes de la libertad, independientes de cualquier partidismo, y por tanto han de promover la igualdad, la pluralidad y la diversidad y censurar cualquier discriminación de género, clase social, etnia o religión.”
Código deontológico del Instituto de Arte Contemporáneo. Capítulo 1, Principios
Aprovecho antes de seguir para clarificar que la libertad de expresión es un Derecho Fundamental pero que la propia Constitución lo limita en su mismo Título en el apartado:
“Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia.”
Llegados a este punto, creo que está claro que en el mundo del humor y en el mundo del arte NO TODO VALE. No hay ninguna referencia legal o ética que no encuadre la libertad de expresión sin respetar el derecho a la dignidad de las personas, por lo que defender el monólogo de Bodegas escudándose en la libertad de expresión, obviando que esta misma viene limitada por la defensa de la dignidad de las personas sólo puede ser dos cosas, ignorancia ventajosa o antigitanismo.
El monólogo de Bodegas es un caso bastante insignificante, uno entre muchos, aunque muy simbólico, ya que no ha dejado a nadie indiferente. Ahora no voy a entrar a argumentar como sus chistes atentan contra el honor de cualquier gitana o gitano, sino que sólo quiero dejar claro que los chistes de Bodega ultrapasan con nitidez los límites establecidos en la Constitución y en el código deontológico de los artistas contemporáneos. Probablemente los artistas cómicos no acaben de verse dentro de este código, pero es el único que existe cercano. Pero sobretodo es un ejemplo muy simbólico porque debería ser una muestra pedagógica de cómo no ser humorista, o lo que en otros ambientes profesionales definiríamos como “mala praxis”, y también creo que sus propios compañeros de profesión deberían ser conscientes de su mala práctica, y paso a explicar por qué.
La premisa básica del humor y de los humoristas es hacer reír a las personas, explicando la realidad de una manera crítica, incluso corrosiva y con un claro carácter de denuncia de la misma. En nuestro caso, el humor puede servir para poner de relieve las diferencias culturales entre gitanos y payos, denunciar las desigualdades sociales, poner en cuestión elementos de la sociedad mayoritaria y, por supuesto, poner en cuestión elementos de la cultura gitana.
Yo me he reído a carcajada limpia con parodias sobre gitanos, hechas por payos. Buscando recuerdos en mi mente encuentro rápidamente a Los Morancos. Seguramente ellos también se habrán equivocado alguna vez pero, en general, cuando han hecho algo implicando a personajes gitanos, acaban por hacer reír a payos y gitanos (aunque los gustos vayan por barrios). Y ¿por qué te ríes con Los Morancos y no con Bodegas? Porque, aunque a lo mejor ellos no ponen la ética por delante, sí ponen el cariño y el conocimiento que tienen del pueblo gitano, y de eso sí que son muy conscientes cuando crean a sus personajes y parodias. Precisamente ese es uno de los aspectos que define a un humorista profesional frente a una persona que cuenta chistes racistas por televisión.
Se pueden hacer chistes y parodias sobre gitanos sin caer en el antigitanismo, pero para ello hay que ser profesional, hay que hacerlo desde el conocimiento y el respeto, con un posicionamiento ético básico. Un escritor profesional de novelas acostumbra a documentarse muchísimo sobre el contexto social o histórico de su novela antes de escribirla, conoce la temática para no errar el tiro. Si un profesional del humor quiere contar chistes sobre mujeres puede hacerlo, pero debería ser conocedor de la realidad actual de las mujeres para que esos chistes no sean hirientes. Los chistes de Bodegas, sin entrar en detalles, son brutalmente hirientes.
La ética en el humor es necesaria. Debemos tener claro que estamos en el siglo XXI, el humor no puede ir en contra del avance social, el humor no puede ser una excusa para que el mensaje del racismo se propague. De hecho, el humor debería servir para denunciar el antigitanismo y no para darle rienda suelta. Escudarse en la libertad de expresión para defender el monólogo de Bodegas es pura ignorancia, porque la libertad de expresión tiene un claro límite marcado por la Constitución y por el código deontológico de profesionales del mundo del arte, y debería tenerlo también en la propia ética personal.
Hacer chistes hirientes y cargados de mala leche sobre mujeres, discapacitados, negros, judíos o personas LGTBI está completamente fuera de lugar en la actualidad, nadie se reiría de ellos, sería algo completamente anacrónico. Chistes con el mismo tono que los contados por Bodegas sobre otros colectivos no encontrarían ninguna aceptación en el público.
Lo triste y por lo que hoy nos encontramos con esta polémica, es que si esos chistes racistas se cuentan sobre gitanos y encuentran risas, carcajadas e insignes defensores a capa y espada, es porque a los gitanos nos odian y está de moda odiarnos y reírse de nosotros.
La causa ya se encuentra en los tribunales, ni que decir tiene que no llegará a ningún sitio porque el honor y la dignidad del pueblo gitano no forman parte del honor y la dignidad a la que se refieren en la Constitución española, y si no que alguien me explique porque aún no se ha ganado ninguna demanda contra Mediaset por ofendernos semana tras semana y de manera estratégica con el único objetivo de conseguir el máximo de ingresos económicos posibles. Reírse de los gitanos está de moda, y la modas también afectan a la interpretación que jueces hacen de la constitución, y como resultado los gitanos no tenemos dignidad que deba respetarse, nuestra dignidad está para reírse de ella.
Y es por esa falta de defensa de los derechos fundamentales de las personas gitanas por lo que es necesaria una legislación específica que nos defienda del antigitanismo creciente en la sociedad y, especialmente, de su propagación en los medios audiovisuales y de comunicación. No nos sirve la legislación actual, porque ni el derecho al honor recogido en la Constitución ni la legislación sobre delitos de odio nos defienden de ninguna manera.
Por otro lado, el mundo del espectáculo no puede vivir en una burbuja ajena a la ética de los tiempos en los que vive. No se trata sólo del humor, se trata de todas las artes escénicas, se trata de todo el sector audiovisual. No puede ser que todo ese ámbito sea ajeno a un código deontológico colegiado, claro, específico y que garantice la defensa de los más débiles en la sociedad. No me sirve que una empresa tal que Mediaset tenga su propio código deontológico, que lo tiene, en el que habla de preservar el derecho al honor, porqué eso es papel mojado. Me refiero a un código colegiado y común a todos los profesionales del mundo del espectáculo y la televisión, ya que, por el inmenso impacto que tienen en la sociedad, son quienes deberían tener más en cuenta la ética profesional. Ser ético no significa autocensurar la propia libertad de expresión, significa, entre otras cosas, no vulnerar el honor de los demás mientras expresas lo que consideras oportuno.
Si no paramos esto mediante legislación y ética profesional el antigitanismo tan repetitivo en la sociedad y en los medios de comunicación en particular, el racismo hacia el pueblo gitano no va a hacer más que incrementar. Ojalá llegue el día en que escuchar chistes de mal gusto sobre gitanos sea algo completamente trasnochado y pasado de moda, como lo es escuchar hoy día “chistes de mariquitas” de Arévalo, y aunque ya hace más de una década que no sé nada de él, estoy seguro que no se atreve a contar los chistes que contaba en los años 80.
Si estos casos no sirven para poder llevar el anitgitanismo a la agenda política, de poco servirán nuestras quejas y demandas, sólo para avivar aún más el odio que muchos nos profesan por ser y pensar diferente. En fin, para qué seguir escribiendo …
Sólo una cosa: Me niego a tener que condenar amenazas a ningún cómico en este artículo por el simple hecho de yo ser gitano, porque este artículo no va de amenazas contra humoristas, va de ética profesional y antigitanismo. Yo condeno a la falta de ética y al racismo. Parece que si no condenamos esas supuestas amenazas nos acusan de ser cómplices, y eso no es más que otra trampa del antigitanismo.