Ven, que te empodero

by Ramón Flores

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A medida que avanzamos en el siglo XXI, nuestra sociedad se enfrenta a una creciente complejidad que ha dado lugar a un panorama desconcertante. En lugar de experimentar armonía y tranquilidad, nos encontramos inmersos en un mar de paradojas y extremos, en una era caracterizada por la polarización y los enfrentamientos. No puedo evitar recordar la antigua maldición china: «Ojalá vivas tiempos interesantes«.

Con respecto a este caos, busco explorar uno de los temas recurrentes en la esfera de las redes sociales: «la prueba del pañuelo», que surge cada cierto tiempo, como una tradición, en un debate que suscita una amplia gama de opiniones, especialmente entre los denominados «influencers».

Es indiscutible que cualquier lucha cultural desde una posición de desventaja, como la de las comunidades gitanas, es una batalla perdida antes de comenzar el juego, especialmente si se trata además de una comunidad minoritaria que no sigue la corriente de la ideología predominante de lo que está bien o mal, según los ojos de quien mire.

En el pasado, hemos examinado el fenómeno de este movimiento cuqui, que se camufla como progresista y se autoproclama defensor de los derechos humanos mientras perpetúa un paternalismo exacerbante.

En el contexto de las comunidades gitanas, observamos cómo este falso empoderamiento se manifiesta en las redes sociales, donde se brinda un apoyo incondicional a las personas pertenecientes a minorías étnicas, sobre todo mujeres, donde los «salvadores» blancos asumen roles de superhéroes en su supuesta «ayuda». Sin embargo, este tipo de empoderamiento no tiene como objetivo promover la igualdad, sino más bien preservar las posiciones de poder de los grupos dominantes, tratando a las mujeres gitanas como si fueran frágiles muñequitas que necesitan ser rescatadas.

El tema recurrente que sigue surgiendo en las redes sociales, y que resurge una vez al año, es el de la «prueba del pañuelo». A simple vista, se plantea como una manifestación patriarcal que afecta la integridad física y moral de las niñas y adolescentes que la experimentan. Desde esta perspectiva, y según los opinadores oficiales, la única opción política en un Estado que se autodenomina protector y defensor de los derechos de las mujeres parece ser la prohibición.

Dicho así, queda genial. Una proclama en defensa de los derechos de las mujeres.

­­­­- Pero, ¿y qué dicen las mujeres gitanas?
– Pues… ¿qué más da? Eso es una aberración y punto, porque eso es un puto atraso.
– Oye, pero, yo soy gitana y además, estoy en contra de esta práctica, pero, dado que vivo dentro de la comunidad, comprendo (aunque no la apruebe) el motivo detrás de esa práctica y conozco su historia y evolución.

– Da igual, no sois felices así. Estás alienada y denigran tu valía. Ojalá algún día te respetes a ti misma y te respeten.

Esto es un diálogo ficcionado, basado en uno totalmente real en Twitter.

El paternalismo se manifiesta en esta realidad. La sociedad dominante tiene una ideología paternalista, sobre todo cuando la mayoría son blancos y occidentales, y esto afecta a los símbolos e ideas culturales que difunde.

Recordemos, sin ir más lejos, las palabras de la directora de cine Arantxa Echevarría: «O cuenta una paya la situación de la mujer gitana o no la cuenta nadie. Y desgraciadamente tiene que ser una paya porque ellas no tienen voz». Este ejemplo ilustra cómo la autoridad se otorga a aquellos que no pertenecen al grupo en cuestión.

Ya Pierre Bourdieu acuñó el término “hegemonía cultural”, donde la clase dominante impone su visión del mundo a la sociedad, haciendo que parezca más natural y universal.

A esto, lo llamó violencia simbólica.

Es tan simple como transmitir valores, normas, creencias y prácticas que las clases dominantes consideran correctas, por tanto, tienen que ser aceptadas como legítimas y deseables por el resto de la sociedad. Minorías incluidas. Y esto, lo único que consigue es que la gente de a pie, sin saberlo, contribuya a que sólo unos pocos con poder de levantar la voz, mantenga su posición de privilegio y dominio.

Mucho antes, Antonio Gramsci ya instaba a los que estaban instalados en diferentes estratos sociales que crearan su propia cultura, principalmente en sociedades capitalistas, traducidas hoy como sociedades globales. Y proponía que lo hicieran precisamente para cuestionar y desafiar al poder, para construir una contra-hegemonía cultural.

Y esto es exactamente lo que llevan haciendo las comunidades gitanas desde hace siglos.

Con respecto al tema del «pañuelo», resulta curioso observar que la sociedad dominante muestra un nulo interés en el hecho de que esta práctica no es originaria de la cultura gitana, sino que nace en la cultura castellana, ya con la digna señora doña Isabel I la católica, reina de Castilla (que en gloria esté), siendo posteriormente adoptada por los grupos migrantes romaníes como una forma de adaptación cultural. Incluso a muchos les explotaría la cabeza descubrir que, en el noreste de Rusia, los gitanos no siguen esta tradición.

Más cabezas explotarían si supieran que el hecho de llevar oro encima (incluso en los dientes) no es una tradición, sino que se trataba de la forma más sencilla y segura de tener “efectivo” disponible cuando los gitanos viajaban por los caminos y cambiaban frecuentemente de lugar.
El problema es que la profecía auto-cumplida, que se refiere a la situación en la que una creencia o expectativa sobre una persona o grupo influye en su comportamiento, haciendo que se ajuste a lo que se espera de ellos, ha hecho que algunos individuos gitanos crean erróneamente que llevar un cordón gordo o un anillo gigante es una manera de ser “más gitano”, aunque eso ya es otra historia…

Volviendo al tema, es importante señalar que el empoderamiento aparente que se deriva de la participación en el activismo «cuqui» con estas proclamas supuestamente en favor de la libertad de las mujeres gitanas, también está influenciado por el sistema capitalista y, de manera paradójica, por el patriarcado histórico y predominante en Occidente. ¡Ay, las religiones!

Los defensores de estas causas, en su afán de reformar prácticas culturales, pasan por alto la realidad de que muchas de estas tradiciones representan mecanismos de autodefensa y estrategias de supervivencia. La preservación de la identidad cultural se ha convertido en un medio para resguardarse de la violencia, la hostilidad y la supremacía de las sociedades blancas que históricamente amenazaron con eliminar la existencia gitana.

Cuando se alude al «pañuelo», se insinúa que: este objeto es un indicador de la discriminación y subyugación que enfrentan las pobres gitanas, sirviendo como un emblema de la marginación y alienación arraigadas en su cultura maligna…

No obstante, y que quedo claro, no pretendo defender la práctica del «pañuelo» en este artículo. Por una razón muy simple: como individuo, que además no es mujer, carezco de poder de decisión o influencia sobre otros para decirles qué hacer, o juzgar su moralidad. Ni para definirme como juez y parte para establecer los límites del bien y del mal.

Pero, obviamente, nos encontramos ante un patrón que se repite en la historia. Se alza la voz en defensa de la mujer gitana con la intención de empoderarla, aunque lamentablemente, en la práctica, dicho esfuerzo es más una exhibición de virtuosismo moral que un compromiso genuino con su bienestar. Resulta imperativo reconocer que las mujeres gitanas enfrentan desafíos sustancialmente graves para acceder a oportunidades laborales y educación superior, por ejemplo. Además, debemos tener presente las condiciones precarias de vida que subsisten en algunas regiones de España, una nación que se percibe como un ejemplo de libertad y comodidad, pero donde algunas comunidades gitanas aún carecen de servicios básicos como electricidad y agua corriente.

Qué casualidad que este tema nunca se vuelva viral ni genere debate…

Es innegable que siempre prevalece la priorización de un discurso atractivo y morboso que genera una cantidad significativa de aprobación social y muchos “followers”. Esto recuerda a la experiencia de la mujer musulmana en occidente, cuya decisión de usar o no el hijab se ha convertido en un punto de debate y controversia. De manera similar, la mujer gitana se ha convertido en el nuevo objetivo de aquellos que desean ser salvadores de las minorías étnicas.

Es fundamental que se otorgue voz a las propias mujeres afectadas por estas cuestiones para que puedan debatir y decidir por sí mismas, si así lo desean. Sin embargo, asumir que deben hacerlo simplemente porque movimientos bienintencionados lo consideran correcto es reduccionista y contraproducente.

Y es racista.

Y etnocéntrico.

Esta perspectiva es injusta, ya que simplifica cuestiones complejas sin tener en cuenta la diversidad y la voz de las mujeres que experimentan estas realidades.

Es esencial comprender que no se trata de una defensa ciega o un rechazo absoluto de prácticas culturales específicas, sino de situarlas en su contexto histórico, cultural y político, respetando en todo momento la libertad y dignidad de las mujeres que eligen o rechazan dichas prácticas. Las mujeres gitanas no son meras marionetas ni víctimas pasivas de sus tradiciones, sino agentes activos que luchan por sus derechos y su identidad. En consecuencia, resulta imperativo escuchar sus voces y experiencias, sin imponerles un único modelo de feminismo o emancipación.

Y, sobre todo, es esencial recordar que no todos los que tienen una cuenta de Twitter están debidamente cualificados para opinar sobre todas las cuestiones…

El Romancero Gitano de Lorca (Parte I)

by Juan José Suárez Laso

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Os hacemos llegar a partir de hoy, y en sucesivas publicaciones, un estudio del “Romancero gitano” de Lorca acomodándonos al formato de nuestra publicación “El Desván del Museo”. Un formato que impide escritos de larga extensión y que, en nuestro caso, vamos a repartiros en una serie de artículos. Un análisis, una exploración, un ensayo, también se le puede llamar así, para proponer acaso una mirada a una obra poética dedicada, obsesionada, alucinada y fascinada por los gitanos y gitanas con los que Lorca mantenía un vínculo más allá de lo espiritual. Sirva esta aclaración como propuesta de continuidad de siguientes entregas y una invitación a su seguimiento.

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Los poetas son titanes que se atreven a robar la llama de la luz para aliviar la oscuridad de los hombres.

 

El Romancero Gitano es mi obra más popular, la que indudablemente tiene más unidad y es donde mi rostro poético aparece con personalidad propia, y lo llamo gitano porque el gitano es lo más elevado, lo más profundo, más aristocrático de mi país, lo más representativo de su modo y el que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad andaluza y universal.

Federico García Lorca

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No existe otro documento tan explícito como el que escribió Federico entre 1924 y 1927 condenando la  historia de los gitanos en España que, desde el siglo XV hasta nuestros días, ha sido un tratado de intolerancia, incomprensiones, prejuicios y humillaciones -pragmáticas, leyes, decretos y órdenes- con el único fin de su exterminio o de su expulsión del territorio. Persecución y muerte, esa es parte de la memoria de este pueblo que ha logrado sobrevivir malviviendo.

Federico García Lorca amaba sobremanera a los trágicos griegos. Consideraba la tragedia como la gran creación mediterránea que Occidente legó al mundo. Su mundo poético era trágico también. Yerma, Bodas de sangre, su Romancero gitano… Sus héroes trágicos: Mariana Pineda, Adela, Soledad Montoya… El ámbito de su creación, una Andalucía trágica. Federico, al igual que Esquilo, decía que cuando el hombre pierde su relación íntima con la naturaleza deja de percibir lo sagrado que hay en él, y por lo tanto, su dimensión más humana.

Federico nos descubre y nos revela con la luz de su creación a unos seres relegados al olvido durante siglos, a unos gitanos de principios del siglo XX que son seres humanos lastrados por la incomprensión y la intolerancia, marginados, que representan a todas las víctimas inocentes.

Prometeo, con la llama divina del conocimiento, nos hizo hombres. Federico, con su poesía, convirtió a los gitanos en protagonistas de este Romancero. Al final, Prometeo el rebelde, el alborotador del pueblo, el ladrón del fuego, el compasivo, será castigado a morir en el confín del mundo. Los buitres negros, enviados por su padre, le arrancarán el corazón a pedazos.

Federico, el rebelde, el alborotador, el ladrón del fuego de la poesía, el poeta del amor, el compasivo, también será castigado por los buitres negros del odio por haber escrito el Romancero Gitano.

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ROMANCE DE LA LUNA, LUNA.

La relación con la naturaleza.

La luna vino a la fragua

con su polisón de nardos…”

Los pueblos primitivos narran sus historias con hermosas metáforas visuales y símbolos muy concentrados relacionados siempre con la intervención de la naturaleza en el destino del hombre y de la mujer.

La Luna viene a la fragua investida de encorsetados blancores. Bailarina mortal, madre yerma excitada por la belleza morena de un niño gitano. Ella, la diosa de las sombras, sabe que esta noche se va a cometer un crimen. Se sabe quienes fueron los asesinos: las sombras verdes negras y acharoladas, amparadas por la luz blanquecina de la Luna. Lorca se encontró un día a una gitana llorando desconsolada por la muerte de su pequeño porque, decía, “mi niño se ha ido de tanto mirar la luna”.

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SOLEDAD MONTOYA (ROMANCE DE LA PENA NEGRA)

El ejército encargado de hacer cumplir las leyes de separación forzosa de los gitanos y sus gitanas con la clara intención de exterminar al gitano.

El 31 de julio de 1749 se puso en marcha el proyecto de «exterminio» del pueblo gitano conocido como la “Gran Redada” —oficialmente, Prisión general de gitanos— que fue ideado y dirigido por el marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI, y que consistía en recluir separadamente a los hombres y a las mujeres gitanos para que no pudieran reproducirse y conseguir así su «extinción».

La pena del amor y el desamor.

“¡Qué pena tan grande! Corro

mi casa como una loca,

mis dos trenzas por el suelo

de la cocina a la alcoba.

¡Qué pena! Me estoy poniendo

de azabache carne y ropa.

¡Ay, mis camisas de hilo!

¡Ay, mis muslos de amapola..!”

 

La pena del desamor no puede estar callada. Imposible. Pena oculta encerrada en la cárcel del alma, amor imposible. Los amores imposibles son desgarradores porque acaban destrozando el corazón. Una pena solitaria recorre todo el Poema, una pena negra, insondable, trasegando el corazón de Soledad. La pena insufrible de la ausencia del amado. Es un infierno. Este poema deja abierta la puerta al Romance Sonámbulo. ¿No es acaso Soledad Montoya la gitana de la pena negra que muere de amor, la que se tira al aljibe desesperada de tanta espera sin fruto? Y su amado, el gitano sonámbulo, loco de no poder alcanzar la carne y la ropa de ella. Los dos amantes se encontrarán al final con la muerte, amparados por la luz blanquecina de la Luna. ¿Romeo y Julieta? Lorca escuchaba la voz del pueblo que se quejaba de antiguas heridas, la herida de una ley inhumana que llevaba el nombre de un inhumano aristócrata, mano derecha de un rey cruel. Una amante, gitana, alejada de su amante, gitano, contrae el desconsuelo y la angustia de la separación forzosa del amor.

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Vinicius no es gitano

by Ramón Flores

Vinicius no es gitano

Se acerca el 30 de julio, día en que se recuerda el exterminio que el Estado español llevó a cabo con el Pueblo Gitano en 1749. En Cataluña, la fecha ha sido declarada Día de Lucha contra el Antigitanismo. Es una fecha que nos sirve para llamar la atención de la sociedad en torno al racismo.

No vamos a descubrir ahora que el racismo sigue siendo una preocupante lacra social y su presencia también se manifiesta incluso en el ámbito futbolístico, como hemos visto en este último tramo de la Liga con Vinicius como protagonista, asunto sobre el que voy a reflexionar.

Los incidentes racistas, más allá de su número o su repercusión mediática, revelan la influencia y el poder del entramado político y social. El poder, con sus hilos invisibles, manipula y moldea la narrativa según sus intereses, decide qué denunciar y qué silenciar, y utiliza el racismo como un comodín para ganar votos.

Este poder, que se extiende como un pulpo, dicta su propio relato, sin importarle la competencia justa ni los valores deportivos. No busca ganar, sino humillar. No se trata de un problema personal, sino de negocios. Y en estos negocios, todo está permitido.

En el fútbol, al igual que en la historia, los vencedores escriben su propia versión. Los poderosos, con sus altavoces ensordecedores, controlan el discurso, manipulan los titulares y utilizan a sus marionetas para difundir su mensaje. No se trata de fútbol si no de quien puede permitirse que prevalezca su justicia y…su racismo.

El poder tiene un séquito de seguidores y cuando algo les molesta, sueltan a sus perros de presa. Sus medios desinformativos se encargan de vender y propagar sus consignas, día tras día, programa tras programa, portada tras portada. No importa si es en las tertulias matutinas, los programas de entretenimiento vespertinos o los debates nocturnos.

Denuncian el odio cuando afecta a uno de los suyos, pero permiten que los suyos acosen, injurien e insulten a otros en sus canales oficiales. Levantan la bandera de la tolerancia, pero toleran que los suyos, desde las redes sociales y bajo el anonimato, persigan y ataquen sistemáticamente a quienes piensan diferente. La tolerancia se vuelve una farsa. Y aquí entran todos los actores que componen la sociedad: partidos políticos, sociedades civiles, prensa, clubs de fútbol, grandes compañías, lobbys… Todo.

Para muestra lo que sucedió con el jugador Vinicius Jr., brasileño y negro, pero jugador de un equipo distinto… Una reacción racista en un campo de fútbol a un jugador con una camiseta concreta y: ¡Boom! Todas los medios locales, autonómicos, nacionales, internacionales con la maquinaria encendida. Declaraciones políticas e institucionales.

El circo mediático, social y político fue tan divertido que hasta la ONU y Estados Unidos (¡Estados Unidos! Te tienes que reír…) condenaron los insultos racistas hacia el jugador brasileño.

TODOS CONTRA EL RACISMO.

Sin embargo, el 25 de enero de 2020 en el estadio de Cornellà mientras se disputaba el partido Espanyol–Athletic de Bilbao, un grupo de ¿aficionados?, insultaron y menospreciaron al jugador vasco Iñaki Williams, con actitudes y palabras racistas, con el claro objetivo de humillarlo y faltarle el respeto a su dignidad.

¿Recuerdan este caso? Probablemente no. Los medios no abrieron sus informativos con la historia de Iñaki Williams. Los políticos no hicieron declaraciones ni tuitearon nada sobre el tema. La embajada de España en Ghana (país de origen familiar del jugador nacido en Bilbao) no recibió manifestaciones como sí ocurrió en la  embajada en Brasil.

El relato es más o menos el mismo que ocurrió con George Floyd en Estados Unidos. Y poco después, un policía en la República Checa presionó con su rodilla el cuello de Stanislav, de origen gitano y residente en la localidad de Teplice, hasta quitarle la vida, asesinándolo.

¿Alguien en este planeta recuerda a Stanislav Tomáš? Nadie, por supuesto.

Aquí sí lo hicimos, por cierto.

En este panorama, están los buenistas que buscan mantenerse en su posición, levantando la voz en momentos oportunos sin arriesgar su estabilidad. Por otro lado, los tibios equidistantes que presumen de su supuesta independencia, pero que han olvidado su espíritu denunciante al aferrarse al estatus que los protege y les proporciona privilegios de meros observadores.

El racismo a la carta empieza a expandirse sin restricciones y ya vemos que algunas vidas, o el honor de ciertas personas, valen más que otros. Todo depende de quién denuncie. Todo depende del poder que ostente quien alza la voz.

Si eres un pobre desgraciado, gitano para más pena, de un país no muy conocido, amigo, lo tienes jodido… Ahora bien, si eres un deportista rico y famoso, lo tienes chupado.

Todos, de una u otra manera, somos cómplices del problema. La tolerancia ha perdido su auténtico significado y se ha convertido en una mera máscara vacía que encubre la inacción. Es imperativo enfrentar el racismo a través de una educación sólida y una legislación firme, cuestionando la manipulación del poder en todas sus manifestaciones. Los medios de comunicación, la sociedad civil y toda la humanidad deben recuperar su papel crítico, alejándose de intereses partidistas y luchando por la honestidad y la independencia.

No podemos permitir que la atención y la indignación se concentren exclusivamente en los casos mediáticos, relegando al olvido a otros que también claman por justicia. No debemos tolerar que insulten a Vinicius por el color de su piel. No debemos permitir que las personas de la Cañada Real se queden sin electricidad. No es sostenible que asesinen a un ciudadano gitano y que su autor quede impune.

Es esencial reconocer que el racismo no distingue fama, riqueza o estatus social. Afecta a personas de todas las condiciones, y sus consecuencias son igualmente perjudiciales y deshumanizadoras. Ya es suficiente que unos pocos privilegiados monopolicen la lucha contra el racismo, dejando a otros en un panorama desolador.

La tolerancia y la justicia no pueden estar subordinadas al poder y la influencia. Ha llegado el momento de que el mundo despierte y reconozca que no podemos permitir que unos pocos decidan qué formas de racismo son más importantes que otras. Todos los casos merecen nuestra atención y acción. El momento de actuar es ahora.

*La imagen que acompaña el texto ha sido creada con la ayuda de DALL·E 2

¿Relacionaban al Pueblo Gitano con el voto a la extrema derecha?

by Paco Vargas

Pueblo Gitano y extrema derecha

Las pasadas elecciones municipales que hemos vivido, el 28M, marcan un nuevo escenario para el Pueblo Gitano. La incorporación de personas gitanas en diferentes candidaturas nos da aliento, fuerza para seguir reivindicando la ocupación de espacios públicos y de decisión.
No es asunto menor que, a priori, las necesidades que tienen los gitanos y gitanas tengan un altavoz dentro del sistema institucional y político, allá donde se toman decisiones que condicionan y transforman realidades.

Cierto es, que todavía no se da con la frecuencia ideal o esperada; la infrarrepresentación de la comunidad gitana en la vida política de este país es un hecho que no podemos obviar, como tampoco podemos obviar que hemos subido algún escalón – en importancia – dentro la agenda pública de la mayoría de fuerzas políticas.

No es de extrañar – aunque sí de celebrar – que algunas personas gitanas hayan dado este paso, que los partidos cuenten con nosotros para conformar sus listas y que, incluso, en algunos casos, hayan sido elegidos por la ciudadanía.

¿Cómo se traducirá esto, en relación con medidas, propuestas o políticas, dirigidas de forma explícita a combatir el antigitanismo en todas sus formas?

Sé que esto es crucial para muchos, pero considero que todavía es demasiado pronto para hacer valoraciones de este tipo. Hay esperanza, el trabajo llevado a cabo durante décadas ve su fruto, pero ahora también tenemos que apoyar, que nuestra fuerza no se diluya en el éxtasis de celebrar el haber llegado a la meta, porque, además, esto no es más que el inicio.

No sería riguroso hacer un análisis o reflexión sobre lo ocurrido en estas pasadas elecciones sin mencionar, muy a mi pesar, la entrada de la extrema derecha prácticamente en todos los consistorios municipales.

¿Qué relación tiene esto con el Pueblo Gitano? ¿Es cierta la correlación esperada -por algunos sectores de la sociedad- de voto a partidos de extrema derecha en los barrios en los que vive un gran porcentaje de personas gitanas?

A continuación, y con el objetivo de desmontar este mito, analizaremos los resultados electorales de barrios como: La Mina (Sant Adrià de Besòs), Sant Roc (Badalona), San Cosme (El Prat de Llobregat) o Font de la Pólvora (Girona).

Es importante ser conscientes de esta peligrosa narrativa y de cómo esta pretende introducirse en el ideario de las personas gitanas, con el único objetivo de ampliar el techo de voto en determinados sectores de la población.

En el barrio de La Mina, el PSC ha sido el partido más votado, alcanzando en algunas calles (sectores del barrio con mayor proporción de personas gitanas) más del 60% del total de los votos y, dejando una diferencia considerable con la segunda fuerza más votada, Vox, que alcanzó el 15% de los votos en el barrio. Por lo que, en este caso, el PSC llegó a cuadruplicar en porcentaje de voto al partido de ultraderecha.

En el barrio de Sant Roc, en Badalona, el PP y el PSC copan prácticamente el 80% de los votos del barrio, mientras que VOX osciló entre el 2 y 5%, dependiendo del sector del barrio.
En San Cosme, el PSC, excepto en un distrito censal en el que el PP es la fuerza más votada, es la primera fuerza política con alrededor del 35% de los votos; dejando a Vox con unos resultados casi residuales.

En este barrio, las fuerzas de izquierdas PSC y ECP agrupan alrededor del 70% de los votos totales; por lo que, una vez más, observamos cómo el mito que relaciona comunidad gitana con voto a Vox o partidos de ultraderecha, no es cierto.

Por último, observamos los resultados que se han dado en el barrio gironí Font de la Pólvora.
En este caso, el voto socialista obtuvo más del 75% de los votos. Podríamos comentar que, el porcentaje de voto a Vox se situó en el 6,8%.

Así, aún habiendo estado sometidos a una maquinaria tan influyente orquestada por los medios de comunicación que predecían que, en los barrios en situación de vulnerabilidad y con un alto índice de personas gitanas, nos convertiríamos en un aliado de la ultraderecha y en la puerta que les daría el acceso a los consistorios municipales, se desmonta con tan sólo echar un vistazo a los últimos resultados electorales.

No es casual que se generen estas narrativas que correlacionan a los gitanos con lo negativo o peligroso, no lo es. Y esto debemos tenerlo claro. Todos.

Es importante que todos estemos atentos, la ola de ultraderecha es una realidad que estamos viviendo en Europa, España y Cataluña. Pero no debemos bajar la guardia, nuestros derechos y el futuro de nuestras sociedades depende de ello.

Al igual que no debemos bajar la guardia cuando se nos relaciona con determinados partidos o fuerzas políticas. Porque sólo el Pueblo Gitano debe ser dueño de sus opciones. Libre para decidir hacia dónde va y qué caminos toma para ello.

Con esta pequeña reflexión no pretendo cambiar nada, más bien esto mismo, que entre todos seamos capaces de reflexionar, de entender que no podemos bajar la guardia, porque nos jugamos mucho en ello.

Y, aunque la llegada de las fuerzas de extrema derecha se ha convertido en una realidad, prácticamente, en todos los municipios e instituciones públicas del país, es importante destacar también el aumento de la participación electoral entre la comunidad gitana y cómo este ejercicio de hacer efectivo el derecho a voto se ha convertido en algunos municipios en un elemento decisorio. ¿Es esto debido al aumento de candidatos gitanos en las listas electorales? ¿Es causa de una toma de conciencia de la comunidad gitana sobre aquellos espacios que determinan sus condiciones de vida? ¿Es fruto de las medidas pro gitanas que se han ido legislando o introduciendo los programas electorales en los últimos tiempos?

Quizá no sea ninguna de estas cuestiones en exclusiva, sino un poco de todas, lo que ha provocado esta movilización en aumento entre nuestra gente, por lo que, también, tenemos mucho que celebrar… Celebrar sin bajar los brazos, y esperando que esto no sea más que el inicio de una ola de participación gitana.

El Pacto de Estado abre un nuevo camino

by Paco Vargas

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Recientemente se aprobaba en el Congreso de los Diputados el Pacto de Estado contra el Antigitanismo.

Después de varios meses y 28 comparecencias en la Subcomisión creada para el estudio de este Pacto, se ha alcanzado, en términos legislativos, uno de los mayores hitos conocidos hasta el momento, por (y para) el Pueblo Gitano en España.

Y digo bien ‘por’, ya que este es uno de los ejemplos más explícitos de cómo la necesidad de legislar ante una situación de desigualdad, canalizada por parte de las organizaciones que representan a aquellos que padecen o sufren  desigualdades, articulada en la petición concreta de legislación, tiene sus frutos en el marco político y jurídico de este país. Obteniendo así, el reconocimiento negado históricamente.

Porque este momento nos sitúa en una posición inaudita para todas las personas gitanas hasta el momento. El desconocimiento del propio término ‘Antigitanismo’, la negación de la aceptación de este como elemento condicionante de la vida y condiciones materiales de los gitanos en este país, ha quedado atrás para iniciar un nuevo escenario, un nuevo camino.

Un camino que reconoce, primero, al Antigitanismo como una forma específica de racismo, estructural, histórico, sistemático y dirigido contra todo señalable bajo el estigma gitano; prácticamente desde que el gitano toma conciencia de ser respecto a la sociedad, y la sociedad sitúa a las personas gitanas al otro lado, en la otredad, en lo ajeno.

Las 157 medidas recogidas en el Pacto de Estado contra el Antigitanismo marcan un precedente, un marco estructural y conceptual sobre el que generar políticas públicas que protejan a los jóvenes, mayores, mujeres… En definitiva, que protejan a la comunidad gitana, en todo, y a todos los niveles.

Es importante no desmerecer otros avances conseguidos en materia legislativa que han supuesto un impulso en materia de reconocimiento del término e introducción en la agenda política. Podemos destacar la acepción del término antigitanismo en la Llei d’Igualtat de Tracte i no Discriminació, aprobada en Cataluña el 30 de diciembre de 2020. Dónde, por primera vez en la historia de este país, se reconocía legislativamente a este tipo específico de racismo contra los gitanos.

Otro de estos avances es la introducción del Antigitanismo como delito de odio en el Código Penal, el 26 de mayo de 2022. Hecho que, en mi opinión, sirvió como caldo de cultivo para la creación de la Subcomisión para un Pacto de Estado contra el Antigitanismo.

Un pacto de Estado que, en palabras de Joan Ruiz i Carbonell, presidente de la Subcomisión serviría para garantizar la igualdad entre las personas gitanas y el resto de la sociedad española:

«El conjunto de propuestas tienen como ambición ser, a pocos días del día del pueblo gitano, un nuevo paso en el camino de conseguir que quienes son parte de él sean ciudadanos de pleno derecho del país que compartimos«.

Hemos de ser conscientes del logro, de lo que esto implica a nivel político, ya que, no abundan los Pactos de Estado en nuestro sistema jurídico-legislativo.

Hasta el momento, eran pocos los que habían logrado ver la luz y se podían agrupar en  algunas categorías 1) los que pretendían garantizar el momento de Transición del régimen franquista a la democracia constitucional del 78 (Pactos de la Moncloa y Pacto para el Desarrollo Autonómico), 2) Pacto para garantizar las pensiones públicas (Pacto de Toledo, 1995), 3) Pacto contra el Terrorismo (primero basado en el terrorismo de ETA y, posteriormente ampliado para añadir al Pacto el terrorismo yihadista) y 4) Pacto contra la violencia machista.

Es decir, la reivindicación de derechos por parte de un grupo concreto (o minoría) de la sociedad española no había sido capaz de introducirse en la agenda política como una cuestión de Estado, hasta el momento, nuestro momento.

Y esto debería ser celebrado por todos, no solo por parte de las personas gitanas, sino de toda la sociedad española. O al menos, por parte de aquellos que reconocen las desigualdades sociales como una lacra contra la que hay que luchar, aquellos que entiendan que este país tiene con nosotros una deuda casi irreparable, que es de justicia social que se nos reconozca como sujetos políticos, como minoría, como Pueblo.

Para que se nos reconozca, en igualdad de condiciones. Para que el antigitanismo sea un elemento tan evidente como deleznable, para que el hecho de ser gitanos no condicione negativamente nuestras posibilidades de vida, nuestros sueños, nuestras esperanzas.

Para que la invisibilización forzosa que habíamos padecido durante siglos, quede en el olvido.

Para que podamos avanzar como sociedad. Juntos. Sin dejar a nadie atrás.