Vinicius no es gitano
por Ramón Flores
Se acerca el 30 de julio, día en que se recuerda el exterminio que el Estado español llevó a cabo con el Pueblo Gitano en 1749. En Cataluña, la fecha ha sido declarada Día de Lucha contra el Antigitanismo. Es una fecha que nos sirve para llamar la atención de la sociedad en torno al racismo.
No vamos a descubrir ahora que el racismo sigue siendo una preocupante lacra social y su presencia también se manifiesta incluso en el ámbito futbolístico, como hemos visto en este último tramo de la Liga con Vinicius como protagonista, asunto sobre el que voy a reflexionar.
Los incidentes racistas, más allá de su número o su repercusión mediática, revelan la influencia y el poder del entramado político y social. El poder, con sus hilos invisibles, manipula y moldea la narrativa según sus intereses, decide qué denunciar y qué silenciar, y utiliza el racismo como un comodín para ganar votos.
Este poder, que se extiende como un pulpo, dicta su propio relato, sin importarle la competencia justa ni los valores deportivos. No busca ganar, sino humillar. No se trata de un problema personal, sino de negocios. Y en estos negocios, todo está permitido.
En el fútbol, al igual que en la historia, los vencedores escriben su propia versión. Los poderosos, con sus altavoces ensordecedores, controlan el discurso, manipulan los titulares y utilizan a sus marionetas para difundir su mensaje. No se trata de fútbol si no de quien puede permitirse que prevalezca su justicia y…su racismo.
El poder tiene un séquito de seguidores y cuando algo les molesta, sueltan a sus perros de presa. Sus medios desinformativos se encargan de vender y propagar sus consignas, día tras día, programa tras programa, portada tras portada. No importa si es en las tertulias matutinas, los programas de entretenimiento vespertinos o los debates nocturnos.
Denuncian el odio cuando afecta a uno de los suyos, pero permiten que los suyos acosen, injurien e insulten a otros en sus canales oficiales. Levantan la bandera de la tolerancia, pero toleran que los suyos, desde las redes sociales y bajo el anonimato, persigan y ataquen sistemáticamente a quienes piensan diferente. La tolerancia se vuelve una farsa. Y aquí entran todos los actores que componen la sociedad: partidos políticos, sociedades civiles, prensa, clubs de fútbol, grandes compañías, lobbys… Todo.
Para muestra lo que sucedió con el jugador Vinicius Jr., brasileño y negro, pero jugador de un equipo distinto… Una reacción racista en un campo de fútbol a un jugador con una camiseta concreta y: ¡Boom! Todas los medios locales, autonómicos, nacionales, internacionales con la maquinaria encendida. Declaraciones políticas e institucionales.
El circo mediático, social y político fue tan divertido que hasta la ONU y Estados Unidos (¡Estados Unidos! Te tienes que reír…) condenaron los insultos racistas hacia el jugador brasileño.
TODOS CONTRA EL RACISMO.
Sin embargo, el 25 de enero de 2020 en el estadio de Cornellà mientras se disputaba el partido Espanyol–Athletic de Bilbao, un grupo de ¿aficionados?, insultaron y menospreciaron al jugador vasco Iñaki Williams, con actitudes y palabras racistas, con el claro objetivo de humillarlo y faltarle el respeto a su dignidad.
¿Recuerdan este caso? Probablemente no. Los medios no abrieron sus informativos con la historia de Iñaki Williams. Los políticos no hicieron declaraciones ni tuitearon nada sobre el tema. La embajada de España en Ghana (país de origen familiar del jugador nacido en Bilbao) no recibió manifestaciones como sí ocurrió en la embajada en Brasil.
El relato es más o menos el mismo que ocurrió con George Floyd en Estados Unidos. Y poco después, un policía en la República Checa presionó con su rodilla el cuello de Stanislav, de origen gitano y residente en la localidad de Teplice, hasta quitarle la vida, asesinándolo.
¿Alguien en este planeta recuerda a Stanislav Tomáš? Nadie, por supuesto.
Aquí sí lo hicimos, por cierto.
En este panorama, están los buenistas que buscan mantenerse en su posición, levantando la voz en momentos oportunos sin arriesgar su estabilidad. Por otro lado, los tibios equidistantes que presumen de su supuesta independencia, pero que han olvidado su espíritu denunciante al aferrarse al estatus que los protege y les proporciona privilegios de meros observadores.
El racismo a la carta empieza a expandirse sin restricciones y ya vemos que algunas vidas, o el honor de ciertas personas, valen más que otros. Todo depende de quién denuncie. Todo depende del poder que ostente quien alza la voz.
Si eres un pobre desgraciado, gitano para más pena, de un país no muy conocido, amigo, lo tienes jodido… Ahora bien, si eres un deportista rico y famoso, lo tienes chupado.
Todos, de una u otra manera, somos cómplices del problema. La tolerancia ha perdido su auténtico significado y se ha convertido en una mera máscara vacía que encubre la inacción. Es imperativo enfrentar el racismo a través de una educación sólida y una legislación firme, cuestionando la manipulación del poder en todas sus manifestaciones. Los medios de comunicación, la sociedad civil y toda la humanidad deben recuperar su papel crítico, alejándose de intereses partidistas y luchando por la honestidad y la independencia.
No podemos permitir que la atención y la indignación se concentren exclusivamente en los casos mediáticos, relegando al olvido a otros que también claman por justicia. No debemos tolerar que insulten a Vinicius por el color de su piel. No debemos permitir que las personas de la Cañada Real se queden sin electricidad. No es sostenible que asesinen a un ciudadano gitano y que su autor quede impune.
Es esencial reconocer que el racismo no distingue fama, riqueza o estatus social. Afecta a personas de todas las condiciones, y sus consecuencias son igualmente perjudiciales y deshumanizadoras. Ya es suficiente que unos pocos privilegiados monopolicen la lucha contra el racismo, dejando a otros en un panorama desolador.
La tolerancia y la justicia no pueden estar subordinadas al poder y la influencia. Ha llegado el momento de que el mundo despierte y reconozca que no podemos permitir que unos pocos decidan qué formas de racismo son más importantes que otras. Todos los casos merecen nuestra atención y acción. El momento de actuar es ahora.
*La imagen que acompaña el texto ha sido creada con la ayuda de DALL·E 2